domingo, 30 de noviembre de 2008

sábado, 29 de noviembre de 2008

Oigo voces.

A Blas de Otero.

...Amigo Blas de Otero: Porque sé que tú existes,
y porque el mundo existe, y yo también existo,
porque tú y yo y el mundo nos estamos muriendo,
gastando nuestras vueltas como quien no hace nada,
quiero hablarte y hablarme, dejar hablar al mundo
de este dolor que insiste en todo lo que existe...


(Gabriel Celaya)


Ahora que los heraldos del Poder* se desgañitan desde sus ornamentados púlpitos y vomitan su estrategia de terror para que corramos a ocultarnos bajo la piedra del Miedo. Ahora, justo ahora, antes que empecemos a caer, uno tras otro, sin duda los pobres primero, los más débiles, los indefensos, después los ancianos, los niños, luego todos. Ahora no, no quiero estar en la escalera de caracol que baja a lo negro, en el pasillo hacia la nada, en el turno de la muerte, no. No quiero que esta asquerosa marea me lleve al insomnio, que se extienda a las horas de cada día, a retorcerme las manos sin encontrar respuestas, que manche mi vida y mi horizonte. No.

Desde fuera miro al enemigo, no para correr, no para esconderme, aquí estoy, me defenderé con todas mis fuerzas. Perderé, seguro, son demasiados, y crueles, pero no perderé sin lucha. Que vengan, les espero.**

*Cualquier Poder.
**Creo que se me está yendo la pinza.


viernes, 28 de noviembre de 2008

Sentado en el contraluz


Sentado en el contraluz del ser o tener, apenas bosquejo el movimiento de lo que quiero decir, borroso dibujo de una propuesta filosófica, buscar la poesía en lo cotidiano, romper el bostezo con orquídeas o con ortigas. Siento las miradas de los fabricantes de triángulos, el revés del concepto de amistad, sus cuchicheos nocturnos como miriápodos recorriéndome la espalda.

Hablar de lo que no se puede decir, de su relación con lo que decimos. Aquí se entrecruzan lo dicho con lo que no digo, el silencio debajo de tantas palabras que hablan de €, de $, un negativo de lo que se ve, fotografía Polaroid en colores falsos. Quizás estoy en ninguna parte y estos con los que hablo no son sino un recuerdo de quienes fueron.

“Sólo queda la fábula. / Lo que se narra y al narrarse crea / la sola narración para ninguno”

( José Ángel Valente)


jueves, 27 de noviembre de 2008

Se ha despertado el trasgo.



No dejaremos de explorar

Y el final de la exploración será

Llegar al punto de partida

Y conocer el sitio por primera vez.

(T.S. Elliot)





Se ha despertado el trasgo que vive en mi pecho y no me deja dormir.
Un vigía ciego encaramado en la proa de la noche arponea con saña los plácidos cachalotes que nadan en mis sueños. ¿Qué haré?

Uno empieza así, como jugando, sin saber bien donde entra.
Al rato se inventa unas reglas: continúen por las rayas amarillas y tuerzan en la esquina, lleven siempre brújula y no pisen las amapolas. Normas dictadas por la polimatía, para no perderse en el bosque, para continuar por el sendero conocido, allí donde el paisaje es familiar y no hay perros con carlancas, ni videntes, ni erizos negros.

Cuando el reloj se para es cuando empieza la desazón, los problemas, las palabras se atoran en la garganta y te ahogas. Y ahí no sirven los ya te lo dije, ni los por si acaso. Entonces es cuando sientes esa piedra que se planta en el pecho, que te aplasta, te quedas sin fuerza, el silencio te muerde las orejas y las expectativas. Luego lo de siempre: la niebla del día tras día se posa en tu frente como epítemas, te vuelves invisible, desapareces y al día siguiente nadie se acuerda ya de ti.

Creo que por eso sigo luchando con el trasgo (entre tú y yo, me va ganando).


miércoles, 26 de noviembre de 2008

Drenaje linfático.




Chorus Mysticus.

Todo lo que ha ocurrido

es sólo una parábola.

Lo que es inalcanzable

se convierte en suceso.

Lo que es indescriptible

se ha realizado aquí.

Lo eterno- femenino-

nos permite avanzar.

(Fausto – Goethe)


No sé de dónde sacaré el texto de hoy para mañana, el arrebato que me fije contra el blanco muro del papel. Me pesa la contradicción, el sí y el no, el querer y no poder, la realidad, el tiempo que se me escapa, despeinado, gritando por los pasillos que llevan a lo oscuro. Se me ha dormido el centinela que vigilaba el flujo de luciérnagas danzando entre los árboles de la noche. Camino por el páramo de mi propia memoria. Se han quemado los prados de mi inventiva, arrasados los frutos, renegrida la mies del pensar. Busco un espacio donde brille otra luz, o la misma, donde brille.

Hoy no me faltan palabras, aunque las tengo, me miran desde el cajón, alborotadas, levantan sus dedos transparentes para que las escoja. Hoy me falta imaginación, las ganas de abrir la boca del cocodrilo del aburrimiento y meter la cabeza dentro, o entrar entero. Hoy no tengo la pasión necesaria para desabotonar el vestido de la que deseo, ni las fuerzas para subir a la cima de un monte y beber por obligación la quina de la rutina. Hoy me tumbo en la cuneta y dejo que me lleve la corriente, que me trague el remolino del ocio, que me cubran las arenas del qué sé yo, de la indiferencia. Hoy no estoy emocionado, tembloroso, atento, no, estoy pero no estoy.

Aquí, sin impulso, con las brújulas en el armario, con las ruedas del coche torcidas, se me han dormido las mariposas del estómago, mi musa de la fantasía se ha marchado con un viajante de comercio de Tarrasa, mis bolígrafos han perdido la tinta, los pájaros las plumas, los caminos tienen las señales borradas y no sé si voy al Sur. He tirado las maquinas de escribir por la ventana (¿comprenden el juego de palabras? ¿sí? ya, explíquemelo). Enredado en un zarzal de culpabilidad no me muevo, ay, que yo no fui.

Se me ha vestido la intimidad.
Dejo este informe desnudo.
Decidido, me quedo en la cama y que inventen ellos.
Como mucho voy a bordarme las vísceras por si alguien me mira dentro.
Si encuentra alguna metáfora es mía.
Vuelva usted mañana, por si estoy.



martes, 25 de noviembre de 2008

Cartas que nunca escribiré (1).

Remontar aquel río era como volver a los inicios de la creación cuando la vegetación estalló sobre la faz de la tierra y los árboles se convirtieron en reyes. Una corriente vacía, un gran silencio, una selva impenetrable. El aire era caliente, denso, pesado, embriagador. No había ninguna alegría en el resplandor del sol (...) uno llegaba a tener la sensación de estar embrujado, lejos de todas las cosas conocidas...en alguna parte...lejos de todo...tal vez en otra existencia. ("El corazón de las tinieblas". Joseph Conrad.)



Ay, hemos perdido a propósito el libro que todo lo explica, pero ven, cierra los ojos, vamos a nadar a otros mares, a otros remansos, aunque tengamos que diseñar un océano interminable, aunque tengamos que determinar la altura de los cordeles donde se probará nuestro equilibrio. Ten en cuenta que desde ahora todo debe ser más claro, vacío de esas dudas adultas y dormidas, con respuestas de nácar, con niveles que modificaremos a nuestro antojo.

Jamás he conocido una mujer como tú, tan fuera del mundo que domino, que conozco, que sé. Eres diferente, me atraes hasta desafiar los ojos cayendo como rocío detrás de nuestros pasos.

Seré directo, sí, quiero saber mucho sobre ti, pero no eso de "¿cómo se puede estar casada y querer a otro?". A veces te pones irremediablemente tú y equivocas las ganzúas porque no hay cerradura, ni siquiera puerta.
Antes, al principio, te hubiera preguntado si me estás probando, a ver si piso raya y pierdo. Ahora no y sé qué te preocupan cosas así. Sin embargo nunca me preguntas:"¿cómo puedes estar casado y estar conmigo?".

Vete de viaje, sé feliz y vuelve. No te preocupes, veo tu alma transparente, tan delicada que no sabía que el prodigio estuviera escondido ahí, junto al cementerio de paredes verdes, junto al caserío blanco de aldeanos que cuidan sus vacas y sus costumbres, en esa persona, tú, que tejes un adagio que no conocía, yo, que en tantos conciertos he silbado eso de Yorgos Seferis, allí donde toques la memoria duele, que en tantas noches de ginebra y soledad he estado rodeado de sombras con forma de mujer y me han contado tantas y tantas mentiras, y verdades. Tantas y tantas manos tendidas y era otra cosa, porque ahí estaba el factor que marca la distancia, o la cercanía, que determina donde empieza la caricia y donde termina esta melodía que no sé detener porque te hablo y hablo y veo tus ojos de agua y me maravilla que en el mundo queden personas como tú, que deberías ser una especie protegida, que voy a proponerte como paraíso natural, como reserva de protección de lo que ya no hay.

No te preocupes con dudas y tristezas, siempre hay un mañana para llorar, hoy vamos a reírnos porque hemos estado juntos, mirando nuestro mar, mirando nuestro aventurada relación que crece desde nosotros como una planta incontrolable. Dejemos las tijeras de podar y abonemos confiados ese abrazo en silencio, las olas ahí abajo, sin gaviotas, las rocas, los vientos, nuestros pechos alborotados porque la piel nos quema y olvidarnos del mundo de ahí fuera. Se me escapan los caballos cuando te pienso y me vas a permitir que el próximo día no hablemos, no preguntemos, dejemos un minuto de silencio para oírnos, para escucharnos los corazones desbocados cuando nos miremos a los ojos. Te beso con tal ternura que me duele algún músculo perdido ahí, entre el cuello y el ombligo. ¿Será un sentimiento que quiere volar?


lunes, 24 de noviembre de 2008

Infracciones.

Había una vez un espejo de mano que cuando se quedaba solo y nadie se veía en él se sentía de lo peor, como que no existía, y quizá tenía razón; pero los otros espejos se burlaban de él, y cuando por las noches los guardaban en el mismo cajón del tocador dormían a pierna suelta satisfechos, ajenos a la preocupación del neurótico. (Augusto Monterroso)


Es una cuestión de opción -a quién quieres más ¿a papá o a mamá?-, también de pulsión -qué postura te gusta más -¿A (con A) o B (con B)? (incluso C (con C), etcétera)-, y así anda uno por los intersticios de los días con una sensación dèjá vu en los recovecos emocionales, ora arriba, ora abajo, con hollín en los párpados, tratando de escapar de la reina Ne Yoo, la dama negra que lanza sus encantamientos en la distancia, que clava alfileres en el muñeco y ahora me duelen los intestinos, ahora me duele el alma, ahora salgo a la ventana a ver el mar -un día, hijo mío, todo esto será tuyo- y luego llegó el bárbaro, el de la mitra, y se acabó la fiesta, las plantas carnívoras del miedo crecieron en nuestros jardines y desde entonces permanezco sentado en la panadería, absorto en masas y cocciones, no se pase el punto, mendigando amores- ¿nos acostamos, vida?-y la vida, otra, pasa en patinete, rauda, con prisas por terminar, hasta que un día – aquel ¿recuerdas?- uno se reencuentra con su pasado, así, de sopetón, en una esquina, en una ventanilla -hola, soy tu pasado- y te entra un miedo que se te caen los alfabetos, los poemas y te metes en un trigal hasta que pase la nostalgia cabalgando en un rocín huesudo, en el rescoldo de lo que no fue pero que la erosión de los signos no ha olvidado.

No sé muy bien lo que digo/escribo, por eso lo escribo/digo. Aún así el tormento no cesa y esta profesión de ave migratoria está muy mal pagada, mal considerada, nadie te toma en serio, que te vas y como nadie asegura que volverás, pues eso, que, nada, te leen y dicen (digo yo) ¿qué querrá decir este tío? En esas estamos (también).

¿La salida?, por favor.


domingo, 23 de noviembre de 2008

Letra A

Es curioso, digo A y los niños se aglomeran en las puertas de entrada.

En cambio, digo:



Y sólo escucho el canto de los cerezos y tres campanas.
Debe ser el eco.
O que chirrían los goznes de las mazmorras.
Yo qué sé.





Anna Caterina Antonacci



sábado, 22 de noviembre de 2008

La revolución del mundo interior

Qué ocurriría si esos dibujos que su hijo o usted hacen obsesivamente en una libreta cuadriculada se expusieran en un museo al lado de las grandes obras del arte? Hasta hace 30 años causarían risa, pero hoy probablemente serían considerados bastante más en serio de lo que usted cree.

Se le atribuye al crítico Roger Cardinal la definición del término arte marginal, para designar toda la ingente producción de obras que el establishment cultural artístico no consideraba obras de arte. En realidad, el nombre fue una traslación del término art brut, cuño que pusiera el artista francés Jean Dubuffet tiempo atrás para hablar originalmente de las obras concebidas por los enfermos psiquiátricos. Roger Cardinal amplía el término a cualquier representación de artistas autodidactas, posean alguna patología psíquica o no.

El artista outsider, casi siempre sin ser consciente de ello, deconstruye el sistema de valores por el cual una comunidad juzga lo que es y no es arte, asumiendo que todo lo que posea un estilo propio y único es una manifestación artística. Históricamente, el arte siempre fue cualquier actividad desempeñada con singularidad, ya fuera la pesca, la doma de toros, la costura o la pintura. Es en la modernidad, a partir del siglo XVIII, cuando comienzan separarse el Arte y la artesanía, se crean tratados de una nueva rama del conocimiento llamada Estética, Kant y Hegel teorizan largo y tendido sobre el tema, y llegados al romanticismo ya se tiene preparado todo el terreno para designar como arte a algo que se entiende que es Alta Cultura, Bellas Artes, una laica religión, o lo que es lo mismo: el arte es algo hecho por blancos occidentales, mentalmente sanos, y fundamentalmente varones; cualquier manifestación salida de ese canon o no existía o era considerada propia de enfermos mentales. Con la llegada de la posmodernidad, en torno a mediados de los años setenta, y en parte gracias a las ideas del pensador francés Michel Foucault, y más tarde de Lyotard, se pone de manifiesto el valor de la multiculturalidad, la legitimación de lo que hasta entonces se había considerado “baja cultura”, y el reconocimiento de la diferencia como un valor a tener en cuenta, producto de una sociedad de consumo que asume que no hay una Verdad sino verdades, que no hay Cultura, sino culturas; hay un carácter desacralizador que convierte en arte todo aquello que la sociedad de consumo consensúa que es arte, sin más. El arte ya no es sólo una cosa hecha por el varón mentalmente sano, occidental y blanco. Es en ese momento cuando los coleccionistas y galerías de prestigio comienzan a hacer caso al arte marginal, al extrarradio. Un ejemplo paradigmático fue el caso del afroamericano Basquiat, quien pasó de vagabundear y pintar en la calle graffitis y camisetas a codearse con Warhol y ser considerado un genio de la pintura de los años ochenta.

Un espaldarazo importante para la legitimación del arte marginal ha sido la existencia del American Folk Art Museum, así como la muestra exhibida en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, a comienzos de los años noventa, bajo el significativo título High and low: modern art and popular culture, que aglutinaba a muchos de los autodidactas hoy famosos. De gran relevancia fueron las exposiciones Parallel visions: modern artists and outsider art, (1992), en el Angeles Country Museum of Art, y Mundos interiores al descubierto, en la Fundación La Caixa, Madrid, exposición que toma el título de un poema de Rilke para dar cabida a los otros mundos que están entre nosotros, pero silenciados: personas marginales, delincuentes, enfermos mentales o simplemente más excéntricos de lo que la sociedad considera como aceptable. El gran interés de las dos exposiciones consiste en confrontar las obras de éstos con las de artistas históricamente consagrados.


Muy raros y rompedores

Ferdinand Cheval (1836-1924). Caso paradigmático de artista marginal. Empleó 33 años en construir lo que él denominaba el palacio Ideal. El francés Cheval trabajaba de cartero. Un día de 1879, mientras hacía su ronda, tropezó con una piedra que, según aseguró, por su forma y características fue la inspiradora del palacio. Por la noche volvió a ese lugar a por más piedras. Durante los 33 años siguientes se dedicó a recoger piedras de forma “agradable”, aprovechando su ruta de cartero. Se las metía en los bolsillos, y al final utilizaba una carretilla. En una placa inscribió: “10.000 jornadas, 93.000 horas, 33 años de esfuerzos”. Lugar inhabitable, fruto de lecturas sin esquema y sueños angustiosos, posee capillas, laberintos, rosetones, cascadas, columnas, salas inútiles, frutas y árboles de piedra, todo remite al cielo y al infierno. Quiso ser enterrado en su palacio, pero las autoridades se lo prohibieron, entonces dedicó los días que le quedaban a construirse un mausoleo en el cementerio de Hauterives, en la provincia de Drôme, donde está enterrado. El palacio fue declarado en 1969 patrimonio cultural.


Daniel Johnston (1961). Músico y pintor de culto, nacido en Sacramento, California, hijo de cristianos fundamentalistas. Diagnosticado de una grave enfermedad mental, su primer internamiento se dio la misma noche en que la MTV le dedicara un programa. Ha grabado 26 álbumes, cientos de canciones en casete, y posee miles de dibujos en libretas en los que representa a sus héroes: Capitán América y The Beatles, pero como antropomórficas criaturas tocando un piano para niños. Se dio a conocer en la época en que regalaba sus grabaciones en casete en las calles de Austin. Músicos de reputado prestigio han mostrado su admiración por quien consideran un “genio de la pureza”. La fama le sobrevino cuando, en 1992, el fallecido cantante de Nirvana, Kurt Cobain, salió en la televisión con una camiseta de Daniel Johnston. Inmediatamente, miles de jóvenes de todo el mundo empezaron a preguntarse quién era ese hombre. De él se cuenta que tras una grabación empujó a una anciana desde un segundo piso, ya que “estaba poseída por el diablo”. En estos últimos años sus biógrafos lo ubican en Houston, en el garaje de la casa de sus padres, rodeado de montañas de cómics, donde, según afirma, se pasa el día componiendo canciones, fumando cigarrillos y soñando. En 2006 fue incluido en la Bienal del Whitney Museum of American Art, todo un hito, referente y esperanza para tantos otros artistas marginales. Se mantiene gracias a una estricta medicación.

David Nebreda (1952). El artista madrileño David Nebreda constituye quizá el caso más radical de obra y vida outsider, lo que en su caso son la misma cosa. Su obra consiste en series y series de autorretratos, nunca manipulados, hechos en la más absoluta reclusión, que suelen remitir a temas religiosos, siempre cargados de un claro simbolismo ascético, y con una fuerte presencia del autocastigo. Nebreda pinta con su propia sangre, y utiliza sus propios excrementos. Una de sus obras más conocidas es la de su rostro cubierto por excrementos, que acumuló durante tiempo en su nevera con ese fin.

Nebreda lleva una vida absolutamente aislada, no sale de su casa de dos habitaciones, no ve la televisión ni lee periódicos, no mantiene contacto social con absolutamente nadie. Diagnosticado de esquizofrenia, hace años que ha renunciado a cualquier medicación. No consume droga alguna ni legal ni ilegal, y lleva una estricta abstinencia sexual. Con una técnica fotográfica impecable, sus autorretratos son casi lo único que conocemos de él. No es el paradigma del artista “loco” y arbitrario. Al contrario, su vida es una mecánica organización. La crítica liga su tratamiento de las formas y de la luz a la obra de El Greco. La exposición individual que se le dedicó en París en 2000 lo dio a conocer al mundo como quizá el artista outsider vivo –conocido– más importante. Lo más probable es que ese dato Nebreda ni lo conozca.

(De El País)


viernes, 21 de noviembre de 2008

Bloffshochzzoppgccc.


Luzbel, el ángel

Es la noche la música
de las alturas.
El firmamento tiembla
y en él nos penetramos.
Mi cuerpo, ya vencido
Por la edad importuna,
Se hace prado en el río,
atardecer suavísimo. Y él pace.
Y yo, como un torrente blanco,
entro en su juventud
eterna,
me hago bello e impuro
Como Él.

(Francisco Brines)


Cariño, no te aclaras, ya, no te aclarabas antes de tantos cambios conque fíjate ahora que los continentes se mueven y nada es lo que parece excepto que no parece que leas a Faulkner (¿alguien lee a Faulkner?) o a James Salter (¿alguien sabe quién es?), parece que te dedicas a leer blogs de poetas locales, entendiendo por local lo universal, nueva forma de concebir lo literario , el arte, necesidad, dedicación y salero para escribir algo que interese, conmueva, emocione, sugiera, crispe, ralle, enseñe, incomode, altere, te invite a pensar, soñar, actuar, copular, ir, volver, suspirar, entrar en otros mundos que estén en este que es pequeño y está lleno de muros, barreras, aduanas, prevenciones, colores, idiomas y ahí, sorprendidos, estamos mirándonos las diferencias sin saber que ese que llora somos nosotros, ese que mira también y el que muere, el que está colgado en la valla, este es un espejo circular en el que no se libra nadie y las palabras son ceniza que cubre el hastío, el mío (¿y el tuyo?), están huecas, explotan bajo la lengua llena de cicatrices, salen torcidas de la boca, no dicen, no transmiten, humo y bloffshochzzoppgccc.





jueves, 20 de noviembre de 2008

Noli me tangere.

(Para la desmemoria)

Sección Femenina de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista) se fundó en 1937, durante la Guerra Civil, y siguió siendo activa en la posguerra bajo la dirección de Pilar Primo de Rivera, hermana del ideólogo del falangismo español, José Antonio, e hija del dictador, Miguel Primo de Rivera. La Sección Femenina, de tendencia fascistoide sin ser fascista del todo, fue el órgano mediante el cual regía el servicio social de las mujeres para la creación de un Estado ideal. Se dirigía predominantemente a mujeres de clase burguesa, que durante la guerra tenían que ofrecer de forma obligatoria 6 meses de servicio social, por lo menos en la zona nacional. La Sección Femenina fue un arma importante para la diseminación pasiva, aunque coercitiva, del franquismo. Editó textos, publicó periódicos, condenó el liberalismo y promocionó sobre todo nociones muy tradicionales del papel de la mujer en la sociedad: como ama de casa, fiel esposa y reproductora de numerosos hijos para la patria. La Sección femenina es ligeramente comparable con el D.A.R. norteamericano (Carmen Martín Gaite El cuarto de atrás (1978)


La fórmula está agotada, hay que cambiar el estilo bitácora. O suprimirlo. Dos rayas: horizontal y vertical. Hay cerrar la puerta y tirar la llave. O abrir las ventanas y que corra el aire. Aire. Y/o hacer aquello que mejor nos parezca y esperar que llueva o que salga el arco iris y ¿recuerdas a Boris Vian? no, no recuerdas, no habías nacido, París era negro y humo y la playa aún no estaba debajo de los adoquines de los Campos Elíseos.


Hale, ale, respira, no pasa nada mientras a mi me pasa que ya no sé lo que he escrito, si soy yo el que escribe, si me copio a mí mismo, si siento esto que digo, si digo alguna vez lo que realmente siento, si siento, si todo esto no oculta algo que yo mismo he escondido sin saberlo y en realidad estoy buscando (me) desesperadamente algo que no sé donde está, ni si siquiera existe y así vamos, día tras día, dejando las tripas y el corazón. No me lo pisen.


miércoles, 19 de noviembre de 2008

Dibujar con tiza pájaros azules.

Nunca oraba en el interior de los templos, siempre lo hacía fuera, en el paisaje junto a los árboles. (Julia Otxoa)

(Para Dama Shandy)

Dibujar con tiza pájaros azules, dejarlos volar por las paredes. Entrar con ojos limpios en la noche, dentro de la noche está una verdad. Mañana es esperanza.

Cubrir con lonas oscuras a los muertos inocentes, quemar palomas en su homenaje, gritar hasta que la garganta sangre. Gritar dignidad y hambre y miseria, cortar el cuello del universo, descuartizar la primera idea.

Estar triste, es decir, estar. Romper el silencio, ser el silencio. Este soy yo. Hablo. Ser todo. Ser. Rasgar la cortina y mirar a otro. Ser Otro, Otros. Cumplir el ciclo, luego morirse.

Llegar a ser el que eres. Inocencia perturbadora, la vida en las palabras que no viven. Decir lo que no dicen. Miedo. Miedo. Miedo. Apenas queda tiempo. Digo tiempo y digo no soy. Digo tiempo y digo miedo. Digo miedo y digo el poema. Escribo el miedo y el poema.

Después la tarde cae como una bestia pacífica, enorme, bamboleándose por el camino a ninguna parte, la veo desde la ventanilla del carruaje que me lleva a no sé dónde. Los ojos en zozobra. El viento en la frente. Embriaguez de frutas Agujas enhebradas.

Anochece.

He perdido la mirada, he perdido la palabra.

No sé volver.

Esperas que desaparezca la angustia
Mientras llueve sobre la extraña carretera
En donde te encuentras

Lluvia: sólo espero
Que desaparezca la angustia
Estoy poniéndolo todo de mi parte

Roberto Bolaño


martes, 18 de noviembre de 2008

Balcón.

La gente cree que los Beatles saben dónde van, pero no lo sabemos. Solo hacemos música. La gente, por ejemplo, quiere conocer el significado profundo de Mister Kite. No tiene ningún significado. La compuse y ya está. Junté un montón de palabras y después les añadí algo de ruido. Nunca busco en las profundidades de una canción cuando las compongo. No es eso lo que importa cuando la grabamos. Pero nadie lo creería. No quieren creerlo. Quieren que sea algo importante. (John Lenon)


Un balcón.Me asomo y grito.
Usted está debajo y mira sorprendida.

Me refiero a que usted está debajo del balcón. Prefiero matizarlo, ya he tenido demasiados líos. Como cuando escribí que usted estaba encima. Me refería a su capacidad olfativa. Que olía mejor, vaya, que tenía mejor nariz. Pero usted interpretó ese encima como una posición corporal. Es decir que usted estaba sobre mí, su cuerpo sobre el mío. Le dio un matiz erótico. Esas cosas me preocupan. Entre usted y yo hay diferencias. Usted es una mujer. Yo no.


Lo admito, hay frases que precisan explicación. Este es el motivo de esta carta. Aunque usted también dice, dijo, frases que pueden, podrían, dar lugar a equívocos. Como cuando dijo que me quería. Exactamente dijo: “te amo”. Eran otros tiempos, lo sé. Siempre me he portado bien con usted. Incluso cuando me decía: “otra vez, rey”. No era una orden, ya, pero lo parecía. Y el amor no es una cuestión mecánica. Bueno, no del todo. Concedo que hay una parte técnica, de rígido cumplimiento. Al menos por mi parte. No soy una máquina. Tres, o cuatro, pienso que es suficiente. Usted no. Esas son las cosas que nos separaron. No soy un funcionario del sexo. Soy un romántico. No digo que usted no lo sea. Pero es exigente. Quizás sea la edad. Usted es mayor. Yo no. También pudo ser una cuestión de tarifas matrimoniales. Un desacuerdo.

Por eso me asomo al balcón.
Para gritar (lo).
Usted está debajo y mira sorprendida.


lunes, 17 de noviembre de 2008

Ritual de soltar gorriones




Cazaba las gacelas de tu cuerpo.

Sangre en celo. Sus garras y mi cama.

Hoy nada. Todo. Sólo

la luna que está llena en mi ventana.

(Ernesto Pérez Zúñiga)




He aquí que entre la camisa y el pecho me comenzó a crecer una etérea hiedra de emociones, un vegetal mosaico de sentimientos que desbordan el puro placer de escribir para convertirse en necesidad, en obligación de contar aún no teniendo qué, en buscar el extremo de un ovillo imaginario, juguete del gran gato del tiempo

Descubrimiento del placer en esa integración promiscua con que lee entre los visillos de sí mismo, con el que hurga en la imagen antes de en lo que lee, con el que entra aquí de puntillas, extranjero, sin interés, con el escepticismo y la prepotencia del yo más ¿qué se ha creído?, el que rebusca la basura de la ortografía, de la sintaxis, de la prosodia, de la organización del texto, su estructura, exiliados arrastrando su enigma, soñadores de lo ínfimo, remeros en la gran galera que surca lo íntimo, dulces canciones en la textura de lo ya sabido, de la repetición de cuentos infantiles, milagro de la multiplicación de los panes y los peces en este banquete sin comensales ni desiertos.

Sin florituras se encadenan las voces que siguen, día a día.
Ritual de soltar gorriones de papel y verlos volar desde los parques.


domingo, 16 de noviembre de 2008

En el principio.




En el principio.

Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.

(Blas de Otero)



Domingo, mitad de Noviembre. Escribiendo a ratos, como sé, como me sale, intentándolo en cada página, más allá de la posibilidad de que alguien lo lea o queden las palabras suspendidas en el silencio, cristalizadas, transparentes, sin sentido, humo, nada.

Domingo. Preparando guisos, textos llenos de defectos. Escuchando la lluvia en el tejado. Tomando a sorbos un ribeiro que me regalaron en Fisterra. Huelo la hierbabuena que me recuerda a mi abuela Lucía. Doy vueltas en una caminata imaginaria por la muralla de Lugo. Me miento como necesidad. Añoro amores imposibles. Miro en el espejo la cicatriz de mi espalda. Acaricio el brazo de la mujer que amo. En la calle, bajo la lluvia, los corredores se preparan para sus diez kilómetros, estos no los correré.

Domingo. Por sorpresa has entrado en la página y las palabras reviven, se llenan de colores, se vuelven perlas que desbordan la cesta de la voz y rebotan en la mesa, caen al suelo en hilos de oro, iluminan y poco importa lo que quise decir, dice lo que lees y eso es tan nuevo, tan milagroso que me callo y dejo seguir la mañana.




sábado, 15 de noviembre de 2008

Henry Darger


La oscura vida de un pintor marginal
Henry Darger fue un hombre atormentado y obsesivo. Gastó su vida en escribir un libro de más de quince mil páginas ilustrado con extrañas acuarelas. A su muerte, el mundo descubrió la extraña belleza de aquella gran obra de arte.
Cuando en el mes de abril de 1973, Nathan Lerner, casero de un modesto piso del North Side de Chicago, abrió la puerta de la vivienda en la que había vivido durante 40 años su singular y recién fallecido inquilino, Henry J. Darger, se encontró con un escenario del que tardó en dar crédito: un cuarto atiborrado de recortes de periódicos, cómics, revistas, libros destripados, aparente basura y unas gigantescas acuarelas que repetían obsesivamente las imágenes de niñas desnudas con grandes alas de mariposa siendo perseguidas por soldados empuñando bayonetas de época. En una segunda inspección, halló sepultado uno de los libros más extensos conocidos, 15.154 páginas, titulado The story of the Vivians girls, in what is known as the Realms of the Unreal, of the Glandeco-Angelinian War Storm, caused by the Child Slave Rebellion, que ha sido traducido como La historia de las niñas Vivian, en lo que se conoce como los Reinos de lo Irreal, sobre la Guerra-Tormenta Glandeco-Angeliniana causada por la rebelión de los Niños Esclavos. Supuestamente, las grandes acuarelas, pintadas por el propio Darger, ilustraban el libro escrito en sus más de cuarenta años de reclusión. El casero, Nathan Lerner, significado fotógrafo, detectó enseguida la extraordinaria calidad de aquellos dos trabajos, y se asignó el trabajo de albacea, a pesar de que, como le había ocurrido a Max Brod con Kafka, Darger le había dejado expreso deseo de que destruyera todo lo que encontrara en el apartamento. Ningún vecino sospechó jamás la obsesión que minaba la vida de aquel solitario de patrones fijos, que buscaba en la basura, sólo hablaba de los partes meteorológicos y únicamente salía de su casa para ir a misa cinco veces al día. Hoy, su obra, una de las más importantes de lo que se ha dado en llamar el outsider art o arte marginal, es una de las joyas del American Folk Art Museum de Nueva York.
Como cerrando el círculo de lo exacto que le obsesionó toda su vida, Henry J. Darger nació un abril (1892), se cree que en Brasil, y falleció otro abril (1973). Se sabe que su madre murió pocos años después de darle a luz, en el parto de su única hermana, a la que nunca conoció, pues fue dada en adopción. El padre, mentalmente enfermo, se hace cargo del crío, hasta que no puede continuar cuidándolo, y es entonces cuando el pequeño Henry es internado en un orfanato católico y más tarde en una institución psiquiátrica. Se le diagnostica la enfermedad de “tener el corazón en el lugar equivocado”, así como “masturbación”. A los 16 años se fuga y sus biógrafos le pierden la pista hasta que reaparece en Chicago, a principios de la década de los años treinta. En ese momento ya ha desempeñado diversos trabajos menores y su aspecto es el de un vagabundo. Sólo se le conoció un amigo, desaparecido a mediados de esa década, William Shloder, con quien intentó fundar la Sociedad Protectora para Niños, proyecto que jamás se materializó.
Los expertos en arte marginal se quedaron perplejos al ver que aquel libro de 15.154 páginas contaba una historia épico-onírica desquiciada, con rasgos de claro tormento. En un planeta alrededor del cual orbita la Tierra, hay un reino cristiano llamado Abbiennia, y siete princesas luchan contra ejércitos de soldados adultos llamados Glandelinians, que las quieren esclavizar. Estos soldados van ataviados con trajes muy parecidos a los del Ejército Confederado de la Guerra Civil norteamericana, tema que fascinaba a Darger. Las grandes acuarelas representan a pequeñas ninfas correteando por prados en lo que sería una versión naïf del reino, pero también escenas de empalamientos de las niñas con las vísceras al descubierto, en otras ocasiones, las niñas aparecen con grandes alas de mariposa a la espalda, y casi siempre en paisajes amenazantes, con tornados y vientos cubriendo el horizonte. Los niños se rebelan, pero es habitual que perezcan a manos de los soldados. En lo que parece ser un rasgo de inseguridad congénita enmascarado en la vida ascética de Darger, la historia tiene dos finales, en uno triunfan las Vivian, que representan a la cristiandad, y en el otro, los soldados Glandelinians. Podemos imaginar en ese doble final al adulto Darger sacando a flote todas sus obsesiones y represiones, producto de la severísima educación cristiana del orfanato, contrapuesta a la crueldad del mundo exterior que le acompañó desde que su madre falleciera.
Se ha especulado mucho sobre la obsesión de Darger con el universo de la infancia. Una posibilidad nos remite al año 1911, cuando una niña de cinco años, Elsie Paroubek, fue estrangulada en Chicago. Se sabe que Darger guardó el recorte de la fotografía del periódico muchos años, y que se la enseñaba a la gente por la calle, después la perdió y eso supuso para él una angustia que sólo superó escribiendo y dibujando su monumental obra, incluso incorporando a la pequeña estrangulada como personaje recurrente. Su biógrafo oficial, John McGregor, especula en la obra Henry J. Darger: in the Realms of Unreal que, potencialmente, Darger era un asesino en serie, incluso se ha llegado a afirmar que el propio Darger fue el asesino de la pequeña, algo que se considera muy improbable.
Pero lo que llamó más la atención de las actividades “secretas” de Darger fueron las grandes ilustraciones que creaba a partir de recortes de cómics y revistas que encontraba en la calle, y en especial un detalle: las niñas están dotadas de un pequeño pene, y las que están desnudas sólo visten calcetines. Se ha dicho que Darger siempre rechazó tener relaciones sexuales por miedo a que la desconocida fuera aquella hermana que dieron en adopción al nacer, y de ahí su desconocimiento en anatomía femenina. Otras versiones apuntan a que el diminuto pene de las niñas está inspirado en el Niño Jesús que veía en sus diarias visitas a la iglesia.
Una peculiaridad que también habla elocuentemente de la mente de Darger es la obsesión que hay en su libro por el detalle. Es tal, que describe todos los uniformes de los soldados, desde los botones hasta los hilvanes, da nombres a todos ellos, así como a todos los paisajes, desde la forma de las hojas hasta la orografía de un bosque, o especifica los mapas de las batallas con un detalle que estremece, recordándonos a aquel magistral cuento de Borges en el que unos cartógrafos hacen el mapa de un reino tan grande como el propio reino. El reino de ficción de Darger era en sí mismo un mapa que ocupaba toda su vida, desde la mañana hasta la noche. Experto en música militar, compone también las marchas y los himnos de los ejércitos de los dos bandos. Los vecinos comentaron que en ocasiones oían ruidos y golpes marciales, lo que hace contemplar la posibilidad de que interpretara sus propias marchas militares en su apartamento.
Algo que nos da pistas de su extraña vida es que cuando Nathan Lerner revolvió a conciencia en todo aquel destartalado apartamento, encontró también un libro que Darger tituló The book of weather reports, en el que Darger anotó durante 10 años el parte meteorológico de Chicago, con comentarios –lo que hoy llamaríamos un blog– casi siempre enojosos hacia el “hombre del tiempo”. Todo parece indicar que esa obsesión le venía de cuando, siendo niño, asistió a la destrucción de un pueblo entero, Countrybrown, por un tornado. También se encontró un libro, escrito en 1968, The history of my life, en el que dedica más de 4.000 páginas a contar la historia de un tornado, Sweetie Pie, que asuela todo un pueblo.
Se puede pensar que las implicaciones de aquel excéntrico y secreto hombre en futuras generaciones fuera mínima o nula. Nada más lejos de la realidad. A lo largo de 2007, la exposición itinerante –Nueva York, Berlín, Roma– titulada Into me/out of me llevó la obra de Darger compartiendo cartel con artistas de la talla de Hamilton, Acconci, Walter de María o Vick Muñiz. En abril de este año se inaugura en el American Folk Art Museum de Nueva York otra importante exposición titulada Darger-ismo: artistas contemporáneos y Henry Darger.
Más ocultas, pero por ello quizá también más interesantes, son las irradiaciones del anciano de Chicago en la música. La estudiosa de su figura, Ana Pareja Serrano, ha rastreado esas influencias.
Los neoyorquinos Animal Collective, por ejemplo, se inspiraron en las acuarelas de Darger para la portada del su disco Feels. Por su parte, Natalie Merchant, en el disco Motherland, compone una melancólica y larga súplica pop llamada Henry Darger, en la que se pregunta por el destino de las Vivians girls. El grupo de punk-rock The Vivians Girls actúa disfrazado de las niñas imaginadas por Darger, y las animan en sus canciones a continuar luchando contra el mal. Hasta existe una película documental, The Realms of the Unreal (2004), de Jessica Yu, en la que se destripa la vida. Como el eco de un silencioso Big Bang, el solitario Darger lanzó una piedra hace muchos años, se descompuso en el aire, los fragmentos fueron cayendo en sucesivas partituras a través del siglo XX. Podemos imaginar qué pensaría él si lo supiera.



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