viernes, 18 de diciembre de 2009

Halo

Somos responsables de nuestras propias vidas. Nuestra conducta es una función de nuestras decisiones, no de nuestras condiciones. (Stephen Covey)




Ella lo definió como halo.

Una hermosa palabra para definir una hermosa enajenación.

Era un sueño que una mujer así me esperase por las mañanas cuando iba al trabajo. Caminábamos juntos por las calles aún dormidas, ella a su alto destino, yo a mi rutina.

He escrito mujer y con ser grande no abarca lo que ella era, diosa se acerca más, inabarcable, todo, tanto la amaba.

Lo supe después, cuando aquel halo perdió brillo al mismo tiempo que crecía en mi interior una dependencia total, una transferencia de voluntades, mi vida era la suya, no me pertenecía, mi cuerpo, mi mente, mi alma, todo mi ser era de ella, para ella.

Jamás he estado tan locamente enamorado.

O no lo recuerdo.

Luego vino la grieta que partió el universo en dos mitades y la mía era oscura, habitada por duendes que clavaban sus tridentes afilados en una débil voluntad. Después de mi muerte – morí, claro, ¿qué otra cosa podía hacer?- tuve que reconstruir aquel que era, u otro, aprender a hablar, a coordinar los pasos y los dedos, a inventar la mirada y el gusto por los días áridos, vacíos, un mundo deshabitado que tuve que poblar ya no sé de qué clase de colonos voluntariosos.

Un día, un martes, entré en una nueva fase, ausencia de énfasis la llamé, una indiferencia práctica, la absoluta falta de fe.

Todo esto lo cuento así, como si nada. Anda, ven, siéntate aquí, a mi lado. Esto ocurría mientras todo ocurría, es decir que la vida corría por el carril de al lado, y otra vida en otro carril, vías paralelas, la estación de Atocha, yo qué sé. ¿Loco? no, quizás no sea esa la palabra. Inconsciente, equivocado, hereje, apátrida, desposeído, explorador perdido en su propia selva, mendigo, buscador de oro en arroyos secos, un iluso, un tonto con los bolsillos rotos, un hombre, en fin, con los ojos abiertos al abismo de ser.

Vale, majo ¿volverás mañana?

Si estoy vivo, sí,

Pues nos vemos aquí, agur.

Agur (lo que aguanta uno).




Artículo 27.

• 1. Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten.
• 2. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora.


19 comments :

virgi dijo...

Querido Pedro,
halo el tuyo, serpenteando por tus palabras. Nos lleva y nos trae, nos mece y nos despierta.
Halo que nos atrapa, así, como si nada ocurriese, mientras todo sucede y te leemos, sabiendo que es un lujo a nuestro alcance.

ybris dijo...

Las enajenaciones no son fáciles de definir.
No sé si halo es la palabra que lo consigue, pero, desde luego, consigues describir con ella certeramente la impresión del amor que crece, mengua y nos deja sin recursos hasta que tenemos que empezar desde el principio.
Eso. Tontos con los bolsillos rotos.

Vuelve mañana.

Agur

Pedro M. Martínez dijo...

virgi, ciertamente todo sucede, alrededor, no seamos ajeno a ello y las palabras tomarán su sitio. Debajo de los púlpitos se aprende a no escuchar, en las tabernas a olvidar, en otros lugares aprendí a gemir. Estamos vivos, en proceso de aprendizaje, cuando creemos que sabemos algo va y nos morimos. Mientras, nos leemos. Pena, me gustaría, un día, mirarme en tus ojos y decirte, hola Virgi,

Pedro M. Martínez dijo...

ybris, con tu permiso, me quedo con “una mujer/ un hombre, en fin, con los ojos abiertos al abismo de ser”.
Y es que si no, no, no merece la pena. La vida está para vivirla, para quemarse, para consumirse activamente. La paz…bueno, vendrá, de momento, entre tanta desgracia, paro, crisis y no sigo, la vida bulle.
Al menos aquí dentro (quién lo diría)
Te aprecio, chaval, un abrazo.


(Entre tú y yo, fíjate lo que consigue este medio. Un hombre tan serio como tú, tan profundo, sin embargo tan asequible, tan coloquial y un zascandil como yo te llama chaval. Ay, que poco respeto. Otro abrazo)

Tinta de aterrizaje dijo...

Muchas, no pocas, somos responsables en función de las condiciones en las que nos hallamos inmersos.
Probablemente,este mormón al que aludes, con prole de nueve hijos, lo tenga todo muy allanado para pensar así.Que se dé una vuelta por los suburbios del mundo.
Probablemente en tener hijos no se equivoque, decidimos no tenerlos por nuestras decisiones.

fgiucich dijo...

Hay amores que nos parten en dos mitades y recomponer la existencia lleva tiempo y dolor. Abrazos.

Pedro M. Martínez dijo...

Tinta de aterrizaje, te he leído fuera de contexto (desde un móvil) y me he sorprendido. He pensado “pero ¿qué dice?, ¿qué tiene que ver esto con mi halo?”
Mira, no tengo ni idea de quién coño es Stephen Covey-te refieres a él ¿no?-. La frase me parece la típica de manual de auto ayuda y la he dejado más que nada como un guiño a mi amiga I que sí cree en esas cosas.
Lo de los hijos, los suburbios y todo lo demás para un próximo capítulo.
Niña, eres cortante como una navaja albaceteña. Será el clima. Anda, sonríe que fuera hace mucho frío. Aquí al menos. Mis respetos.

Pedro M. Martínez dijo...

fgiucich, exacto, pero añado que no hay mal que cien años dure (ni paisano que lo aguante, claro).
Después de la lluvia vienen cielos azules.
Abrazos de viernes, doblemente gozosos

ana p. dijo...

"Literariamente" sé de lo que hablas pero, solamente literalmente, sé de los abismos como sé de alteraciones que elevan o disminuyen la brillantez de los sonidos. Sé pero tan sólo sé que no sé nada acerca de cielos azules en intesidad similar a aquéllos que iluminaban la verde hierba. Tras la búsqueda de la aritmética que esconde la armonía universal, acá estoy con mi pizarra intacta y esta sequedad de boca que no se cansa de coserle besos a las horas.

Pedro M. Martínez dijo...

ana p., tu comentario está lleno de poesía. Muchas gracias.
(vaya, vaya, muy intenso)

Unknown dijo...

Si algo reprochaban los místicos y también los poetas amorosos del mundo judío a los colegas de la civilización cristiana es su visión del amor como una fuerza enajenadora, que le hace morir a uno para convertirlo en el amado. Yo admiro esa visión del amor independiente, pero me reconozco un hombre iluminable, arrastrable por las pequeñas cosas, por esos pequeños gestos que son, al fin y al cabo, el "halo" de los seres que uno encuentra en su camino. Puedo hacer en este estado verdaderas locuras, consciente de que me estoy llevando llevar hacia el infierno no sé si por mi necesidad atormentada de vivir -tan propia de los cincuentones- o por una suerte de inocencia que no acierto a comprender. Son cosas que pasan, y de las que luego ni siquiera es posible hacer literatura. Sería como poner puertas al viento....

LA ZARZAMORA dijo...

La condición y la decisión no son interdependientes. Una depende de la otra y "vicevoirse".
Halo, enajenación, locura, ida y vuelta, vaivén, "biemalestar", cada cual define su inabarcable vivencia como lo siente.
Todo pierde brillo con el paso de los años y más aún si se ha sobrefrotado la vieja plata añares ha.
La fe, el abismo del ser, la inconstancia y el ser y el estar son dilemas indelebles.

Agur, y felices fiestas, Pedro.

Con tuerca el beso esta vez;) Dejémonos de tornillos y pongámonos al día :=)

Pedro M. Martínez dijo...

D. Carlos, vamos a ver, ¿qué ocurre desde el sábado 1 de diciembre de 2007 al jueves 17 de diciembre de 2009?, una invasión de silencio, de las Cartas en la noche que recopilas y compartes, dadivoso coleccionista de bellezas ajenas, ahora nuestras, prodigios de la comunicación plenas de ternura, o pasión, o miedo, celos, distancia, cercanía, yo qué sé, un lujo.
Y vas tú y te callas, tanto tiempo, ya te vale. No hay excusa, tu edad no es excusa (por cierto, eres un carroza sin remedio, chaval), la locura, sí, la locura que nos lleve del cielo al infierno, y viceversa. Cada uno dice lo que dice, también lo que el otro lee. Te he leído. Te dejo ahora, lo siento, se me han desclavado las puertas y con este frío entra el viento y me muerde los huesos del alma. Uy. Un abrazo.

Pedro M. Martínez dijo...

Vamos a ver eva-la-zarzamora, leches, que no tengo nada que ver con ese tío, con el tal Stephen Covey.
Vale, voy a ver quién es.

Stephen Covey reside con su esposa Sandra, y su familia en Provo, Utah, que es en donde se encuentra La Universidad Brigham Young University que es precisamente donde el Dr. Covey enseñó antes de la publicación de su prestigioso libro. Stephen Covey además es padre y abuelo, tiene nueve hijos y cuenta con cuarenta y siete nietos; recibió el premio de Paternidad del «National Fatherhood Initiative», (iniciativa nacional de paternidad) en el año 2003.
Covey es el fundador de lo que anteriormente se denominaba «Covey Leadership Center», (Centro Covey de liderazgo) en Salt Lake City, Utah, institución que fue luego adquirida por la compañía FranklinQuest, el 30 de mayo de 1997 convirtiéndose en «FranklinCovey Company», una compañía que ofrece sus servicios profesionales a nivel mundial y cuya especialidad consiste en vender cursos y seminarios de formación para la gestión de negocio, herramientas para aumentar la productividad, así como también la Gestión del Tiempo, tanto para individuos como para organizaciones.


Joder qué máquina, 9 hijos y 47 nietos, y tiene tiempo para dar cursos. Un artista.
Oye, si nos vamos a poner así quito la cita y se acaba la polémica, que lo mío es ese “Halo”

Círculo de luz difusa en torno de un cuerpo luminoso.

El paso de los años es el tema. Que no pasen. Prohibido que pasen. Hale, me quedo con el halo, la enajenación, locura, ida y vuelta, vaivén, tu tuerca, mi arandela, macho-hembra (en términos de almacén de productos para electricistas , por ejemplo)y tú y yo aprovechando el fin de semana para ponernos al día (nos van a faltar horas). Al lío (del montepío)

Anónimo dijo...

Muy fuerte este post, Pedro. Decir tanto con pocas palabras...
Un fuerte abrazo a tu corazón.
Mayra

Pedro M. Martínez dijo...

Mayra queridísima, cada vez que leo tu nombre se me ilumina la mirada y el alma.
Tú me conoces y sabes que mis post se quedan en eso, post.
Cada uno los lee e interpreta según sus vivencias y su sensibilidad.
La tuya es tan grande que me lees más allá de lo que escribo.
Lo sabes, te queremos, mucho, un beso, guapísima.

Ariadna dijo...

...y entonces vamos asi en la vida con los restos del corazón y no queremos que se nos note que nos falta un poquitito de amor. Por qué fingir, ya digásmolo aunque sea asi...vos sabés igual queremos.
Te robé la imágen velada...boca roja una rosa rosada y blancas mariposas.

Pedro M. Martínez dijo...

Ariadna, con el corazón marcando la reserva, caminando así kilómetros y kilómetros de días y no se para, sufre pero sigue, más y más, se nos nota, vaya si se nos nota, en la mirada, en la desgana por las mañanas, en la envidia por esos dos que van por ahí tomados de la mano, ¿qué se creerán? Hasta que un día amanece y somos uno de esos dos (o tres) (o cuatro) y la cara se nos queda, sí, con la boca roja debajo de blancas mariposas

gaia07 dijo...

Sentimientos indefinidos, acumulación de toda la alegría en torno a cuerpos brillantes de luminiscentes sonrisas. Ella lo definió bien, halo, ese qué cuando se difumina y se pierde en la palidez, desaparece dejando los cuerpos rotundos, petrificados y fríos.

Ahora sé que aún sabiéndolo antes no evitaría esa enajenación temporal.

Besos.

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