miércoles, 20 de junio de 2012

Avispero





Avispero

Han venido tres veces a anidar en una casa
parecida al cuerpo de una mujer que envejece:
habitaciones ya sin niños,
frascos con ágatas y conchas
dejados como estrías,
polvorientos libros como piel cicatrizada.
Detrás de la pared de nuestra habitación
las avispas husmearon
esta grieta entumecida que el cuerpo había olvidado.

El rumor de un motor en marcha al alba,
o de un mar lejano, o el canto de un frigorífico.
Pero al caer la noche crecía con la fuerza de un horno.
Al poner la oreja contra la pared
el sonido me ha quemado como una descarga.
No era la apatía y el escalofrío de la anafilaxis,
sino la rabia, el deseo, la vida con su peligro.
Al golpear con los nudillos
el clamor ha subido como la fiebre
hasta que pensé que estaban a punto
de irrumpir a través del listón y del yeso.
Las hicimos fumigar.

En el silencio sigo escuchándolas,
persuadiéndome de que es el mar,
o de que empieza el zumbido.
Pero esto es una obsesión, un recuerdo
de cuando mi cuerpo cantaba
como una cuerda tensa,
vivo:
cuando con sólo poner tu amorosa mano
sobre mi piel,
yo ardía.

Anna Crowe
Traducción de Joan Margarit


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Bilbao, Euskadi
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