miércoles, 13 de octubre de 2010

Payaso.


«... Que lle podo ofrecer a quen me intente?»(Lois Pereiro)

Éramos ocho jóvenes que escalábamos montañas, trepábamos por pendientes escarpadas, abajo nos observaban las negras simas, el vacío.

Las cordilleras nos desafiaban, con gran compañerismo zigzagueábamos entre aristas cortantes, dándonos ayuda y colaboración en los desfallecimientos, sobre rocas inmensas, piedras singulares, oxígeno enrarecido, nieblas que ocultaban la realidad del llano, grandes pájaros que siempre estaban más arriba, con el desafío de llegar a la cima.

 
Aquella tarde llegamos exhaustos al refugio, la subida había sido dura, las dos últimas horas nos acompañó una fuerte lluvia. Nos descalzamos, nos pusimos ropa seca, hicimos fuego, cenamos y nos reconciliamos con la comodidad de aquel pequeño habitáculo. Aunque al día siguiente deberíamos intentar llegar a la cima bebimos y cantamos, reímos, nos contamos sueños y ambiciones, la vida estaba llena de futuro, éramos amigos, nos sentíamos afortunados. 

Amaneció, entre nieve y viento, éramos ocho, reemprendimos la marcha, en lo más alto no nos esperaban mujeres desnudas ni vestidas, pero llegamos.

La semana siguiente decidimos variar nuestros hábitos. Iríamos a un pueblo del norte de Burgos a pasar el fin de semana. Invitaríamos a algunas amigas. Todos nos disfrazaríamos, cenaríamos y después cantaríamos y bailaríamos. La idea era trasplantar el espíritu de nuestras inocentes fiestas en las alturas por diversiones a nivel del mar y de nuestras apetencias.

Las chicas se disfrazaron de princesas, de apaches con minifaldas, de los años 20, de bailarinas orientales, de vikingas, estaban todas guapísimas (menos Carmen que era muy simpática).

Los chicos nos disfrazamos con poca imaginación, la verdad. Destacaba uno de obrero con buzo y casco; otro de campesino con un sencillo sombrero de paja; Andrés de bombero con manguera y todo (diez metros); Juan de rajá hindú con la línea de los ojos pintada de negro, con pendientes y sortijas de oro; Carlos de payaso, bien maquillado, la cara blanca, los labios rojos, con zapatones y un gran reloj colgando de su cuello; yo de sabio loco con una peluca de rizos, una bata blanca, una probeta en la mano y una joroba disimulada. 

Cenamos magníficamente, bebimos pacharán, cuba libres y licores espirituosos, nos alegramos y cantamos, claro. Andrés sus romanzas de siempre. A Luis le prohibimos sus crudas coplas machistas. A coro entonamos el Asturias patria querida. Yo canté el “que me importa del mundo si tú no está muy cerca de mí”. Para entonces casi todos (Carmen no) estábamos más o menos perjudicados. Carlos se arrancó y salió al improvisado escenario. Le animamos con gritos admirativos de tío bueno y similares. La verdad es que su disfraz era magnífico, un perfecto traje de payaso, la cara pintada, la gruesa nariz roja. Nos pidió atención y recitó. Al principio no entendimos, seguimos animándole, riendo, bromeando. Él siguió, serio, desgranado un poema que había compuesto y en el que con versos sin rima pero sinceros, declaraba entre otras cosas que nunca esperaba que en sus cumbres hubiera mujeres desnudas, que prefería que Juan le esperase allí, aunque estuviese vestido.

Éramos torpes pero nuestro silencio fue la mejor evidencia que lo habíamos entendido. Fue la primera salida del armario que vi en vivo y en directo.

A partir de aquella noche fuimos seis jóvenes que subíamos montañas, trepábamos por pendientes escarpadas, abajo nos observaban las negras simas, el vacío. Cumbre a cumbre fuimos aprendiendo a escalarnos.


17 comments :

Carmen dijo...

¡qué bonito lo has contado!

Mayte dijo...

Porque el amor también hace saltar al vacío a los más intrépidos...sí, se acuna, se escala, y al final saltamos.

Un besiño, Pedro.

La otra Carmen dijo...

Y yo, perdiéndome el momentazo y congelándome desnuda en la otra vertiente. Eso se avisa... hombrepordioscoñoya!!

cristal00k dijo...

Valiente Carlos... y sin límite de pérdida. En esa época, eso, era como cruzar el abismo sin paracaidas. Buen deportista, o quizás debería decir jugador...

ybris dijo...

Escalarse.
Desnudo objetivo que alcanzar en cumbres, valles y llanuras.
No es mal medio confraternizar disfrazados.

Abrazos.

mirada dijo...

Un amor descontraído...
Pedro, es hermoso sentir así. No es tampoco la palabra "hermosura", es el ser, el ser consecuente con lo que se siente y permitirse vivir lo más puro.
Y debería callarme, no sé nada...
Sólo sentir, sentir,...
Buen día, corazón.
Un relato muy jugoso.

Pedro M. Martínez dijo...

Muchas gracias Carmen, tú lo has leído muy bien.

Pedro M. Martínez dijo...

Mayteღ, en la historia real al saltador no he vuelto a verle nunca. Se lo tragó la tierra. A Juan sí, es un buen amigo. Aunque ya no se disfraza (que yo sepa). Un beso.

Pedro M. Martínez dijo...

La otra Carmen/Ana, la verdá, eso de las mujeres desnudas era para que quede más bonito el texto, leches, que hay que contarlo tó.

Pedro M. Martínez dijo...

Oiga, oiga, cristal00k, cómo que en esa época, que no estoy hablando de la prehistoria, leches, además el bueno de Carlos escalaba de pena, siempre llegaba el último, que una cosa no quita la otra, estaba más aficionado a Juan que a subir al monte. Oye, cada uno…

Pedro M. Martínez dijo...

Pues mira ybris, la verdad, no me gusta ni un pelo disfrazarme. Creo que es la única vez que me he disfrazado en mi vida. Me refiero con un disfraz típico, al uso (de pirata, de bombero, de egipcio). En la vida real me disfrazo cada mañana, desde hace siglos, ya no sé quién soy yo. En fin. Por eso sigo escalándome, quizás algún día me llegue. Abrazos.

Pedro M. Martínez dijo...

mirada, pues yo creo que no es pa´tanto. El tema es amar. A quién tiene también lo suyo. Una vez escogido ya es sencillo, sea mujer, hombre, idea o lo que sea. Aunque hubo tiempos duros, claro, mira este pobre (vestido de payaso declarando su amor, fue triste, la verdad).
Hoy en día veo a Juan con su pareja actual y es hermoso (aunque le tiene muy controlado, cuando me saluda se pone celoso, ya ves)

gaia07 dijo...

“Aprendiendo a escalarnos con el amor descontraido”, y la belleza del mundo se abre paso dentro de cada uno, y todas somos hombres y todos son mujeres, ¿las diferencias?, solo en el camino.

Belleza en tus letras de tu sentida belleza de hombre muy hombre.
Un abrazo

Pedro M. Martínez dijo...

gaia07, el tema es querer, no importa a quién, ni cómo.
Que te quieran es hermoso, pero te acostumbras.
Querer es lo sublime, romperte el corazón, el alma, por querer a ese/a a Otro/a, perder la razón, el sentido, vivir sustentándote en ese amor.
Qué te voy a contar.
Pero hoy toca alpinismo, ya ves.
Un abrazo.

mirada dijo...

Pues es que estamos hablando lo mismo.
Un obsequio, lo acabo de conocer:
http://www.youtube.com/watch?v=Q6FnndViPmA&feature=player_embedded

Anónimo dijo...

eeeeeh... ¿quién es Ana?
C.

La otra Carmen dijo...

Sorry, por la repetición y por el Anónimo... a veces soy muy torpe.
Jo!

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