miércoles, 9 de julio de 2008

Unica Zürn

Unica Zürn

(Alemania, 1916-1970) Escritora y pintora alemana nacida en Berlín. Compañera desde 1953 del pintor y escultor Hans Bellmer, un ser fascinado por el fetiche erótico, fue admirada por grandes artistas del surrealismo, entre ellos, Henri Michaux, André Breton, Man Ray, Hans Arp, Marcel Duchamp y Max Ernst. Su producción literaria se compone de dos únicas obras de corte autobiográfico, una novela corta, Primavera sombría y otra mucho más extensa, El hombre jazmín. Ambas se publicaron póstumamente en 1971. También escribió entre 1949 y 1955, algunos relatos breves para periódicos, reunidos en un libro titulado, El trapecio del destino y otros cuentos. Escritora maldita como Virginia Woolf o Sylvia Plath, nunca se convirtió, como ellas, en un mito, aunque algunos dicen que viajaba incesantemente al infierno y en él descubría respuestas que las dos primeras nunca habrían encontrado. A partir de 1957, ingresó varias veces en centros de recuperación para poder superar sus crisis de esquizofrenia, sobre todo tras aparecer desnuda y encadenada en la portada del número 4 de Surréalisme même (1957) en una fotografía de Hans Bellmer. Sus tratamientos y recaidas aumentaron hasta el año 1970, en el que decide poner fin a su vida arrojándose al vacío desde una ventana de su casa de París. © epdlp



Querida mía, en un tiempo de tu vida decías que no querías saber.
Ahora, hoy, sabes algo más e ignoras lo mismo que entonces.

Hay cosas que no sé si sabes.
Durante un tiempo viví en una jaula.
Tú -lo que tú eras para mí- me daba de comer, sin tú saberlo.
Ahora, hoy, camino por el borde de la ría, voy, vuelvo y ya utilizo la pala de pescado, las diversas cucharillas y soy capaz de limpiarme los labios con servilletas de hilo, de papel o con la bocamanga.
O sea, que he aprendido a comer solo. Aunque siempre he preferido comer en compañía. De hecho prefiero hacer casi todo en compañía.
También he aprendido a mirarte de otra forma.

Aún no sé, no tengo ni idea de casi nada, pero entiendo mejor las historias.
Por eso te miro desde varios kilómetros aunque –qué cosas- te veo como si estuvieras a mi lado. O yo en el tuyo, que por eso no vamos a discutir, ni por eso ni por nada.

Veo círculos, ideas circulares, unas cuantas, se repiten, van y vienen pero están ahí.
A veces te veo a ti en una jaula.
Tú misma te alimentas, una cosa extraña, sacas la mano entre los barrotes y te acercas el tenedor a la boca desde fuera. Con lo fácil que sería que comieras desde dentro, pero no, tú eres así, tuya, tú.

Claro, estas son divagaciones, ¿qué sabré yo?, pero miro la fotografía de Unica Zürn -¡qué guapa era!- y pienso estas cosas y otras y sigo sin saber nada pero entiendo, una luz aquí, tenue, de vela, y quisiera abrazarte, acariciarte el pelo y siento una ternura suave, un manto dulce de cariño y emociones sin nombre, tan ricas, soft, como una almohada de plumas mientras camino por el borde de todas las rías hasta que sé y tengo miedo, ahora sí, pobrecito mío (yo). Sé que lo que ocurre, es que todo va demasiado rápido y a este paso terminaremos sin saber nada. De nada.

O algo así.


Primavera Sombría.

HAY un relato breve de la escritora alemana Unica Zürn (publicado recientemente por la editorial Siruela) que nos puede prestar una versión exacerbada de la Lolita enamorada de un hombre maduro. Se titula 'Primavera sombría' y narra, en una tercera persona telegráfica y poética, el despertar al «ansia de placer» de una niña que acaba siendo sometida por las fuerzas del mundo y la incapacidad para satisfacer el deseo que la convencerán de que el vacío es preferible a la existencia y el no-ser un ente reportador de más dicha que el ser. El relato es aparentemente autobiográfico, aunque eso carece de importancia más allá de su enérgica apuesta por una literatura testimonial y dolorosamente vaticinadora -porque el salto al vacío con que concluye 'Primavera sombría' adelanta el final de la autora del relato, que se suicidaría años después de escrito el cuento. Unica Zürn padeció diversas crisis esquizofrénicas que la mantuvieron asilada en distintos centros sanitarios. Fue amante de Hans Bellmer, artista que experimentó su sadismo con el masoquismo de la escritora, a la que fotografió en hirientes poses que hoy son parte de la Historia de la Vanguardia e ilustraciones explícitas para los analistas clínicos de las perturbaciones del deseo. Conoció a todos los grandes de las vanguardias de entreguerras, se enamoró de Henry Michaux, fue cómplice de Man Ray y de Max Ernst, escribió algunos cuentos que hay que contar entre lo más intenso que produjo el surrealismo literario.

'Primavera sombría' comienza con una declaración que ya dice mucho de los acontecimientos que van a tener lugar: Su padre es el primer hombre que ella conoce. El padre de la protagonista es un hombre ausente, sólo se hace presente para herir a la protagonista con una sensación de intensa extrañeza y perturbador deseo, y en cuanto éste hace aparición colocando a la protagonista en un laberinto de preguntas, la figura vuelve a desaparecer. Más adelante, la protagonista cree haberse enamorado de un chico un par de años mayor que ella, que le escribe una carta de cuatro palabras que ella tarda horas en leer, y contesta. Se produce un precioso intercambio de mensajes. Ella se hace la dormida. El le escribe: «Yo sé cómo podría despertarte». Es la bella durmiente y sabe que la respuesta que él va a darle es: «Te despertaría con un beso». Pero si la despertara con un beso todo habría acabado. El beso es el fin. Es lo que todos esperan. Pero ella quiere vivir permanentemente en la espera. Mucho después de escritas esas palabras Roland Barthes en sus 'Fragmentos para un discurso amoroso' lo repetirá: el enamorado es el que vive en la espera. La espera es la enseña del futuro, como el recuerdo es la del pasado y la acción la del presente. Quien elige la espera como enseña, elige el mandato de la ilusión y del sueño. Y es aquí donde cabe la frase de Jung según la cual la enfermedad mental no es otra cosa que un sueño hecho realidad.

El mundo de sueños y espera en el que vive la Lolita de 'Primavera sombría' choca frontalmente con una realidad cruenta y despiadada. Su iniciación sexual, marcada por esa espera en la que se siente al fin a salvo, la espera de la presencia de su padre, la espera del beso que la despierte (no quiere que se produzca, porque el beso pondría fin a la espera del beso, porque el despertar pondría fin al sueño en el que mora y se siente segura) está tachonada de imágenes masoquistas. Un perro le lame el sexo y ella se representa la lengua del animal como un cuchillo; mientras llega al orgasmo ella imagina a un hombre que le corta el cuello. Pero es un masoquismo controlado por la fantasía: cuando su hermano la ataca, el dolor no se acompaña del mismo placer que otras veces la arrebata.

La última estación de esa espera se produce cuando conoce en unos baños a un hombre maduro y atractivo del que se enamora ipso-facto. Lo que siente por esa figura, nos dice la narradora, no lo ha sentido nunca antes. El amor le rebosa porque ella es muy pequeña para contener ese sentimiento, nos dice la narradora. Esto es: la niña se convierte en recipiente insuficiente de un elemento tan caudaloso que acaba supliendo la propia identidad de quien ama, pues le muestra su insuficiencia y a la vez lo declara culpable por no tener la capacidad suficiente para contener lo que recibe. El anhelo se convierte en culpa y la culpa, atrofiada por la propia fantasía de quien se muestra a sí mismo como enfermo, transforma a quien ama en una víctima que se echa la culpas a sí misma para sacrificarse. El afán de sacrificio es aquí desorbitado, porque llega al acto supremo de negación del 'yo', el suicidio. La imagen final del relato no puede ser más perturbadora: estampada contra el suelo real que le ha robado definitivamente la existencia, el cuerpo de la niña sigue expuesto a la realidad: el perro es el primero que ve el cadáver, acude a él, mete la cabeza entre sus piernas y empieza a lamer, pero al ver que la niña no reacciona, abandona su tarea, se tiende junto a ella y empieza a sollozar.

Poco antes de suicidarse, Unica Zurn se preguntaba si su pasión por lo extraordinario era la culpable de que su enfermedad se presentara una y otra vez, invencible, y si sus crisis esquizoides no eran una especie de válvula de escape que le permitían escapar del tedio de vivir. Se rebelaba así contra la idea existencialista de que es, precisamente, el tedio disuelto en el líquido amniótico del vacío de existir, el que era capaz de oponer una razón de insistencia ante la angustia que provoca ese vacío. Ese tedio, estudiado por Heidegger, como uno de los motores del ser, se erige en enemigo principal de lo que bien pudiéramos llamar las existencias heroicas, aquellas que no pueden comulgar con la idea de que la vida se nos marche en el mero vivir, sino que han de indagar en éste para convertirlo en una aventura excepcional, porque sólo en lo excepcional acontece algo que merezca el nombre de vida. La congestionada infancia que se nos ofrece en 'Primavera sombría', presenta a una criatura que aprende pronto que no va a saber coleccionar excepciones suficientes como para que le merezca la pena la suma de padecimientos y tedios de que se compondrá su biografía. Su derrota, representada en la figura del varón apuesto del que se enamora y al que sabe inalcanzable, queda fijada por su incapacidad para aceptar las reglas de lo real.

Hay un momento francamente impresionante en el relato de la pasión que se desarrolla en el interior de la muchacha por el hombre maduro. Este le regala una fotografía suya. Para ella es un tesoro impagable. Primero la protege y la convierte en una fortificación. Pero luego se da cuenta de que si alguien la descubriera, la debilitaría hasta hundirla, sería compartir, revelar lo mejor de sí misma para que fuera convertido en comentario de los otros, en algo real, es decir, infame. Así que hace pedazos la fotografía y se la come. No sólo es un acto de amor: es un acto religioso, de santificación del amado mediante el cual, a la vez que la niña se hace uno con él, renuncia para siempre a la posibilidad de que alguna vez sea alcanzado. No puede ser real porque eso lo convertiría en infame. ¿Qué es lo real? ¿Qué persigue quien ama? Su certidumbre de que el beso es el final de una aventura, fija el territorio de ésta en los páramos sin límite de la imaginación, donde se siente segura, donde el mundo no puede incordiarla. Por eso se siente feliz cuando espera, por eso aborta su existencia: ha vivido lo poco que ha vivido en un futuro que repentinamente se le ha aparecido como irreal, como falacia, y a él se dirige, y a él entrega su vida ahora que sabe que es mentira.










16 comments :

Magnolio dijo...

Claro, vas a comparar, mucho mejor en compañia y encima de la hierba, que solo, aún con servilletas de hilo, tan rasposas ellas.

Como el amor cuando es un juego solitario (eso tiene otro nombre) que se alimenta unicamente de espera de besos o príncipes, porque cualquier chica sabe (no, a las Lolitas que se suicidan no les da tiempo) que siempre lo mejor viene -cuando viene- después del beso.

Por cierto, soy la primer, ¿Está todo el mundo dormido?.

Pedro M. Martínez dijo...

Magnolio de enramada que soporta otro magnolio y este a su vez otro (y así sucesivamente), la discusión está en si esa compañía debe ser siempre la misma o es mejor cambiar. Incluso si es mejor cambiarse uno mismo. No por otro, no, por el otro, ese que todavía no, o no sabe, o no contesta.
El amor como juego solitario, el amor propio, está muy bien cuando no llueve, en tiempos de sequía, incluso cuando llueve a ratos, un charco aquí, una inundación allá. Pero eso de está muy bien es una opinión. Habrá a quién le parezca que no, que está muy mal. Sin ir más lejos (unos 12 o 13 kilómetros) a un jesuita que conocí le parecía mal, rematadamente mal. (quizás era franciscano, no sé, vestía de negro)
Eso, lo de la hierba, que recuerdo una vez en la arena (qué cosas), que casi nos comen dos perros interminables. Ella (había una ella, claro) se quedó pálida (creo, no lo sé fijo, es que era de noche )
Pues eso, árbol que resiste las tormentas, que ese texto de Juan Bonilla me ha parecido muy bueno.
Y tú.
Esperando lo que viene después del beso, incluso esperando el beso, se despide atentamente
Pedro.

Ah, déjales dormir (conozco a personas que no se han despertando nunca. y nunca viene por aquí)

Anónimo dijo...

No...no todos dormimos, algunos hace rato que estamos despiertos, eso si bien despiertos, tanto como para pensar en lo mucho que piensan los demas, ciertamente esta bien expresado el amor, afortunada o desgraciadamente los charcos tienen distintos tamaños y las inundaciones no tienen siempre la misma "categoria" como tales. Me encanta la palabra TODAVIA. Saludos

Magnolio dijo...

Bueno, mientras los demás se despiertan, yo sigo comentando-te.

En mi opinión es mejor, no sé si cambiar, pero si intercambiar, lo que no sé es que piensa la compañía, la de los jesuítas no, esa me la trae al pairo. No tengo muy claro si me gustaría, por ejemplo, ser yo la intercambiada.

Sí, el amor a uno mismo y luego al prójimo, a la prójima (a ser posible sin perros rabiosos). La pena es que no lleguemos mucho más lejos.

Juan Bonilla: me gusta (él y sus textos, ambos dos están muy bien), más como cuentista que como crítico: como, casi todos, me resulta pontificante.

Ah! una cosita más, ¿Alguién - a lo mejor tú que sabes de tó - me puede indicar bibliografía sobre Lolitos, Príncipes dormidos, Cenicientos redimidos...? Sí, de esa que tanto abunda (en femenino, claro).

Guapo!.

gaia07 dijo...

Se les acusa de falta de consciencia de la realidad, dificultad para mantener conductas motivadas y dirigidas a metas, y una significativa disfunción social. Pensamiento desorganizado, delirio, alucinaciones, alteraciones afectivas y trastornos sexuales.

Esto comparado con, consciencia de lo real según quién la cuente, mantener la conducta siguiendo normas dictadas por no se sabe que mentes, dirigirse hacia unas metas claramente capitalistas, globalizadoras e injustas, significativa función social avasalladora. Pensamiento organizado y establecido según leyes de mercado, conocimiento y aceptación de las trampas para subsistir, realidades televisivas, computerizadas, comercializadas, junto con relaciones sexuales altamente higienizadas, ocultadas y secretizadas, no me extraña que más de un@ prefiera vivir en la espera continua, esquizofrénico declarado, y acabar cuando le de la gana.

Podríamos conseguir que todo fuera más despacio, pero ¿Tendríamos capacidad para asumir todo lo que no vemos con las prisas? O algo así.
Cada día me gusta más leerte. Un besazo enorme.

Pedro M. Martínez dijo...

Todavía Lobito, los demás –algunos- piensan. Pero, bah, no creas, son cosas nimias, apenas para sobrevivir, como respirar, comer, ser, mira, eso, ser.
Saludos con pañuelos desde la cima de no sé dónde.

Pedro M. Martínez dijo...

Magnolio en un tiesto, ayer a la tarde estuve en un pueblo de la costa, Elanchobe, quizás lo conozcas.
Nada, cosas de recuerdos, pequeñas cuestiones pendientes. De los que ya no están.
(Cómo duele, cómo duele volver)
Un beso muy grande.

Pedro M. Martínez dijo...

gaia07, julio tiene días tan bellos que quedarse delante de este cristal es pecado.
Por el contrario, ayer, me contaron historias tan, tan hermosas que aún tengo los ojos así, tan abiertos. Y es que hay vidas mágicas. (o personas que inventan deliciosamente).
Gracias por tu comentario.

gaia07 dijo...

Tengo el mar a dos pasos, le visito asiduamente.
Este cristal y mis comentarios tan solo me restan una porción pequeña de mi tiempo de ocio, me resulta tan reconfortante y estimulante esta soledad con otros, como las charlas con los amigos.
Estoy en una parte de mi vida en que el pecado y lo prohibido no existen, todo está dentro de mis cánones posibles, sólo yo pongo los límites. Pero gracias por tu interés.
No estés triste ¿Vale? (aún cuando la tristeza es una forma de expresión necesaria). Un abrazo.

Magnolio dijo...

Pedro (Gup) de nunca en un tiesto, de travesías y maratones, del Norte y del Sur, de entonces y ahora, Aquí, todos absolutamente los días: qué suerte - con todo el dolor que te entiendo - tener un lugar de regreso y ¿Dónde mejor que a Elanchobe?.

Abrazos detrás del cristal.

Pedro M. Martínez dijo...

gaia07, lo del pecado era un eufemismo, claro.
Para pecados estamos…ya me gustaría tener tiempo.
Y con quién (pecar).
Estar triste depende a veces de las circunstancias (las de ayer, con todo, lo requerían).
Un abrazo así, cariñoso.

Pedro M. Martínez dijo...

Magnolio moreno, tú sabes, justo al pasar Ibarrenguelua, cuando se ve el mar, ese paisaje inmenso, esa maravilla, entonces, me vienen todos los recuerdos (mi madre, mi padre) y se me parte el alma.
Y con todo el dolor saludar aquí y allá, resolver pronto lo que me llevó ayer a Elanchobe y volver a Bilbao.

Guapa.

Anónimo dijo...

Es lo que tienen los círculos que a veces uno ni se da cuenta que está dentro de ellos, otras en cambio,sacamos la mano y nos percatamos que fuera del círculo hay vida, ostias!!! se respira y hasta se cocina( si no que pinta con una mano fuera comiendo), entonces entra hambre de novedad, te planteas una y otra vez el círculo que no te quiere dejar salir,que es tan cómodo, tan conocido, tan...tan. Y suenan las campanas y algo te hace poner el último punto, o romper la circunferencia, escapar, con mala suerte a otra nueva vida que se va escribiendo, punto tras punto hasta que te das cuenta que estás en otra jaula/círculo, dando vueltas, otras con más suerte te abres a la posibilidad infinita de las espirales,y entonces sí,joder, vuelas libre para siempre y que nadie se atreva a detener ese vuelo.
Un besazo mago de la palabra...

Pedro M. Martínez dijo...

Vaya, Hechi, me ha encantado tu reflexión.
Sí, sigue volando libre, que nadie detenga tu vuelo.
Entre hechiceras y magos…
jajajajajajajajaja

Anónimo dijo...

Gracias por la recomendación del libro, lo buscaré.

El texto destila melancolía...

Pedro M. Martínez dijo...

Malvada Bruja del Norte, de nada.
Se lo transmito a quién me lo ha recomendado a mi.

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