miércoles, 30 de abril de 2008

Tao Te King

Del Tao se puede hablar, pero no del Tao eterno.
Pueden nombrarse los nombres, pero no el Nombre eterno.
Como origen de cielo-y-tierra, no tiene nombre, pero como "la
Madre" de todas las cosas, se le puede nombrar.
Así pues, oculto desde siempre, hemos de contemplar su esencia
interna.
Pero manifestándose continuamente, hemos de contemplar sus
aspectos externos.
Los dos fluyen de la misma fuente, aunque tengan nombres
diferentes; y a ambos se les llama misterios.
El Misterio de los misterios de la Puerta de toda esencia.


(Lao Tze)





Señoras y señores, nos queda la esperanza. No se me vayan a ir abajo ahora. Estamos entrando en un mundo nuevo de comunicación aérea. Ni siquiera conocemos los límites. Tampoco las normas, las reglas, las consecuencias. Leo a escritores con seudónimo (que se llaman a voces por sus nombres), funcionarios (que funcionan en poemas no oficiales), paseantes (que pasean desde su cubículo detrás, dentro de la pantalla), amas de casa (que llegan a todo, novelan, hacen sentir, estremecen con palabras tendidas al viento), jubilados (con júbilo), adolescentes (con experiencia de anciano), jubilados adolescentes (¿), adolescentes jubilados(¿), obreros de la construcción (de maravillas del lenguaje), deportistas (del verso, con y sin record), ejecutivos sin cartera (con carteras repletas de versos diversos), cirujanos (abriéndose a sí mismos el pecho con sensibles bisturís), desocupados (que se ocupan de interesarnos), torneros (de sensibilidad), fontaneros (de arterias atascadas de emoción), mineros (que bajan tan dentro que encuentran cielos de ternura), carpinteros (sosteniendo la viga maestra de las sensaciones), copistas (que copian y son copiados por los que copian), maquinistas de tren (silbando melodías en las vías), ingenieros de caminos (eso), arquitectos (levantando puentes desde ahí hasta aquí mientras lloran dulzuras), psiquiatras (paseándose por dentro, por un jardín de flores negras), mujeres y hombres (tú, yo, ese señor de verde) asombrándose de tantos aficionados a escribir, desentrenados pero con la capacidad intacta para pellizcarnos el corazón, ahí donde confluyen los ríos de alma, donde se despeñan las cataratas del lenguaje que sale del estómago de la sensibilidad, o el saber hacer, técnica, delirio, ocurrencia, instinto, soplo de los dioses, casualidad, melodía en el caramillo de juglares, brillo de voces armónicas en el templo en penumbras y emocionado del yo. Amén.





Es decir: A y B.
Es decir: izquierda y derecha.
Es decir: otro oscuro post..



martes, 29 de abril de 2008

En el jardín.



El viento de levante canta,
desordena pasadizos húmedos,
levanta exordios de libélulas.
Las mujeres comparten
risas, malaventuras,
lacerados deseos.

Jane Birkin no está.

En el mediodía roto,
en círculo, madres
hablan de madres,
absortas en el goce,
en los dolores,
hijas hablan de hijas.

Aromas que vuelan
ajenas a la mirada
del hombre que mira,
extranjero en la línea
de voces tras la
luz que palpita.

El viento de levante canta,
inventa laberintos con denuedo,
por la hierba reparte insectos
locos. El puchero borbotea
en el fogón. Nadie
piensa en comer.

Jane Birkin no está.


Horowitz


lunes, 28 de abril de 2008

Game Over.//.Insert Coin.

PASEO por una ciudad
sin orillas
miente la tarde

espejos despedidas humos
que denuncian retornos
me deja solo

el paso de muchachas alejadas
no pronuncian mi nombre no decretan
mi muerte

entonces regreso
a los artesonados pasillos del recuerdo
pieles carnes repletas siluetas
en sus cueros

el ruido de los párpados al cerrarse
y tal vez

tal vez un grito literario puso nombre
al instante en que fui feliz
a la sombra

siempre a la sombra
de las muchachas sin flor.

(Manuel Vázquez Montalbán)





Lo sé, nadie me invitó a esta fiesta, lo acepto. Puede incluso que no haya fiesta y esto sea solo una reunión casual de transeúntes apresurados que dejan su tarjeta de visita y se quedan el tiempo suficiente para soplar las velas, oler las flores y decir eso de qué bueno era y siempre se van los mejores. Digamos que es así. Digamos lo contrario. Digamos lo que digamos siempre alguien estará sentado fuera del círculo, con los gatos, ahora que la vendimia terminó y Celentano canta tan raro. Bajo los soportales, mirando la lluvia, sacando la lengua para atrapar las gotas (se me juntan las teclas, se me está olvidando escribir), no contesto los correos, no abro las ventanas, se me está llenando la casa de humo, del cerebro, estoy abúlico, con resaca, pegando por las paredes carteles con los nombres de los desaparecidos, con las fotografías de sus manos cortadas, con ramos de margaritas a los pies de las estatuas, con caballos por las alamedas que llevan al alba. Y el reloj. Dejo aquí poemas, cuentos, me cuento, me invento, dejo horas y amor en mis dedos pasando por una espalda desnuda (quién dice espalda dice corazón, quién dice corazón dice un punto indefinido entre el alma y el ombligo), dejo también colores que robo bajo el agua, ladrón sumergido en el Abra pintada de luces. ¿Puedes oírme ahora? Este es un extraño reino sin rey, con solo un bufón triste dando volteretas ahora que todos se han ido y el castillo arde ahí en la altura, con los arcos derrotados, con tapices enrollados bajo el portón a ninguna parte, con dioses antiguos vestidos de aire y se ha derramado la leche, madre, los perros hambrientos lo celebran. Me comentan los comentarios, la portada, el tamaño de las letras, el brillo de la plata, los ángeles que pasan sin quedarse. Estoy ahí ¿no me ves? ese que hace señales desde el escenario, soy yo ¿no me escuchas? A esta película se le ha borrado la banda sonora, los pianos se han quedado mudos y solo queda hacer muecas, gestos, arrugar la nariz, subirse a un tren de madrugada y adivinar los puntos cardinales mirando las estrellas. Angustia de no ser y de haber sido, angustia de ya no y de tanto tiempo, angustia de enfrentarme cada día al qué dirán, dejando lo que soy en un cuenco bajo esa lluvia que dije, con una vela que apaga el viento, este de hoy que se lleva los balcones, las señoras asomadas a sus vidas, las chimeneas con el humo de mil fuegos, las tejas que defienden el pudor de tantos techos vacíos. Y así. Extraño lugar sin sitio en los mapas, sin marcas amarillas en el suelo, sin señales que orienten y me he perdido, tanto hablar y no sé decir ahora: por favor ¿puede indicarme la salida?


Cada uno de los granos de esta piedra, cada trozo mineral de esta montaña llena de oscuridad, forma por sí sola un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre. Hay que imaginarse a Sísifo dichoso.(Albert Camus).

Amabilidad de Mirada


domingo, 27 de abril de 2008

Tres preguntas.

Una zorra saltaba sobre unos montículos, y estuvo de pronto a punto de caerse. Para evitar la caída se agarró a un espino, pero sus púas le hirieron las patas, y sintiendo el dolor que ellas le producían, le dijo al espino

-- ¡ Acudí a ti por tu ayuda, y más bien me has herido. !

A lo que respondió el espino:

-- ¡Tú tienes la culpa, amiga, por agarrarte a mí, bien sabes lo bueno que soy para enganchar y herir a todo el mundo, tú no eres la excepción!

Nunca pidas ayuda a quien acostumbra a hacer el daño.

Esopo

De aquellas personas con las que has tenido, o tienes, relación por medio de los blogs

1ª ¿Has hablado por teléfono con alguna de ellas?

2ª ¿Te has citado con alguna de ellas?

Si en alguno de los dos casos la respuesta ha sido afirmativa.

3ª ¿Te has sentido defraudado o ha sido mejor que lo que esperabas?

Esto es pura curiosidad, no tiene ningún objeto estadístico, ni de estudio, ni se publicará en parte alguna. Pretende compartir experiencias.

Mis respuestas.

1º Sí, con varias. Siempre muy cordial, muy agradable.

2º Sí, con varias. Algunas son de aquí (Bilbao) o han venido por diferentes motivos Con otras personas, aprovechando viajes, o no, he coincidido allí donde estaban.

3º Nunca me he planteado expectativas antes de conocer a nadie, simplemente quería conocerlos. Siempre ha sido espontáneo, a veces casual, a veces imprevisto, siempre natural. Debo decir con total sinceridad que he encontrado personas extraordinarias con las que mantengo una hermosa amistad. Realmente ni imaginaba poder llegar a ese grado de confianza y cariño con tan diversos hombres y mujeres a pesar de las diferencias, de la distancia, del país, de la edad, de la forma de pensar, de tantas cosas. Me siento muy afortunado de mantener con muchos de ellos una hermosa relación y se lo agradezco de todo corazón.
Quiero matizar que este conocimiento ha sido siempre absolutamente amistoso (a pesar que en algún caso no me hubiera importado quitarle algo de pureza a la reunión).

Solo en una ocasión me sentí defraudado con un caballero que comentaba habitualmente mis escritos y me enviaba mensajes desde diferentes lugares insistiendo en que quería conocerme. Vino un fin de semana con su esposa y quedamos para cenar. Desde el primer momento me resultó insoportable, no hubo química (ninguna, por mi parte al menos), solo quería marcharme. Menos mal que su acompañante era simpática, de conversación fluida, y equilibró un poco la noche. En cuanto pude, argumenté dolor de cabeza y me fui. No nos hemos vuelto a escribir.

Resumiendo: el balance, en mi caso, es (+ o -) de veinte a uno.
¿Y el tuyo?


Tom Jones


sábado, 26 de abril de 2008

Mayra y Bessie Smith

...23 De allí subió (el profeta Eliseo) a Betel. Iba subiendo por el camino, cuando unos niños pequeños salieron de la ciudad y se burlaban de él diciendo: "¡Sube, calvo; sube, calvo!" 24 El se volvió, los vio y los maldijo en nombre de Yahveh. Salieron dos osos del bosque y destrozaron a cuarenta y dos de ellos. 25 De allí se fue al monte Carmelo, de donde se volvió a Samaría". (Libro Segundo de los Reyes).

El nombre se desvela como la luz del mediodía entrando por las vidrieras de Notre Dame. Cruzo el Pont de Sully siguiendo los imaginarios pasos de la Maga, escucho jazz, blues de la cama vacía, empty bed blues. Desconozco si Bessie Smith paseó junto al Sena, sé que la Maga es uruguaya, como Mayra.

El nombre, meciéndose en las ramas luminosas de los tilos entre inquietos pájaros de la mañana. Caminamos por las calles medievales de Labastida, mercado del sábado, nubes blancas que se rompen en la iglesia de arriba, música de gatos. Aquí estuvo Mayra- dice M- e intento medir cada casa de piedra con su mirada uruguaya. El día sigue con el recuerdo prendido, en la comida, en el regreso, en aquellas canciones que también escuchábamos volviendo de Donosti. Sé que Bessie Smith jamás estuvo en Labastida. Esta noche llamamos a Mayra, sin falta- dice M.

“Mi amor es hinduista y yo musulmana
por amor barro los escalones del templo prohibido.”

First Cut Is The Deepest


viernes, 25 de abril de 2008

The first cut is the deepest (baby, i know...)

Toco esta mano al fin que comparte mi vida
y en ella me confirmo
y tiento cuanto amo.

(Valente)


Anoche el tiempo se detuvo, la gente alrededor, los coches, el humo, las voces quedaron inmóviles en el aire, la luna, el mundo quieto. Sólo estabas tú, una aparición esperada, presentida, desconocida, anhelada, soñada en tantas noches, mágica. Por fin.

Me quedé desarmado, vulnerable, torpe. Quise aparentar que estaba tranquilo, pero me llené de tal ansiedad qué no pude decir casi nada de tantas cosas como tenía para contarte, tantas palabras ensayadas, tantas frases repetidas una y otra vez, tantos sentimientos que se empujaban unos a otros, tantos recuerdos, tantos momentos, tantas confesiones.

Luego me fui a casa y desde entonces una losa inmensa me cubre el corazón, me impide pensar con claridad, no me deja expresar esta tormenta de emociones que me suben por el pecho, bulliciosas como pequeños animales traviesos, como dibujos animados, como mordiscos a la realidad. Estoy sonado, como un boxeador girando en la lona, lleno de golpes, herido, confuso, extraño.

¿Y qué hago ahora? No sé si he cerrado una puerta, si he abierto mil ventanas, si las páginas de este libro pasan incesantes y locas, si el reloj de arena se ha roto, si el candado de las cadenas está abierto, si he entrado en otra jaula más grande, llena de ansiedad, de angustia.
Sé varias cosas, es cierto, que la vida está aquí, ahora, que los sentimientos son obstinados, que la razón se nubla a veces pero no, que todo estaba escrito, dicho o callado y que lamentarse no sirve de nada.
Sé, también, que no te conozco. Conozco tu nombre pero no sé quién eres. Distingo tu cara, algo tu voz, algún gesto, tu sonrisa y poco más.

Tantos años esperándote, esperando a la niña que nunca me quiso, a la niña que me rompió el corazón para siempre, a la niña que destrozó mis ilusiones más puras. Y ahora, escribo esto gritando, gritando sin pudor, sin querer contenerme, dejando salir este dolor viejo que me ha quemado el alma tantos años, dejando que se vaya este sombrío compañero derrotado y trágico al que no quiero ver nunca más.

La vida es caprichosa y variable, nos lleva envueltos en sentimientos y azar, en alegrías y profundas tristezas. Dentro de ella vamos y venimos, actores sin papel, comparsas en manos de un invisible director alucinado que reparte órdenes y misterios. Inútil pensar que hubiera ocurrido si tú, si yo. Absurdo imaginar dónde podríamos haber llegado, a qué bostezo, a que rutina, o quizás a que éxtasis, a que descubrimiento constante, a qué amor renovado cada día a golpes de entrega, de ternura, de deseo, de compañerismo, de dar y recibir, de ayudarnos, de comprendernos . Un amor fabricado desde el propio amor, tan limpio como esta llama que he mantenido dentro pese a todo, pese a todas las mujeres que tuve en mis brazos, en mi corazón; pese a tanto tiempo, atroz tiempo; a la desesperanza, a la imposibilidad de este sueño del que nunca, nunca, he despertado.

No quiero definir nada: una obsesión, un mito, un amor frustrado, un sueño adolescente, un sentimiento inmaduro, un rescoldo infantil. Me es indiferente la etiqueta, lo que piensen, lo que digan, llevo un cuchillo en la mano para defender este templo que he llevado dentro toda mi vida y frente al que he quemado mis ofrendas a la pureza de un sentimiento. Podría decirte que he tratado cientos de veces, en vano, repetirte, imitarte en otra, sustituirte, olvidarte, destruir la obsesión por ti, maldecir tu nombre, tu recuerdo que tanto daño me hacía. Inútil empeño, no se puede cambiar el principio de todos los principios., no se puede borrar la inmensa profundidad del primer amor, el que tuve por ti y qué, ahora, después de encontrarte por casualidad, me llena de zozobra, de miedo, de consuelo por tus palabras. También de alegría por comprobar que, a pesar de tanto dolor, tanto sufrimiento durante muchos años, mi amor estuvo bien dirigido a una niña que no supo o no pudo o no quiso, pero que el tiempo convirtió en una extraordinaria mujer, bella, con el alma llena de grandeza, con el corazón rebosante de amor y con toda la esperanza en su horizonte.

Y el resto te lo diré, si puedo, mirándote a los ojos.

Pero, ¿porqué siento que estás triste?....


Nils Landgren


jueves, 24 de abril de 2008

Dragomán, trujamán, intérprete.

En la playa de Torremolinos (Málaga) A.G.M. un anciano de 72 años y con domicilio en Sevilla, se ahogó mientras se bañaba a pesar de que en esos momentos ondeaba la bandera roja que prohíbe el baño. (De la prensa).

Allí no había reloj, estaban el sol y las mareas. Y ella.

Tanto caminar y al final terminaba en aquel lejano lugar donde confluían los ritmos de signos que apenas recordaba. También las ausencias, incluida la mía.

Todo estaba decidido. Lo primero que hice fue cambiar los cuadros en la pared, cortar la hierba para dejar libre el camino, clavar un cartel de bienvenida y preparar café. Después llené su habitación de nardos.

De mañana fui a buscarla a la estación. Nos besamos en las mejillas. En el coche apenas hablamos, emocionados, inquietos. Con voz suave tanteaba por los resquicios de su mirada curiosa, algo burlona, como si ella no supiera demasiado bien que esperar del monje milagrero en que me había convertido.

Al entrar en casa escogió sentarse en una sonrisa, yo me tumbé en una lágrima. No supimos cómo comenzar la conversación y buscamos lugares comunes: el levante, el calor del mediodía, las chicharras alborotando fuera. Al rato, el silencio nos dejó con la mirada perdida, viendo por la ventana volar los chorlitejos, las garcetas y los charranes, aves de marisma, pretexto para no mirarnos dentro, curiosidad ante esos futuros días juntos, prevención por si nos habíamos equivocado en la decisión. Miedo.

Con un gesto le indiqué cual era su cuarto y llevé allí sus dos maletas. Se sorprendió con las flores y dejó la puerta abierta mientras se cambiaba de ropa. Desde el pasillo vi su espalda desnuda. Cantaba, bajito, cantaba, lo interpreté como un buen presagio.

Salimos a pasear por la playa, donde se rompe el agua, los cielos azules, nos dimos la mano para caminar, niños jugando, señoras gruesas bajo las sombrillas, un barco a lo lejos, el mes, nuevo, diferente, para nosotros dos.

Aquella noche, solo en la cama, añoré a mis hijos. Y a S. No pude dormir.

Ella, en la habitación de al lado, tampoco dormía, lo sé.

The Bird and The Bee


miércoles, 23 de abril de 2008

Lluvia de ícaros.

Un poema que se enrosca a la vida
Como la hiedra al árbol cortado
Como la sílaba a la sílaba.

(Leopoldo María Panero)




Llego a zancadas, salpicando en el barro, un mirlo posado en la rama del recuerdo, campanadas a las horas menos diez.

Eludo la lluvia de ícaros que se estrellan alrededor, estruendo de cabezas que se rompen sobre el asfalto.

Renuncio, lucho, lo intento de nuevo, no sé definirlo, no me sirven las palabras que llevo en el equipaje.

No quiero invalidar el frescor de un sentimiento que no puedo abarcar, que me desborda, que es superior a mi cauce.

Ahora.

Detrás de los arbustos un resplandor, ascuas como flores, fuego en pétalos abriéndose en el atardecer de otoño.

Sensaciones que se clavan en las piernas, en los brazos, absorbo líneas de cobre desde el ADSL hasta llaeza, o más lejos.

La lengua humedeciendo la cacofonía de sus surcos.

Ahora se sienta en mis rodillas y me mira detrás de los párpados.

Lee y lo anota en sus tablillas de boj.

Me intimidan sus labios jóvenes y las mariposas de sus muslos.

Habla y su voz placentera se va posando en las grietas de todo aquello que he sido, que no seré, que me duele entre un olor de cuerpos sobre sábanas suspendidas en habitaciones oscurísimas, de latidos de corazones de golondrinas, de briznas de nombres que en sus bolsillos traen otros nombres y estos a su vez traen otros nombres hasta que así, entre todos, me arrinconan al extremo de esta pasarela sobre un vacío ebrio, allá en la intimidad que preserva un dorado sello del silencio.

De ahí llegaba el resplandor.

Poesía detrás de una cortina de terciopelo verde con ribetes, con un mínimo agujero en una esquina desde donde mirar quién viene, quién vuelve.

Que nadie entienda, que nadie sepa que tengo miedo a escribir desnudo.

No hay paraguas que contenga esta lluvia de ícaros.

Art Blakey


martes, 22 de abril de 2008

Eins, zwei, drei, vier, fünf, sechs.

El tabloide británico 'News of the World" publicó extractos de un vídeo en el que aparecen imágenes gráficas de Mosley mientras participa en una "orgía depravada al estilo nazi con cinco prostitutas en una mazmorra de tortura".
En el mencionado vídeo, de cinco horas de duración, se ve cómo Mosley, de 67 años, "interpreta el papel de comandante en un campo de concentración" y, entre otras cosas, "da órdenes en alemán a las prostitutas, a las que golpea en el trasero con un látigo".
El propio Mosley remitió una carta a la FIA en la que no niega su participación en el encuentro, sino sus referencias con el nazismo, afirmó que se querellará contra "News of the World" e insistió en su intención de permanecer al frente del organismo.

O algo así. Es decir lo del otro día. Es decir lo de siempre, que uno hace todas esas cosas y además habla, lo que da a lo anterior una dimensión diferente, tanto que es otra historia. Hablamos y eso lo complica todo.
Me estoy refiriendo al sexo.
Claro, el goce, además de la interacción (oh¡) física con uno mismo, con otro, otra, otros, animales, objetos, así hasta el infinito de la imaginación, necesita el fantasma del objeto del deseo (que muchas veces no tiene nada que ver con ese otro, otra, otros, etc).
Entre el acto amoroso misionero o una representación con máscaras, cuero, látigos, disfraces de emperatriz o besos de colores solo hay la distancia de lo íntimo. En el centro de África solo se considera ladrón a aquel al que se le ve robar, si robas y nadie te ve, no eres un ladrón. Pues eso, que a nadie le importa lo que cada uno hace en su intimidad.
O lo que no hace.
Lo decía Baudelaire, "el placer, este verdugo sin piedad". La cuestión es que ese placer está más aquí dentro (sírvase apuntar a la sien con su dedo índice) que aquí fuera (sírvase apuntar a sus genitales con ese mismo dedo índice). Por eso la abundancia de, no significa necesariamente goce. Aunque, claro, la sequía de, implica casi siempre cota cero de goce. O por ahí va la cosa que en cuestión de estos jardines la experiencia de uno se contrapone con la de los otros y los otros son muchos y así llegamos al eins, zwei, drei, vier, fünf, sechs de Max Mosley ( èl dice que si contaba en alemán los golpes que daba con una correa de cuero a una joven arrodillada es porque ella era alemana.) Y nada que decir, que uno pasea por las calles y es capaz de seguir una espalda femenina durante kilómetros; solo con una condición, no ver la cara de la dama, ahí está la gracia, el misterio, el quizás. Es la cosa.
Quede bien claro que no pretendo banalizar el goce sexual, todo lo contrario.
A veces me lío.


lunes, 21 de abril de 2008

Anne Bancroft.

Tractatus logico-philosophicus.

1. El mundo es todo lo que acaece.
1.1 El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas.
1.11 El mundo está determinado por los hechos y por ser todos los hechos.
1.12 Porque la totalidad de los hechos determina lo que acaece y también lo que no acaece.
1.13 Los hechos en el espacio lógico son el mundo.
1.2 El mundo se divide en hechos.
1.21 Cualquier cosa puede acaecer o no acaecer y todo el resto permanece igual.

(Ludwig Wittgenstein).


En la hora justa posterior a la renuncia, entre un revuelo de lirios y golondrinas, pensé en la estructura de ADN del recuerdo de aquella que tanto se parecía a Anne Bancroft. En las uñas del alma aún tenía clavadas las astillas de los besos en la curva de las caderas de la que era su doble. No ahora, quizás, sí en un tiempo pasado del que confundo los números y las realidades.

Los vencejos del olvido picoteaban los caparazones de las tortugas de los años, las compraba y se morían, comida equivocada, aguas subterráneas no aptas, insistencia en esa comparación absurda.

Me decidí al fin, armado con los aperos del lenguaje de los mudos, en plasmar los recuerdos en gestos y muecas, en violento silencio, la frente contraída, la mirada errada, la lengua acariciando los dientes en la boca seca, labios fruncidos.

Miré y no estaba.

Ya no, ya no invoco el pasado, es inútil, es absurdo, ella está pero no es ella, es otra, no sé quién es esta, una copia, alguien parecido a quién era pero de otro color, por dentro, cascara que no encierra a la que fue.

Las sábanas arrugadas que me empeñaba en doblar, el resplandor de su rostro en Tarragona, aquella habitación con las contraventanas de par en par, el brillo de la luna nueva nadando sobre nuestros cuerpos temblorosos entre caricias y susurros. Ella sudaba como una niña asustada, encunada entre mis brazos que no podían dormir y el péndulo del destino oscilaba entre su sí y mi no.

Hermosura de la tristeza, belleza en la suma de momentos compartidos, ella apoyada en la pared, mi lengua surcándola en íntima ascensión, las yemas de los dedos jamás se serenaban allí donde se rompían los manantiales aunque ella no se permitía el goce más allá de lo mecánico, dique de profundidades, comentarios quincenales en París, qué digo, qué sé ahora.

El aire de un hotel de tercera, ropa tendida en el patio, encuentro apresurado después del vermut, por la autopista cercana atronaban camiones, la vecindad no era alegre, el deseo como un perro arriba y abajo de nuestros cuerpos tendidos, nos deseábamos tanto que las venas del cuello se hinchaban de brutal nostalgia cuando estábamos separados.

Era cuando me recordaba a Anne Bancroft.

Después se hizo la noche y no volvió a amanecer. Entonces fue cuando supe que todo había sido un exceso, un error en la geografía desmesurada de la nostalgia. Palabras sin sentido, sin miel, basurero de palabras, la tristeza vestida de negro con un clavel en el borde de la mantilla, la certidumbre de la muerte sentada frente a mí, mirándome, como aquella noche del hospital, límite de los días, impaciencia de la nada.

Lejos, todo está lejos, solo está cerca el mortal aburrimiento de no verla, la imagen de sus bragas negras sobre la piel blanca de diciembre y un mensaje en el contestador que no debo borrar para espanto de los sábados que se llenan de sentimiento no controlado, cuando lloro mansamente sobre el mantel de ahora.

En la época clásica, la prosa y la poesía son magnitudes, su diferencia es mensurable; no están ni más ni menos alejadas que dos cifras distintas, contiguas como ellas, pero distintas por la diferencia misma de su cantidad. Si llamo prosa a un discurso mínimo, vehículo más económico del pensamiento, y si llamo a, b, c, a los atributos particulares del lenguaje, inútiles pero decorativos, como el metro, la rima o el ritual de las imágenes, toda la superficie de las palabras se encontrará en la doble ecuación de Monsieur Jourdain:

Poesía = Prosa +a+b+c
Prosa= Poesía -a-b-c

El grado cero de la escritura (Roland Barthes).

Kate Rusby



domingo, 20 de abril de 2008

Escaramuza.

Meditaciones, Libro V

Cuando por la mañana te cueste trabajo despertar, ten presente este pensamiento: «Me despierto para llevar a cabo mi tarea como hombre.» ¿Voy a estar de mal humor por tener que hacer aquello para lo que he sido hecho y colocado en el mundo? ¿Acaso he sido constituido para permanecer calentito debajo de la manta? «¡Eso es más agradable!», pero ¿has sido hecho entonces para el placer? En general ¿has sido hecho para la pasividad o para la actividad? ¿No ves que las plantas, los pájaros, las hormigas, las arañas, las abejas hacen las tareas que les corresponden, contribuyendo así a la armonía del mundo? Y ¿tú no quieres hacer lo que corresponde a un hombre, ni apresurarte a lo que está de acuerdo con tu naturaleza? «También hay que descansar.» Sí, de acuerdo, pero la naturaleza ha fijado sus límites al reposo, igual que al comer y al beber, y sin embargo, tú traspasas esos límites y vas más allá de lo que es suficiente, excepto en tus acciones, en las que te quedas por debajo de tus posibilidades. Eso es porque no te amas, pues si lo hicieras amarías a tu naturaleza y su propósito. Otros, por los oficios que aman, se desviven dedicándose a ellos sin comer ni lavarse, ¿estimas tú menos a tu naturaleza que el cincelador su arte, o el bailarín la danza, o el avaro su dinero, o el vanidoso la jactancia? Estos, cuando se apasionan, no quieren comer ni dormir, sino sólo ver progresar las cosas por las que se afanan. ¿Te parecen inferiores y que merecen menos cuidados las cosas útiles a la comunidad? (Marco Aurelio)



No tuvieron miramientos. Intentamos escapar por la puerta de la cocina, la que daba al patio, pero habían acordonado la casa. A empujones nos juntaron en el comedor. La niña lloraba, su madre intentaba calmarla. Nosotros disimulábamos nuestro miedo. No sabíamos quién podía habernos delatado.

Ordenaron que nos tumbáramos con las manos en la cabeza. No nos ataron. Tampoco hacía falta, siempre nos vigilaban dos o tres hombres armados.

Al llegar la noche escuchamos explosiones cercanas, gritos, movimiento de vehículos en el puente, luego silencio. Algunos se durmieron, yo no podía, repasaba una y otra vez las consignas que nos habían dado, dónde podíamos haber fallado. No hacía frío y al fin me venció el cansancio.
Me despertó John. Se habían ido, ni rastro de ellos. No hicimos preguntas. Organizamos el repliegue y en grupos de tres nos internamos en el bosque. Nadie hablaba. Todos sabíamos que alguno de nosotros había confesado. Quizás íbamos hacia una trampa. No teníamos otra opción, seguimos.

Micah P. Hinson


sábado, 19 de abril de 2008

Íntimo(%)..

Antes que pájaros había alas,
antes que nubes lluvia, aún hay ríos
que nacen más arribas de sus fuentes
y algunos hombres creen que existe Dios.

(Gonzalo Sánchez-Terán)



Despierto en el día que terminó mi vida. Ocurrió una tarde, después de una tormenta de verano, pero pudo ocurrir de noche, o en enero. Entre la vida y la muerte quedó un instante detenido, una eternidad fugaz, una intuición. Había terminado mi niñez y el futuro era el desierto de amar sin esperanza, la agonía de esperar lo inesperado, la utopía de que al fin me mirase (dentro).

(El aroma de una panadería de un pueblo del norte).

Ahora, como un insecto xilófago bajo la corteza de un árbol milenario, no me atrevo a desatar mi instinto y canto, con los grillos, melodías de la alameda donde me he perdido.
La tarde cae bajo una cortina de peces de terciopelo con reflejos de anémonas.
A veces escribo tan fuera de la realidad que me cuesta volver a tierra firme.
Soy un lunático encarcelado entre palabras con cactus, entre sentimientos que cuelgan de las vigas, con los pies en el techo junto a una lámpara que alguien apagó.
A mi espalda, un hombre vestido de negro mastica mi sombra.


No era esto, no lo era, pero me siento obligado. Que estupidez.

Looking For An Echo.


viernes, 18 de abril de 2008

Yosano Akiko (1878-1942)

En cada cuarto,
en cada jarrón,
enciende una brillante luz
arregla amapolas y rosas.
Esto no es consolar
sino castigar;
porque aquí, una mujer
- a quién nadie alaba
ni responde,-
de pronto deseó llorar
por una nimiedad.


(Yosano Akiko)









Un poema tiene sus reglas: hacer sentir –dolor, calor, frío, gozo- al que lo lee.

Un cuento tiene que coger al lector de las tripas, envolvérselas por el cuello y ahogarle hasta la última línea.

Una página aquí colgada no es una herramienta engañosa, no es un juego, no es un artilugio de triturar minutos, no es una ventana a un solar baldío, no es un escenario para el aplauso.

¿Qué es? ¿Sabes definirlo?.

No, no me atrevo. Tal vez sea una forma de resistencia, la rebeldía ante la sombra de la puta dama enlutada, una búsqueda en las huellas, un atisbo de mañana, un inocente y esforzado ejercicio artístico. Fe.

Quizás en este limitado espacio de tiempo –ahora-, adornado con el color de nuestros días, esta invitación a mirar a los otros, espejo, América, selva, mentira, lo cierto, sea una sutil manera de ver la desnuda necesidad de ecos, ojos, orejas, de sentirnos queridos y querer, de comprobar, en fin, que estamos vivos.

Algo así.






De los innumerables escalones
que conducen a mi corazón
él subió tan sólo
quizás dos o tres.

(Yosano Akiko)



Chet Baker


jueves, 17 de abril de 2008

Carior est ipsa mentula.

Nos amábamos con dulce pasión, nuestros cuerpos se encunaban, se acunaban, estaban destinados a ser uno, a mezclarse, acariciarse, mimarse, fundirse. Ella era (es) la mujer más bella del mundo, solo podía vestirla con su desnudez y amarla postergando mi gozo en su mirada.



Entre el ramaje de lo cotidiano, por un lado va el que trabaja, ríe, llora, se alimenta, dice, se expresa, sufre, goza, excreta, duerme, bebe, comunica, ignora, ama, busca, se pregunta por la esencia, y no la encuentra.

Intuimos otro lado, desconocido.

Un día, durante el amor, al dar dos pasos atrás y mirar desde fuera, descubrimos el tránsito brutal de la voz al gruñido, del control del cuerpo por la razón al empuje imparable del deseo sin límite, primitivo, animal.

Y surge el espanto.

Espanto al descubrirnos en el instinto, antes de la palabra, antes del pensamiento.
Ahí estaba lo desconocido.

Espanto después del deseo que fascina.

Al instaurar el rito descubrimos el cambio de la pasión del cuerpo por el fervor, por la entrega del sentimiento, dejación de la voluntad, nos instalamos en el otro. Sacrificio de la voz -del ser- por la tiranía de la emoción -ser en otro-, trueque en esa entrega del que eres por aquel al que no puedes llegar, laberinto de laberintos sin luz, doble ser deshabitado.

Y nos asomamos al abismo de ver el antes, la angustia al ignorar dónde hemos estado, no haber sido, no ser ya, nunca. Aún sabiendo que el resplandor está ahí, debajo del negro paño que cubre la sagrada cesta de juncos de los días.

¿O quedaré tirado en una playa
De aún no sé qué mar de desengaño?

(Heinrich Heine).

Milladoiro.


miércoles, 16 de abril de 2008

Steinway, número de serie 17. Desgana



La medida del amor es que, quién ama, no tiene medida.

(San Agustín)





Si esto es la realidad no quiero saberlo, estos textos tienen la voluntad de resistirse a ella. No ha pasado el tiempo, no han muerto los artistas En este laboratorio dilapido mi vocabulario, sin medida, esparzo ideas y ácidas imágenes, los demonios huyen por las ventanas, la sombra del exorcista se alarga por esa calle tortuosa del no creer, de la falta de fe en aquellas ideas que antes mantenían en pie el edificio de la infancia retenida, de los ideales rotos y abrázame en este amanecer que dijimos porque la niebla nos ocultará y el coro de la envidia se morderá las uñas y pueden morderse los riñones antes que golpeemos a los tenores en sus caras pasmadas con esta sensación plácida de ecos conocidos, de confiados traspasos de emociones, de caracolas marinas, de tránsitos cabalgando a lomos de un animal mitológico y antiguo, de esa paz de saber qué, por fin alguien nos ama desde tan lejos que bastaría dar la vuelta a la esquina para encontrarle.

No es exactamente esto lo que quería decir y no sólo a ti, pero no puedo escribir en serie, no todos para uno y uno para todos, no puedo imaginar tantos rostros detrás del cristal tardío. No nos queda tiempo y además un nombre eclipsa a todos los otros. Y no es tu nombre.

Cómo empezar de nuevo ahora que se ha terminado esta sesión continua con dos películas más el documental, los espectadores salen de forma ordenada, cerramos las puertas del cine de barrio, el vendedor de boletos se ha dormido - no me extraña-, y los coches van formando una caravana sobre el puente camino a ninguna parte con conductores que bostezan y familias en silencio.

Te compro una idea.

Chano Dominguez


martes, 15 de abril de 2008

Conjunciones y alteraciones. Desgana





Escríbete.
Come, coma, come punto,
come punto y coma
y ríete de tu ombligo
origen y punto final.

(Andrea Luca)





Mientras jugamos aquí con las palabras del autoengaño no hay lugar para tormentas de incomprensión y conflictos, no cabe la desesperanza, ni la insatisfacción -aunque lo cante Jagger-, no hay espacio para otra cosa que no sea mecerse en las respuestas mullidas, en la espera absurda del regreso de ella, en los secretos que me desveló como una cebolla incesante. Y supe de su corazón traspasado por amores rotos, por esperanzas y temores, por terremotos interiores, historias inacabables que no descomponen su gesto serio, su vida dentro de su vida. En un tiempo me paseé por su vajilla, por su perfumada ropa blanca, por los suelos de su casa brillantes de cera y tiempo, por los de su alma donde se juntan las estaciones de metro, los trenes hacia ningún lado –quizás París- y ¿qué digo? loca ella, loco yo por hablar entonces de frutas de mercurio escondidas en el cerebro, dragones acomplejados y caricias a la luz de la luna, de lo qué sí y lo que no, de lo que importa. ¿Qué es lo que importa? ¿Dónde empieza lo importante? Es difícil definir a qué altura podemos ascender hasta que falte el oxígeno, el aliento, hasta que lleguemos a ese horizonte imposible, imaginario pero. Aún no tengo explicación del calor que se me agolpaba en la nuca cuando ella decía, o yo decía, pero estábamos cuerdos, eso sí sé.

Que no llegue el silencio aunque las hogueras han comenzado a brillar. Sólo nos queda la playa aunque el resto también es arena que va cubriéndonos como a una ciudad olvidada en el desierto olvidado de un mundo olvidado. Si esto es una metáfora vamos a ninguna parte, o hacia atrás, o esto es nada y hemos perdido la memoria. Como mínimo.

Zap Mama


lunes, 14 de abril de 2008

El catálogo Messier (1). Desgana.

Las palabras son necesarias
para que arda el silencio


para que ardan los actos.

(Pilar González España)


Se posaron nuestras voces en la hierba como grandes pájaros melancólicos y no ha ocurrido nada.
Salvo el silencio.

Un periodo de desgana deambulando por un París de extrarradios, un momento de agujeros por los que se escapan los desagües de la comunicación, un clic mental con fundido en negro, una espera en los muelles del río mientras los veleros atracan con noticias alegres, rutina, fuego y frutas de países al otro lado del mapa.

Pero hoy la torre Eiffel amanece puntiaguda entre la niebla y la esperanza nos despierta como un reflejo de risas y ojos, como un inmenso ramo de lirios que nos dejan en la puerta con una tarjeta en blanco, pero nosotros sabemos, sonreímos, por un momento olvidamos lo que ocurre detrás de la cortina. Y los gritos.

Solo tengo un título, una historia en un cajón, el deseo planchado debajo de un mantel a cuadros y mi voz en equilibrio sobre una cuerda inverosímil.

Un rumor de viento extranjero entre los pinos, ladridos de perros optimistas, una jarra bajo la fuente, una mañana azul como una mañana azul.

Tiro las piedras de mis escritos y no sé si llegan al estanque dorado y pacienzudo. Tiro este hilo verde desde su ventana a la mía -o al revés- y no sé si ha enredado entre las copas de los árboles temblorosos del jardín o si vuela en laberintos misteriosos bajo el fervor de mis plegarias.

Tiro musgo y peces a los gnomos pero no es lo mismo. Me tiro yo, de cabeza, vestido, a las aguas tumultuosas de un Sena de incógnitas y salgo gloriosamente desnudo de principios, de negativos presentimientos, de lanzas clavadas en las puertas a ningún sitio.

¿Dónde estás?



Michel Petrucciani



domingo, 13 de abril de 2008

Íntimo(&)...

La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte. En las calles no había más ruido que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegues invisibles. Cual turbas de pilluelos, aquellas migajas de la basura, aquellas sobras de todo se juntaban en un montón, parábanse como dormidas un momento y brincaban de nuevo sobresaltadas, dispersándose, trepando unas por las paredes hasta los cristales temblorosos de los faroles, otras hasta los carteles de papel mal pegado a las esquinas, y había pluma que llegaba a un tercer piso, y arenilla que se incrustaba para días, o para años, en la vidriera de un
escaparate, agarrada a un plomo.
(La Regenta -Leopoldo Alas «Clarín»)
Ella: dime que me querrás sólo a mí. Para siempre.
Claro – digo, bajito- sólo te amaré a ti. Para siempre.
¿Mientes? – pregunta.
Tú y yo sabemos que miento pero ¿a qué es bello? – y la beso.
Dímelo otra vez. –sonríe– Bésame otra vez.
Yo: te amo, pero afloja las cuerdas en mis brazos, deja que vuelva el ajetreo de mis pulsos. Quítame la venda, quiero afrontar tu mirada de fracaso, permite que saboree la sangre en los labios.

(El amarillo de un cuadro cualquiera de Van Gogh.)




13 de abril de 1742- Primera interpretación de "El Mesías", de Haendel, en Dublín.




sábado, 12 de abril de 2008

Mi vida sexual.

Aquella noche pasó de la más completa ignorancia al más exhaustivo conocimiento del acto amoroso. Cuando oía sus gemidos de placer y veía aquella expresión de extático alivio en su rostro, sintió que a partir de entonces su vida cobraba una nueva finalidad: liberar a aquel joven músico de sus sufrimientos. (Los reyes del mambo tocan canciones de amor. /**/Oscar Hijuelos).
Cada día me asomo a estas páginas, cada día me asombro de la falta de pudor de los poetas que cantan sus amores, sus desamores, sus sueños y desvaríos. Algo me ocurrió el pasado viernes que me motiva a contarles también mis experiencias, mi vida amorosa y sexual.

Ella tenía doce años y la amaba. Iba y venía del colegio con su uniforme gris mientras yo, azorado, seguía su andar de piernas flacas, de melena lacia, de sonrisa inmensa. Solo ella existía en el mundo, daba luz a mi vida. Se enteraron sus padres, hablaron a los míos y me prohibieron tajantemente volver a verla. Con mis 14 años sufrí mucho.

Durante tiempo fui incapaz de interesarme por ninguna otra mujer, me dediqué intensamente al deporte. Logré ser campeón provincial de lanzamiento de peso. Aún no conocía hembra.

Cuando volví del servicio militar cambié de trabajo y comencé a salir con una compañera del departamento. Ella tenía 17 años, unos pechos generosos, una simpática nariz y una propensión a encerrarse conmigo en el almacén cuando todos se habían ido. Por fortuna su experiencia era tan limitada como la mía y nuestros abrazos fueron el comienzo de una activa vida sexual, la puerta abierta a placeres que ignoraba existieran. Al cabo de un tiempo ella se fue con el cajero de la oficina y yo busqué nuevas amistades femeninas. Observé que me gustaban mucho las mujeres. Esto no era ningún problema, al contrario, era un hombre atractivo, con buen sueldo, no era difícil deslumbrarlas con invitaciones y regalos. Sería aburrido relatar ahora con cuantas tuve relaciones sexuales hasta que apareció Marta; no lo haré.

A Marta le llevaba diez años de edad y era una bella mujer de constitución robusta y mirada de fuego. Después de unos meses de noviazgo nos casamos. Nuestra vida en común siempre fue feliz. Tuvimos un hijo, Juan, no me explico cómo no tuvimos más ya que nuestras noches estaban tan llenas de pasión que los vecinos sonreían al cruzarnos por la escalera.

Cuando Marta murió mi mundo se vino abajo. Durante un tiempo me dediqué a educar a mi hijo adolescente, a correr por el parque y a mirar a las chicas desde lejos. Un día cambié mi chaqueta gris por una camisa de rayas y entré en un bar de copas, las mujeres acodadas en la barra me miraban porque no era de los clientes habituales. Volví a menudo, era agradable, ningún demérito. Y me relacioné con esas señoras, vaya que sí me relacioné; otro día contaré esta época.

No hablaré de mi segundo matrimonio, quiero olvidarlo. Tampoco del tercero.

Después mi vida sexual caminó sin sobresaltos, los jueves y los domingos, por amor o pagando, ya saben, uno con los años pierde chispa pero no pasión.

Hasta ayer.

Ella me miraba con unos inmensos ojos claros y me perdí en su fondo. Nos amamos con tanta dulzura que aún me duele recordarlo. Tenemos la misma edad pero no me importó, no me importa ahora, solo quiero volver a estar con ella. Soy feliz como no lo era desde hace muchos meses.

Y creo en el destino porque justo ayer fue mi cumpleaños. Por cierto, cumplí 80 años.
Juro que todas la mentiras son verdad.

 



viernes, 11 de abril de 2008

Mi tragedia.

Soy un Job sin amigos, sin Dios y sin lepra.
(
Cioran)


Desde niño me ha gustado, sobre todo, leer y escribir. Cuando mis compañeros del colegio jugaban al fútbol, a baloncesto, a violentos deportes que no me atraían en absoluto, en una esquina del patio devoraba novelas de Alejandro Dumas, soñaba, escribía sagas de aventureros en imaginarias islas pobladas de guerreros feroces e indígenas obsequiosas, emocionadas loas a la primavera, al amor, a una niña rubia que vivía en mi escalera.

En mi adolescencia continué leyendo y escribiendo mucho, a veces escuchaba música, apenas hacia otra cosa. Gané algún concurso con mis poemas de fondo social, arrebatada poesía que quería cambiar el mundo. Jamás se los enseñé a nadie, tampoco los versos que dedicaba a Julia.

Unos años después descubrí internet, los blogs, el medio óptimo para dar salida a mi ingente producción literaria. Comencé de forma tímida, publicando algún cuento corto, artículos de opinión, pensamientos que desarrollaba con un fondo poético. Lo mezclaba con fotografías y vivos colores de fondo, con música.

Recibía muchos comentarios y me animé. Subía un post todos los días. Esto que en principio me resultaba fácil, poco a poco se convirtió en una esclavitud, me llevaba demasiado tiempo y repercutía en mi trabajo, no me llegaban las horas para todo. Busqué un patrocinador. Un grupo industrial me firmó un contrato de exclusividad, por un pequeño banner con su logotipo me pagaba un buen sueldo solo por el compromiso de escribir diariamente en el blog.

Así estuve dos años, justo hasta que se terminó mi imaginación y mi reserva de textos. Mis benefactores se quejaron. Entonces busqué alguien que escribiera por mí. Por medio de un amigo argentino me puse en contacto con escritores profesionales, esos que se inventan un texto a tanto la línea. Contraté a uno de ellos. Fue un negocio abusivo ya que después de firmar descubrí que eran un grupo de cinco prosistas que siempre trabajaban juntos. No solo eso, al recibir los primeros textos descubrí con asombro que estaban escritos en chino. Tuve que contratar a varios traductores que tardaron varias semanas en enviarme el trabajo, bien pagado por cierto. Al intentar leerlo comprobé que, por su cuenta, lo habían volcado al euskera. Para salir del paso hablé con mi amigo Txomin que, previa invitación a varias cenas en el Euskalduna, tradujo a su manera lo que me habían enviado los chinos, que, a su vez, habían interpretado lo que escribieron los argentinos orientales, quién, luego lo descubrí, no habían hecho otra cosa que copiar y pegar de la página de un colectivo literario de Pekín. Para colmo, ante mis cada vez más prolongados silencios en la red, dejé de recibir visitas y comentarios. Como consecuencia mis patrocinadores cancelaron nuestro contrato, dejé de cobrar.

Resumiendo, me encuentro sin imaginación, sin trabajo, sin textos que publicar, con una enorme deuda con los escritores –que me siguen enviando sus trabajos copiados-, con los traductores chinos y con el insaciable apetito de Txomin que me amenaza con revelar a nuestros comunes amigos quién es Glup en realidad. Para colmo los dueños del blog pekinés me han demandado por plagio y piden una cantidad desorbitada. No publico, ya para qué, nadie entra a mi página. Estoy desesperado.

Esta es mi tragedia.
Una de ellas.
Otro día contaré otras.

Joaquín Sabina.


jueves, 10 de abril de 2008

Yanallaypaq.


Jamás.

Jamás había sentido tan crecido el cielo
tanto mar invisible
que esa noche
de espejismos entrelazados
de luces devoradas
por los peces de nuestras bocas
de senos caídos sobre el lecho
como dos gotas sumergidas
como dos brazos blancos
que no tocaran la oscuridad del agua.
Jamás, amor.

Trinidad Portlumière (Martinica, 1956)



Un cóndor cruzaba el cielo de madrugada. El día comenzaba con desgana, como si tantas horas fueran excesivas hasta la llegada de la noche.

El poeta, a lomos de una mula, ascendía por el camino serpenteante. A la grupa llevaba la culpa envuelta en una manta negra. Le decían el poeta solo porque sabía leer y escribir. Eso le hacía útil para descifrar las cartas del gobernador, los mensajes de amor que subían del llano y los requerimientos del hacendado. El calor aún no le impedía silbar para espantar la soledad. Aquella mañana le dolía tanto el corazón que decidió no entrar en versos ni romances para no espantar a los pájaros de la alegría.

En un recodo, agazapado, acechaba el enmascarado, en su mano un cuchillo desnudo brillando con los primeros rayos del sol. Veinte dólares era el precio pactado por terminar con el sensible viajero de la poesía.

El poeta miraba atento al camino pero la curiosidad le impulsó a levantar un extremo de la manta; la culpa se escurrió entre los pliegues negros, se aferró a sus piernas, le subió por la cintura, se coló en su pecho, hizo tropezar a la mula. Fue la caída, el grito, el golpe contra las piedras ahí abajo, después el silencio.

Horas después el enmascarado, aburrido por la espera, enfundó su cuchillo y supo que no cobraría la recompensa. Además había olvidado quién se la iba a pagar.

Ahora a la montaña ya solo suben los cantores del alba, aquellos que cantan las penas de otros.

Y las mujeres de la sierra no sonríen.

Erykah Badu


miércoles, 9 de abril de 2008

Carta del amante desorientado.

Hay un momento por la mañana temprano, antes de que se haya derramado demasiada sangre, antes de que la crueldad de los fuertes haya alcanzado su apogeo, cuando los jugadores nocturnos caen dormidos al fin y se libran de su tristeza, hay un momento en el que el nuevo día parece casi inocente.(John Berger)


Mi amada, con esta intensa lluvia de abril, los caminos se han llenado de ranas de zarzal, los mapas están mojados y desteñidos, las brújulas, desorientadas, y yo.
Camino al azar, chapoteo en el barro, busco tu sonrisa perdida.
En el bosque se escucha el canto chillón de las urracas.
Desde la colina, una bandada de relojes desparejados baja formando gran algarabía y trapatiesta.
Las nubes continúan vestidas con faldas mojadas.
Aunque hace tanto frío, solo pienso en desvestirte.
Pero para eso debo encontrarte, mujer amada disfrazada de azul tristeza, de nieve de algodón, de barcos cargados de helechos partiendo de muelles oscuros.
Y, sin embargo, ayer mismo estuviste a mi lado.
¿O lo soñé?
Sobre el camino ruedan las percepciones habituales coronadas de berzas, serias, ceñudas, circunspectas. Me miran al pasar y se alejan ondeando pañuelos rojos, encendiendo y apagando linternas como en una película de Spielberg.
Detrás de las ramas del nogal adivino el pueblo, el temblor de los cristales, el viento llenando la calle de rumores, tú sentada frente al fuego y mi deseo se prende en el humo que sale de la chimenea de tu casa.
Me acerco y al otro lado de la calle, un hombre con pantalones negros, camisa de cuadros y un ramo de lirios entre los brazos se dirige a tu puerta.
Palpo mis bolsillos buscando una navaja, en mi boca una palabra acerada, un grito que le intimide, un exabrupto, por los suelos, una piedra puntiaguda que lanzar a su cabeza de gañán.
Desde uno y otro lado nos acercamos a ti.
Él trae escrita en la frente una leyenda: París.
Yo traigo una obsesión, una incógnita, dos manzanas y este deseo como hiedra, esta sed de labios de náufrago, este miedo ya que el rústico es fornido, alto como un almendro.
Uno frente a otro, mis ojos llegan a su barbilla, las manos tiemblan, las piernas piensan por su cuenta, la mente solo trata de secar el miedo que empaña los cristales de mi dignidad.
Adivino tu mirada detrás de las cortinas.
Y entonces el rayo, la lluvia desbordando los cielos, la negrura de no verte, el lodazal, ¿qué hago aquí?, ¿cómo he llegado?, la ropa rasgada, mi nariz herida, volver al pueblo por estos caminos, las cornejas se ríen, los zorros ni siquiera huyen, los cruces están llenos de flechas, de indicaciones, por aquí, por allí, no, sí, tú no estás y en un charco, el cuerpo del labriego se desangra con mi navaja clavada en el centro del corazón.

Herbert von Karajan


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