martes, 25 de diciembre de 2007

Metonimia de la sospecha. (6)

He visto que todo afán y todo éxito en una obra excita la envidia del uno contra el otro. También esto es vanidad y atrapar vientos.(Eclesiastés 4-4).

Una vez transcurrido el fulgor de la sílaba gutural queda la fragmentación de lo cotidiano, la mansa adecuación al deterioro físico, el músculo supeditado, Vía Láctea en láminas, frascos numerados, los goznes de lo oscuro girando en lo de después, tinta azul para un tiempo en el que las cunetas se poblaron de olmos de recuerdos, no se precisa un tratado de hermenéutica para interpretar estos difusos trazos de post rasguñados en la altiva garamond, a veces otras hasta aquel viernes en que el cielo estaba gris y las olas rompían con estruendo en las rocas bajo las propiedades del convento. La muchacha protegía su nuca de los hilos de salitre que flotaban en la playa invadida de gaviotas. Caminamos sobre un sendero de algas y a nuestro paso la espuma formaba arcos brillantes y húmedos. Hablábamos y las palabras quedaron prendidas en las zarzas –giré la cabeza y florecían-. Hablábamos y todo estaba dicho. Nos besábamos y el pudor nos envolvió los labios. La conocí, sí, y aún no he empezado, kilómetros de lluvia para un viernes, pensar en ella mientras conduzco, ella al final de una autovía de camiones, cantando en una ventana, mirándome desde una curiosidad que quiero concretar, bailando de puntillas con una música de guitarras, presentida en sus cartas a otros, en sus miradas a otros, en sus palabras a otros, dijo aire y contesté aviones, dijo I y contesté H, nos dijimos tantas cosas y ninguna, no hizo falta. Ella. Al conocerla deseé tenderme a su lado (vestidos, ¿eh?) y abrir los cajones de su cabeza, uno a uno, revisar sus armarios interiores, saber de sus recuerdos, de sus miedos, de sus gozos, de sus luces, de sus cuartos oscuros, quise abrirle las ventanas y dejar que el sol entrase por sus cuartos. Ay, hacía tanto frío en aquella playa. ¿Lo digo?, al conocerla, después, deseé tenderme a su lado (desnudos ¿eh?) y besarla en cada herida, en cada cicatriz, en las grietas que le sorprenden, en los huecos que la bajamar ha dejado en su historia; deseé hacerlo con tal lentitud que nos iban a faltar horas para tantos besos, besos de pájaros, besos tiernos, besos de niños sorprendiéndose el uno al otro en un pajar con luz de luna. Al conocerla comprobé que era real, que respiraba, que miraba tan dentro que sabías, que ataba con un cordel su fantasía y la llevaba como un globo de los que daban los jueves en las zapaterías. Después nos despedimos y el milagro quedó ahí, creciendo, trepando por las ruedas de su autobús, por mi autovía de camiones. Este beso no puedo suplantar al que no nos dimos.

(sigue)

Oscar Peterson


6 comments :

Coblenza dijo...

....hay qué historia tan bonita!


"la verdad es un secreto, está oculta.
si no conoces la verdad no conoces el amor"
¿Verdad?

Yo no sospecho, fíjate!


Me gusta tanto el amor en todas sus variantes...

The love, metonimia ná de ná.


Abrazos mile Pedro mío.


Muack!

Pedro M. Martínez dijo...

Querida Coblenza, la verdad ¿dónde está? ¿quién la tiene? ¿y el amor?
Aquí hay mucho amor.
Lo sabes.
Te beso.

ybris dijo...

Palabras prendidas en las zarzas que florecen al girar la cabeza.
Deseos de desnudez tras el conocimiento vestidos.
Milagro que crece tras la despedida donde es más el beso pendiente que el dado.

Me gusta.

Un abrazo

mirada dijo...

Tu metonimia me deja sin palabras, corazón, muy emocionante.
Un beso dulce.

Pedro M. Martínez dijo...

ybris, cuando leo lo que lees, me entiendo mejor.
Gracias.
No es fácil.
Un abrazo

Pedro M. Martínez dijo...

Es tu Mirada, Mirada.
Delicioso tu beso del 26.
Otro para ti (aunque no sé si podré igualar esa dulzura)

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