lunes, 5 de octubre de 2009

Tempero





Voy por la senda del morir más clara
y de toda esperanza me retiro;
que sólo atiendo y miro
adonde todo para,
pues nunca he visto que después viviese
quien no murió primero que muriese.

Lope de Vega

(Égogla a Claudio-EL DESENGAÑO)





La pintura se iba a desconchar

No, no llamen si creen que es la puerta del cielo.
San Pedro no os atendería. Pedro existió, fue mi amo.
Murió hace muchos años. Yo también, pero aún hice por mi cuenta cinco años.
Yo soy Bernardo. Me llevaron a un herrero en mi edad madura, a los diez años. Pedro le dijo a Paco, el herrador, mírale la cara, mírasela bien y hazme un llamador con su rostro.
Yo venía de las piernas de Ella, cuando aún era plumón.
La casa donde vivíamos ya está cerrada. El desconche de la pintura es el gesto más inoportuno de lo que se barrunta. Allí hubo vida, generosidad y estímulo. En la casa, en su patio, alrededor de sus kentias luminosas.
Yo ladraba maduro. Viene el juez, decía Pedro. Ladraba redondo, viene Ella. Ladraba descolocado, y pasaban chicos por la calle. Ladraba y quedaba quieto, llegaba Mauricio y metía las cartas por la ranura de la puerta.
Mauricio me toco cuando era plumón porque era vecino de Ella. Mauricio me sentía quieto y decía desde la calle, hay una de Ella.
Le daba las gracias como quien ladra.
Pedro la creía muerta hasta que llegaba una carta.
Vino Ella conmigo a la casa. Unos meses y se fue. Entonces Pedro me llevó al herrero. Y Ella, ... no sé. No sé adónde se fue.
Ella me rascaba, siempre.
Pedro metía sus cartas entre maderas olorosas. Mis ojos eran tristes.
Bernardo, vendrá, me dijo un día con la convicción de un ladrido. Pero Él no era perro y yo olía de largo las cartas.
No vino. Murió mi amo, Pedro. Y yo supe que la pintura se iba a desconchar.








10 comments :

YoSusan dijo...

Un relato sobresaliente.
Lo leeré otra vez más, pero ahora no con curiosidad, sino con deleite.

Un abrazo

YoSusan dijo...

Pedro, las fotografías son perfectas para la ocasión. Y si supieras cuantos recuerdos me traen, hasta que cumplí los 15 años una aldaba tocaba a mi puerta.

Besos

Pedro M. Martínez dijo...

Tempero, esta página se ilumina y enriquece con tu relato.
He abusado al pedírtelo, lo sé, pero era necesario.
Ahora ya, compartiendo espacio, podré pasarte un brazo por el hombro y disfrutar este afán, este trabajo, ¿un juego?, con transparente elogio, conteniendo el aplauso hasta que acabe el lunes, con la plaza libre y las miradas amigas.
Me gusta la literatura, sí, pero más me gusta la amistad.
Y así vamos, por los días, escribiendo, hablando, sintiendo, hasta las fotos has escogido bien, te lo agradezco.
Va mi abrazo y mi respeto.
Muchas gracias.

Arantza G. dijo...

Hay momentos en que después de leer... sientes la piel diferente, el corazón galopa o tal vez trota y las ganas de volver a leer son más acuciantes.
Hoy, posiblemente por remover recuerdos enzarzados me voy encogida ante lo que es una maravilla.
Gracias Tempero, gracias Pedro.
Un beso a ambos.

Ventana indiscreta dijo...

Sé de nuestra predilección por las puertas paradas. ¡Tantas voy fotografiando! Ya sé que esa no es la puerta de San Pedro y, aún así, otorguémosla el nombre de San Bernardo. A lo mejor sale con su pequeño botiquín y nos roza las heridas con mercromina. Y después, delicadamente nos lame. Un ladrar hondo tiene ese relato que has decidido dejar a Pedro.

Muchos besos.

Tinta de aterrizaje dijo...

"El desconche de la pintura es el gesto más inoportuno de lo que se barrunta. Allí hubo vida, generosidad y estímulo."


Esa parte de tu relato es la que más me revuelve. Trabarnos en el pasado lleno de vida conlleva su desasosiego.

Hermoso relato.

Tempero dijo...

"¡El llamador! Si pienso la palabra un instante y la repito se me vuelve gigantesca, llena de cosas, nutrida como una fruta. Era el estar acechando su golpe, un determinado golpe, el anuncio de las gentes; sus silencios prolongados y huecos como esas tardes de mucho sol en que no nos dejaban hacer nada. Era su sobresaltada en las noches; su llamado inesperado y rotundo en las madrugadas obligando a levantarse con la angustia oprimiendo el estómago. A veces no era más que una broma, otras esas habituales noticias que nos traen los telegramas.
Después pusieron a su lado la perilla de un timbre que no alcanzó a matar su voz de bronce y madera. Los fracasos de las tres pilas maravillosas alineadas en su caja de madera obligaban constantemente a recurrir al viejo llamador. Algunos, por conservadorismo, por afecto o por temor -no muy infundado- de un sacudón, nunca lo usaron y prefirieron el familiar retumbo.
En ocasiones me encuentro ante un llamador de bronce, estilizado, liviano. No sé cómo golpearlo; me detengo perplejo un instante. Pienso que muchos golpes en rápida sucesión me pueden configurar como un pretencioso; opto por uno solo, enérgico, para que se me oiga: Aquí estoy."


Alberto Salas (El llamador, Ed. La Veleta)

Un gran libro este de Alberto Salas. Recomendable. Uno se acuna a él con facilidad.

Un pequeño enlace para saber más:

http://www.lehman.cuny.edu/ciberletras/v09/guinazu.html

LA ZARZAMORA dijo...

Esas viejas puertas, con picaporte, al cual mejor cabe no llamar por si nos abre la pintura desconchada.
Bello relato.
Besos a los2

gaia07 dijo...

Recuerdo, que cuando sonaba en casa, podiamos identificar al visitante por el sonido al golpearlo. Incluso, si el que llamaba estaba irritado, contento o cansado.

Los signos para reconocer a los demás han ido desapareciendo, los zapatos apenas hacen ruido, los bisbeos al hablar se pierden entre los ruidos eléctricos y electrónicos, los suelos son amortiguadores de ruidos, las puertas automáticas, los ropajes ya no susurran al roce…

Tendríamos que revisar los criterios que utilizamos para desestimar los objetos que siguen teniendo utilidad en pos de la novedad.

Nos has hecho traer el encanto del pasado de una manera muy ingeniosa Tempero.

Tempero dijo...

Seré breve:

Atribuyámonos una casa. Llamémonos, pasemos sin llamar, sin anunciarnos, anunciándonos.
Y sí Pedro, prefiero el roce a las teclas, la amistad a la virtualidad. Verás como sí, algún día. Verás qué sencillo todo.

Mi respeto a todos y a ti en especial, Pedro.

Abrazos y besos.

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