domingo, 9 de noviembre de 2008

Carta de elogio a mi locura (del 1 al 6 y el 7).

Ihes ederra zilegi balitz
urra ahal baledi katea
ni ez nintzake onzti gabeko
itsasgizon ahalgea

(Xavier Lete)


Te quiero.

Continuación. O no. Esta carta me cuesta terminarla. Ofuscado en una idea, la he borrado varias veces. La primera parte, en negrita, es amplia, literaria, dolorosa, sincera, escrita lentamente, rebuscada entre sentimientos intensos, cuando la releo no puedo reconocerme. Y sin embargo. La segunda parte es fácil, tramposa, mal escrita, breve, a mi estilo, macerada en el invisible retiro de emociones, quiere manipular la verdad, la mentira, la realidad. Es un disfraz, un recurso barato, delirio de borracheras de vino blanco, peleón. Es una habitación interior con poeta dormido sobre una silla de montar colgada de un techo falso.

Aunque después de nuestra última (?) conversación telefónica, no sé si tiene sentido continuar dormido. Me despertaré en un paisaje diferente, real, lleno de zanahorias y ríos de estrellas, de espejos convexos, zorros sonrientes y personajes de dibujos animados. La luna roza los tejados y los gatos pardos viven en tu escalera, las vecinas murmuran y una tubería ha explotado llenando de gas púrpura las ramas del sauce. Operarios sombríos plantan linternas en tu jardín y los niños dibujan estructuras complejas de vigas maestras. De la plaza llega un sonido de música andaluza, de polen de estrellas y las golondrinas de Cádiz enloquecen antes de irse. Hay nuevas esquinas en las viejas esquinas y ya nadie espera a niñas de melena francesa y silencio. Los jóvenes son viejos y los niños son humo.

Soy un vagabundo de camisa amarilla debajo de un puente, con todo el equipaje al lado, mirlos que reverberan al cadencioso sol de marzo, un rayo íntimo surcando los intestinos, un banco vacío en una iglesia, arbustos cercando un cuadro del Sagrado Corazón -en vos confío-, una moral sujeta con alambres, besos en su boca ortopédica, paraíso del protésico, zancadas en el maizal y cuervos saliendo a la carrera. Hay que ver qué imágenes se le quedan a uno en el patio de atrás.
Es una obviedad que caminamos hacia un anciano con recuerdos intensos, un lento caminante que controla obras públicas y gorriones alborotadores de parques, una estructura fuera de normas, usos, vivo pero fuera, generación sepultada por generaciones, un verso dentro de un verso pasado de moda, si la hubiera, cero, nada menos nada.

Estanterías de frascos de farmacia. / Joyas vacías de brillo. / ¿Has sufrido hoy? / Superficies bruñidas. / Edificios con ventanas de hielo y caramelo. / Aún aquí, este es un proyecto literario / Tú no tienes ya cabida. / Los papeles están repartidos. / Sigue lejos.

Casas cerradas a la luz, nadie sabe que dentro se gesta un largo poema, una teoría estructurada, una historia limpia, una obviedad. Estatuas que cobran vida a las doce de la noche. Días que no terminan. Una lluvia de ojos que no ven, un torrente de ojos que vigilan, cortinas que ocultan ojos. Un solo ojo en un triángulo en el cielo.

Incierto amor bajo la higuera que seduce la mirada de los viejos, escuchando al chamariz, tanteando los sinsabores con un meñique en la cremallera que abre –o cierra- el infierno, tiempo rojo, tiempo de frambuesa ahora que sé que no sabré más de ti, que nunca, que es difícil vivir tan alejado del O, hombre obsecuente a la certeza, piedra de molino que tritura la última esperanza, la que convierte la palabra –esta- en un camino sagrado, en un muro que oculta la soledad, el dolor, la muerte. Escúchala, tócala, siéntela, es por ti.

¿Qué me dices de las sombras? Sombras caminando, sombras conversando bajo los balcones, sombras acechando. Han colgado una sotana de la antena de televisión, parece una bandera, lo es. Insectos melancólicos meriendan sobre el asfalto. Hay un incendio en ese brazo. Humo en pulmones oxidados y un amanecer en ese sobre que todavía no has abierto. Una espada bajo la cama. Un desierto sobre la almohada. Un grito que nadie escucha. Se acercan. Guardaré más botellas de vodka en mi maleta. La tormenta cerró una época, la clausuró, tenía que ser así, ¿te imaginas una tarde final, de despedida, sin rayos y truenos? ¡Qué tontería! Los finales deben ser espectaculares, con palabras que definan, que imposibiliten la vuelta, billete sin regreso, no pretendas abrir el mar, solo Moisés y un servidor de usted que acaricia la bola negra atada a su tobillo con una cadena de plata y canela, bailo sobre los recuerdos, me abrazo a esa nube de porcelana. Palabras, carta de elogio a mi locura de buscarte en lo imposible. Palabras que loan mi insistencia en los errores. Me equivoco y lo sé. Actúo mal y lo sabes. Esta maquinaria no tiene manivela de marcha atrás, ni botones con rótulos en inglés, ni tornillos oxidados, ni aquella posibilidad de punto de rocío sobre los depósitos de fueloil, donde ahora se levanta la chimenea, páramo inutilizado, almacén de errores urbanísticos, refugio de mirones y jubilados, de proxenetas, de perros que mean en las farolas.

El olor que flota sobre la hierba fresca, las alas de cera de un ángel zurdo, cada día que no te llamo es un triunfo, cada día que me duermo sin pensar en ti también, cada noche que no sueño con tu cuerpo abrazado al mío es una muesca que añado a esta pared desconchada que se mece con el viento de la ausencia y esta es una adicción igual a cualquier otra, el que bebe, consume, nieve, humo, tus amigas escondiéndote bajo los soportales de la plaza mayor, maldición de cabeza perdida en quimeras, de dedos ansiosos por tocar tus dedos, tu piel, tus glúteos duros, mi sexo que mira horizontes detrás de la niebla, como un periscopio excitado, inquieto, submarino de amores con cargas de profundidad estallando en lo más íntimo de esta sima insoportable. Cómo duele, joder, cómo duele, encerrado en una jaula junto a un tigre de tristeza que me mira, goloso, que mueve la punta de su cola y babea. Los guacamayos chillan en los nervios de mi ansiedad ramificándose por la espalda, el pecho, la raíz del miedo al sábado hundiéndose en la tierra a través de mis piernas, piel tatuada en penas, sortilegio de otros sábados, huida a través de aquella curiosa selva de besos. Tú ya no tienes labios, ni boca, se han borrado, todo en ti se borra, se difumina, se pierde ante el soplo de escaleras, metro, trabajo, metro, escaleras, ¿hay más?, ¿qué esperas?

A hombros de mis camaradas, la ciudad ardiendo detrás, huyendo por la antigua ruta del vigilante, su mirada de abismo, tú no me has visto nunca, viste al amante que acunó tu inexistente infancia, el intento del quizás, el aluminio y el ámbar, las arenas doradas de la playa que nunca pisamos juntos, el laberinto que tejimos, sin Minotauro, Ariadna traidora que quemaste el ovillo, aventaste mi Deseo después de quemar los sembrados, fuiste el tránsito, la luz que se consumía y encontró mi hambre, mi sed, mi necesidad de cielo.

Capítulo uno. Capítulo dos. Capítulo tres mil. Han vendido mi libro en una subasta. Un euro. Lo compré yo. Puedo decirte que es mentira. Lo he leído. Y me lo han dicho, muchos, alguno, alguien que sabe, que entiende, conozco a aquellos que entienden, de nada, de algo. No deben arriesgarse, señores y señoras, cuando se tiene lo que se tiene, uno no se baña vestido. Y si hace falta uno no se baña. O se baña, lo que diga el guión. ¿Quién dices que lo ha escrito? Iluso, infantil, irreverente, irresponsable, irrelevante, itinerante, ilusionándote, ígneo, impoluto, idiota, imposible, irreal, inseguro (¿seguro?), infierno, insensato, ir, insistir, iterar, impugnar, irrealizable, importante, ilógico, isla (de Izaro, claro), inquieto, impuesto por la aplastante realidad debo callarme para que mi voz se oiga. Y qué hacen estos estúpidos que tratan de atraparme, como si no supieran que corro más (+) que nadie, como si no supieran que puedo convertirme en una salamandra, en un habitante del fuego, en una voluta de humo que sale de esa chimenea y se pierde entre las rendijas del cielo azul y rojo y por qué insisten en perseguirme por los pasillos del manicomio de Mondragón. Al final me atrapan y sigo sentado en mi sillón. Cómodo, cambio de canal, me quito las gafas. No veo y resulta que todo era mentira, todavía no ha amanecido, además no hay infierno, eso, nos mintieron.

Puedes borrarlo todo excepto la primera frase, esa no la olvideS.

Si estuviera permitido huir
si fuera posible romper la cadena
no sería un navegante impotente
carente de barco

(Xavier Lete)


19 comments :

mjromero dijo...

Me gusta todo, la melodía dulce que suena, ese Sísifo empujando la roca, hacía mucho que no veía a este hombre a estas horas, los pájaros volando con la melodía,los ojos del mar que de repente se convierte en un mar azul, parece un juego..., romper las cadenas, es como la roca de Sisifo...
y para el final la carta, bien, bien...demasiadas ideas, aquí. allí... aunque tratándose de la locura...
¿Qué recordarán los locos cuando recuperen la cordura?
Cuando llegué pensé que había un error, faltaba el cuadro o la fotografía que colocas siempre arriba del todo hacia la izquierda.

Buenas noches y un par de besazos.

Anónimo dijo...

Ahora es cuando a mi me gustaría escribir como tu, para escribirle una carta de elogio a tu locura que termine tan bien como la habías empezado, pero yo no se
Lo siento

Un beso y mi enhorabuena por todo eso que tienes que resulta tan admirable Pedro.

cristal00k dijo...

Me abruma, en el mejor de los sentidos, tu derroche de exhuberancia inagotable. Mucho y bien.
Abrazo.

ybris dijo...

No me parece que te haya costado terminar este peculiar elogio a tu locura.
Desborda soltura inagotable.
Y no pienso borrar nada de lo leído.

(Me ha encantado ver por aquí a Xabier Lete. Gracias por la traducción, que ya me estaba levantando a por el diccionario de ayuda a mi detestable eeuskera)

Un abrazo.

gaia07 dijo...

Diferencia, uniformidad, soledad, acecho, culpabilidad, miedo a ser, libertad, poder… Son palabras que me sugieren todas las fotos que incluyes hoy.
Ese elogio tuyo al querer, a la locura de saber, es impresionante leído de una vez. Hoy la realidad me parece verdad y mentira al mismo tiempo, tan real que puedo tocarla.
Un beso.

Pedro M. Martínez dijo...

El cambio alfaro, un blog no da demasiadas opciones de cambio. O no las conozco. O no quiero romper demasiado una línea, una estética. Otras cosas sí quiero romper. Por eso escribo. Sin locura, al contrario, con absoluta cordura. Por eso se pasa mal, por la impotencia de querer llegar hasta O cuando no se pasa de ABC. Pero ahí vamos. Buenos días y los besos, muá, muá.

Pedro M. Martínez dijo...

Aury no te cuento lo que me gustaría hacer que no hago, prefiero centrarme en todo lo que sé hacer. Y en lo que aprendo. No me imaginaba que en una actividad como está - hablar con personas que no conoces de cosas que no hablas con las que conoces- fuera tan enriquecedora.
Gracias y un beso.

Pedro M. Martínez dijo...

No creas cristal00k, no hay derroche, hay ahorro. Cuando sepa decir A en vez de todo eso será que he aprendido.
Mientras tanto lo intentamos.
Y disfrutamos.
Gracias y un abrazo.

Pedro M. Martínez dijo...

Gracias ybris, de Xabier Lete, mal cantante, gran poeta (todo no se puede tener)

Izarren hautsa egun batean bilakatu zen bizigai,
hauts hartatikan uste gabean noizpait giûaden gu ernai.
Eta horrela bizitzen gera sortuz ta sortuz gure aukera
atsedenik hartu gabe: lana egiûaz goaz aurrera
kate horretan denok batera gogorki loturik gaude.


No, no me ha costado nada elogiar mi locura, no la tengo.

El polvo de las estrellas se convirtió un día
en germen de vida.
Y de él surgimos nosotros en algún momento
Y así vivimos, creando y recreando nuestro ámbito
Sin descanso. Trabajando pervivimos
Y a esa dura cadena estamos todos atados


Muchas gracias y un abrazo.

Pedro M. Martínez dijo...

Estaba contestando, hermosura gaia07 y ha entrado tu comentario.
Ay.
Casi me lo salto.
Peligro.
Lo mismo me cortas dos dedos.

Jajajajajajajajajaja.
Guapa.
Ha amanecido un domingo esplendoroso, de cielos azules y buena temperatura. En estos tiempos de crisis la naturaleza es (de momento) gratis. Me voy al mar a ver olas, gaviotas, espuma, a sentir el viento, a escuchar cómo la mañana da vueltas.
Estoy muy contento, debo estar loco, sí.
Te beso el cuello.

Unknown dijo...

Me parece mas impactante leer toda tu locura junta. Explicito intervalo entre la primera y ultima frase. Soy incapaz de superar la adicción, lo intento... pero no puedo. Disfruta. Besos

Anónimo dijo...

Definitivamente... necesito que alguien me escriba una carta de elogio a su locura, o a la mía. Con una carta de amor me conformo.

Un beso, Pedro.
Y sí, un poco cerca sí sana.

Pedro M. Martínez dijo...

LOBITO, hay terapias pero no te las recomiendo. Sigue leyendo, no hace daño. Me voy a disfrutar. Antes, te beso.

Pedro M. Martínez dijo...

Me lo has pedido y no sé negarme. Una carta de amor. Sin conocerte. No es fácil. Amor. Demasiado para frivolizar en versos huecos, en palabras repetidas. Amor ¿quién sabe? Ni siquiera sabemos cómo somos, o quién, detrás de absurdos nicks que nos defienden, que protegen el rubor de aprendices de escritores, aprendices de ternuras que aquí quedan tan lejos, tan frías, virtuales, no queremos virtud, queremos hechos, caricias en estas lentas mañanas de domingo. Una carta de amor, quién sabe escribirla, así, sin proponerse otra cosa que decirte, con todo, que el amor está aquí, silencioso y terco, deslizándose en estos intentos de contar, de decir, tu mundo, el mío, la realidad, la comida, el paseo hasta el lunes de problemas, o de tedio, de la vida real zarandeándonos, de enfrentarnos a todo y este escape, escribir. Una carta de amor. Sea, esta, con toda la intención y la dulzura de frases que se paseen por tu oído, palabras ya dichas pero nuevas, una carta de amor para Fusa que la pidió este día de descanso, cuando hay quién se engalana para la misa de una, quién hace el amor bajo el sol de noviembre, quién llora en su cocina solitaria, quién pasea junto a quién no quiere pasear, quién corre para olvidar que la vida corre más, quién mima a sus hijos, quién trabaja, quién mira el mar, el horizonte, las nubes, quién imagina un rostro y una voz, quién está de vuelta sin haber salido, quién espera a su hija que aún no ha vuelto, sin saber qué hacer con las manos, dónde llamar, quién escucha música en el balcón, quién lee poemas de Valente, quién, terco, quiere terminar esta carta de amor, que lo tiene, sin conocerte, Fusa, pero con el alma, beso tus manos y tus labios de niña, de mujer, de anciana, lo que seas, incógnita, pero ahí, sabiendo que son para ti estas líneas apresuradas pero intensas, llenas de amor, no lo dudes.
Con todo mi respeto.
Pedro.

mirada dijo...

¿Y qué me dices de Poncho Sánchez? Me encanta,su "Yo quisiera"...
Pero también me encantas tú.. tú.. y tú... :-)
Pedro, gracias por hacernos disfrutar un poquito más de la vida.

irene dijo...

¡Ay! Pedro, Pedro..., quisiera tener un loco en mi vida como tú. Este mundo, también loco, no sabe lo que hace.
Real o imaginario, es muy bello, sólo la primera frase es ya un tesoro, se oye y se dice demasiado poco.
Hoy estoy especialmente tonta, voy a soñar un amor así, imposible sin un toque de locura.
Besos Pedro.

Pedro dijo...

Mirada…Yo quisiera que tú supieras vida mía, yo te quiero, yo te adoro todavía… que canta el grupo de Poncho Sánchez mientras él toca los bongos.
Es una canción triste/alegre que anima.
Como tú me animas.
Besos,

Pedro dijo...

irene, el mundo no sé, yo intento saber bien lo que hago (por la cuenta que me tiene). Y el tiempo de locuras se pasó. Ahora solo cordura (más aburrido, más práctico).
Besos

Anónimo dijo...

Hay textos tuyos que llevo bien guardados en mi memoria :)

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