jueves, 29 de marzo de 2007

Paseando por la calle de la Soledad Antigua, en Cádiz.



Una mujer con flores en el pelo me está mirando el alma. Desbroza esa prosa atropellada que antes leía con desgana. Busca ocultos significados en perdidos textos que aventé, quizás al acaso de otros ojos.

Al filo del equinoccio de otoño, entre mareas vivas, algas y pesares, escribo de nuevo certidumbres y desafíos, medusas y sollozos para que entienda, para que sienta, para que cuando termine, un residuo de ternuras agite su corazón y le conmueva, un tropel de escarabajos, de arañas sentimentales recorra los rincones oscuros de su corazón que hace tanto no ilumina para no encontrar una mancha de humedad y ausencia en la pared, un nombre de plata colgando de un clavo en el pasillo.

Una mujer con flores en el pelo, amarga, lejana, sola, por sola vestida de certezas estériles, con un aliento de acidez en la mirada perdida. En el intervalo entre lo que es y lo que era, un sigilo antropófago se comió su alma y su alegría. De tanto sumergirse en si misma perdió el color de sus ojos, errantes detrás del balcón sobre un patio con ladrillos colorados. Ella sabe que escribo obligado por sus amenazas: el gas, la ventana al vacío, las vías del tren. Ella sabe que jamás regresaré al desierto de su cocina, a su cama de sapos de hielo, a su rencor creciendo como mala hierba en cada esquina de las conversaciones.

Ay, mujer ilusa que cree divisar las luces del pasado regresando a su estación en un tren nocturno sin paradas. Ay, mujer marchita que quemó sus naves, los bosques, los mapas, que dinamitó los puentes, que borró los caminos, que desde una silla negra saltó al centro de nuestra historia y la rompió. Ay, mujer taimada dando cuerda al reloj del odio, ni siquiera llora porque sabe que ya no la escucho como en aquellas noches de reproches, tragedia y basta. No sé si podrá entender todo esto en su infortunio de coleccionar agravios inútiles porque hace tres años no la hablé, porque hace catorce meses no me fijé en su nuevo peinado, porque no sabía por quién suspiraba yo.

Una mujer con flores en el pelo y musgo en su autoestima cuenta pastillas blancas y azules sobre el mármol de la mesa: quince, veinte, treinta, una dosis suficiente para romperse el estómago, para llenarse la boca de espumarajos de odio. Y el teléfono – ven, me muero – y no fui y no murió y sin embargo, después, el río, y ahora si está muerta y enterrada bajo una losa atroz de indiferencia y espero que los caracoles y gusanos me libren para siempre de su voz de cabra, de la imagen de su cuerpo hinchado y flotando en las aguas sucias persiguiéndome como una maldición. Clavo alfileres en su fotografía iluminando esta celda y el calendario con los días tachados en rojo, aburrimiento hasta el juicio porque me acusó en una carta de venganza póstuma, de postrera y refinada revancha por yo qué sé que recoveco de su mente enferma y retorcida.

Pero, Dios, cuanto la amaba....


31 comments :

M dijo...

Hoy me sabes a copla, fandango y esencias de Merimée...

Un beso,
Ofelia

ybris dijo...

Uno se imagina suscitando ternuras.
Pero acaba levantando reproches.
Debe ser cuestión de amores que fueron pero dejaron cicatrices como recuerdos.

Abrazos

Umma1 dijo...

Más muertos que los aguzanados, aquellos a los que les borramos el nombre e nuestra memoria.

Muertos muertos... pero también fantasmas. Y los fantasmas hacen ruidos nocturnos, y nos dan escalofríos.

Los fantasmas saben retenernos.

Saludos

Anónimo dijo...

Una mujer con traje de faralaes y flores en el pelo no se muere. Así no. En todo caso, la matan.

Una contradicción preciosa.

Marc dijo...

Mujeres del sur, pasión y fuego. Cuando todo se acaba es desgarrador y habitan los peores sentimientos.

No osbtante, que nos quiten lo bailao.

Pedro M. Martínez dijo...

Ofelia, te lo confieso a ti, que sabes. La foto, la maldita foto desvirtúa el escrito. Demasiada fuerza en esa mirada de hembra que se come el mundo. A su lado cualquier hombre, sobre todo el del escrito, queda como un patán.
Ay, lo que tengo que aprender.

Pedro M. Martínez dijo...

ybris a veces me despisto. Tu comentario sirve para lo de hoy y para lo de ayer. Debe ser que estoy revuelto. Debe ser. Quizás es que me estoy perdiendo con tantas idas y vueltas.
Nunca se me olvida abrazarte y agradecer tu amabilidad y constancia.

Pedro M. Martínez dijo...

Umma1 hay recuerdos que sí, que pesan más que los muertos. Fantasmas de ayeres lejanos o no tanto que se resisten a desaparecer. De eso sabemos algo ¿no?
Saludos, muchos.

Pedro M. Martínez dijo...

Magnolio una mujer así te mata. Al menos al hombre del cuento (cuentito)
Gracias, guapa.
Tú, con flores en el pelo ¿como estás?
Besos.

Pedro M. Martínez dijo...

Marc desde los fríos burgaleses es difícil entender los calores sureños.
Aún así, estoy de acuerdo, que nos quiten lo bailao.
Saludos (y estudia, tío)

Anónimo dijo...

No te rías Pedro pero en esta segunda lectura de tu texto me ha venido a la mente Isabel Pantoja por lo de flores en el pelo y mirada flamencona, su pareja, es decir el Sr. Muñoz pensando en que no volverá a pisar las baldosas de su cocina, y en su celda, solo, clavando alfileres en una fotografía, jejjeje. Ufff la mente ¡¡¡ qué cajón de imágenes tontas !!!

Fuera bromas me gustó este escrito pero hoy no me lo llevo.

Besossss

C.A. Makkkafu.

இலை Bohemia இலை dijo...

Mujer con flores en el pelo y salitre en la mirada de aguamarina...olé!!!

Anónimo dijo...

Por qué amamos tanto a personas tan dañinas? Me hace preguntarme tu cuento. Todo el mundo tiene una mujer con flores en el pelo que pesa en el alma como un muerto o un hombre de apasionada mirada que nos arrancó el corazón un día. Y me pregunto porque amamos a veces a personas que solo generan odio y malas vibraciones, y enloquecemos por esas personas, y nos entregamos hasta la médula y hasta las entrañas, como luego quizás no haremos con personas que se nos entreguen, que lleguen llenos de buenos sentimientos, que sean incapaz de una malicia, o de nada que suene a retorcimiento. Por qué? :)) Me encantó el cuento, por cierto.

Pedro M. Martínez dijo...

Doña Makkkafu, reina de las soledades antiguas, qué cosas te inspiran mis escritos, hay que ver.
La foto que he escogido lo desvirtúa, la cambiaré.
Te beso, navarrica bella.

Pedro M. Martínez dijo...

Bohemia con flores en el pelo y rosas en la cara airosa caminaba la flor de la canela (Chabuca). Saludos y besos ( apartes iguales)

Pedro M. Martínez dijo...

Moonsa no sé si sabes que no tengo imaginación, ni un poco, escribo sobre lo que sé. Este es un cuento inspirado en algún recuerdo perdido por una esquina del tiempo. He conocido a personas así, más de una (no se suicidaron pero el resto es bastante fiel)
¿ Por qué amamos tanto a personas tan dañinas? Pues mira, ahora que estoy tan contento no me preocupa, te lo contesto otro día. Hoy te envío un beso. Muá

Churra dijo...

De puertatierra adentro la tragedia se mascaba.
¿cambio de foto? ni tanto ni tan calvo Pedro (que ahora mi comentario queda un poco de esa manera).Los fantasmas suelen tener los ojos muy oscuros
Me ha gustado mucho Besos

Pedro M. Martínez dijo...

churra tu comentario ha quedado divino.
Nunca he visto un fantasma ¿son guapos?
Gracias. También por los besos.

Anónimo dijo...

Quién fue ese que se le ocurrió decir que el amor es ciego?...Pues se equivocaba, amamos lo que vemos y lo que se ve sea como sea se ama.

Misántropo dijo...

Dos mujeres absolutamente distanciadas...dos vitalidades casi opuestas...como de Turina a Grieg, por ponerle sonsonete.

A una le nacen las flores del pelo. La otra adorna con flowers su etérea cabellera.

Yo casi que me quedo con la del medio; como el (la) protagonista de este cuento.

Pedro M. Martínez dijo...

Scheherazade a veces. Puede ser. Es posible. Quizás. Pobrecito del qué, de la qué. ¿Y los ciegos?

Pedro M. Martínez dijo...

Estimado Misántropo, sirva la presente para decirle que sí. En unas horas le confirmaré que no. Y ya veremos mañana. Este es un medio en el que todo está por inventar. Estamos en ello. Lo que sí es cierto es que nada es verdad (absoluta, al menos). Lo cual no excluye que le abrace amistosamente.

Anónimo dijo...

Pedro, me dejas sin palabras, una vez más. Gracias por tantas sensaciones.
Un beso y espera otro que te traeré de Valencia bañado en el mar.

Pedro M. Martínez dijo...

Gracias a ti, Rouge y pásalo muy bien en Vslencia.
(¡Vaya despedida la tuya!)

Mónica Sabbatiello dijo...

No tengo sentimientos claros ante este escrito.
Demasiado sangrante, acaso, demasiado reproches, de ambos lados,
demasiado espacio para la muerte.
Es como un corte, sucio,
a un pasado duro.

Pedro M. Martínez dijo...

Pues, Nina de Papuza, es producto de mi imaginación al 100%.
Será que la tengo (también) así.
Mi pasado es inmaculado (también).
Mi futuro es más negro.

Anónimo dijo...

Pedro, es verdad eso de "un pasado inmaculado"?

Pedro M. Martínez dijo...

rouge, te contestaré.
La pasada semana asistí a cuatro funerales. Hacía tiempo que no escuchaba una misa. Soy agnóstico. En uno de los evangelios decían eso de “...el que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. ¿Un pasado inmaculado? de cosas como las que inventé en ese cuento, sí, de otras supongo que no. No acabo de nacer y me ha dado tiempo para vivir algunas experiencias. De pocas de ellas conservo malas sensaciones, quizás alguna, la madurez (a veces) se alcanza (también) tropezando.
Inmaculado es un termino absoluto, como embarazo, como muerto, como desamor, como odio. No lo sé.
Se acaba el domingo, besos.

Mónica Sabbatiello dijo...

Qué cosa no¿?, en cambio mipasado es doloroso en extremo, sucio de amores que impulsaban la muerte, acaso por eso, repliego, acaso por eso, tu remueves aguas negras ... y creas, para ahondarnos a los que ya saltamos, como peces plateados, al cielo azul de verano.

Pedro M. Martínez dijo...

Nina de Papuza, acabo de llegar y estoy demasiado cansado para entrar en un comentario tan intenso. Insisto en la imaginación, lo inmaculado, la invención.
Y en lo contrario.

Pedro M. Martínez dijo...

Ardi Bronston, recuerdo que nos asemejan varias aficiones, algunas coincidencias, una dolencia, dos contradicciones y esta manía de dejar en estas esquinas nuestras ficciones.
Tuve un gato andaluz –sin fricciones- y no me odiaba (sé que tú tampoco).
Te abrazo y algún día te explicaré mis métodos.

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