miércoles, 31 de julio de 2013

Hay flores bajo el agua



Cambiar de paisaje, de olores, de comidas, de acentos, de personas, de temperatura del agua de los ríos,  escoger el malecón sin oleaje,  valorar la fortuna de estar vivos aunque los días sangren, medir el silencio en octógonos, ahuyentar al pelicano del miedo, sumergirnos en espumas de otros mares, otras costas, otear horizontes imposibles, dormir la siesta, estar donde estés, ahí, sin nostalgia ni pasos atrás, resistir, distinguir el canto de los pájaros, organizar los arboles por alfabetos,  poblarnos de compasión, de ilusión, de amor hasta que nos duela, abrazar a los amigos, dormir acompañado, comer  acompañado, caminar solos en el alba, sentir tan dentro que se aparten los gatos, cuando proceda dejarnos llevar por el torrente de la risa, escribir estas minucias ahora que acaba julio y algunos afortunados disfrutarán de un mes de calores y fiestas y tormentas, de lejanía y soledad entre los otros, de volver al pueblo o al desierto, intuir que todo tiene fecha de caducidad y que mientras tanto hay que deslizarse por los días como por un tobogán que nadie sabe dónde termina, dónde caeremos, ahí vamos, bajando, disfruten ustedes de agosto.



 




martes, 30 de julio de 2013

Cuentista.

No me gustan los niños, nada.
Me gustan sus madres, algunas. 
No me gusta nada este niño, el hijo de mi hermano mayor y de Sandra.  
Me gusta Sandra.

Mi hermano es un alto ejecutivo, un prepotente, un chulo que cree poder comprar mi tiempo con cincuenta putos euros solo porque estoy en el paro. 
Quédate esta noche con el niño que tenemos cena y así te ganas la vida, vago. Ah y no bebas, no des mal ejemplo al sobrino.  Volveremos a la una, más o menos. No fumes en casa.

Si por lo menos este llorón jugara a la Play, pero sólo sabe llamar a su madre y dar la vara.
Las nueve y treinta y uno pm, lo que me queda.
Me aburro.

Ven, ¿que quieres?
Anda, no llores, te cuento un cuento.
Siéntate aquí.

(¿Que le cuento a este crío?)

Verás, érase una vez un caballero con una armadura del color del oro. Era muy fuerte y todos los dragones de la comarca estaban atemorizados del poder de su espada y su lanza. En el reino era invencible, hasta el mismo rey se sentía atemorizado en su presencia.  Era orgulloso, extrovertido, humilde, humano, excéntrico, panteísta, toxicómano, sinvergüenza, psicodélico,  bastante fiestero, estraperlista, rockero y un poco ornitólogo, dos cursos y el tercero sin acabar.

(Ya no llora)

Este caballero salía cada noche en busca de guerreros contra los que pelear y torneos y justas con princesas asomadas al pretil de calles con humo y automóviles ardiendo y torvos delincuentes y mujeres masticando frustraciones  y miedo, perros ladrando en los caseríos y déjame que te cuente, limeña.

(Se esta durmiendo)

Una vez, hace un siglo más o menos el caballero encontró a una bella dama, rubia y aficionada a la cerveza, a las confidencias a la luz de la luna y su galán la había dejado delante del escaparate de una tienda de electrodomésticos y se consolaron mutuamente y aquella noche mágica y su cuerpo con pecas en la espalda y lobos que aullaban en un bosque cercano y gigantes presentidos que daban miedo y...

(Ya se ha dormido)

El caballero no volvió a ver a aquella bella dama, rubia y melancólica y los días pasaron con castillos vacíos y gatos reptando por el borde de tejados con nieve y soledad y sueños imposibles y tanto dolor solo por una absurda noche que seguro que ella no recordaba hasta que un día, aciago, pintado de negro y ya nunca, la dama apareció al lado del hermano del caballero y resulta que los dos habían sido felices y comido perdices y luego se casaron y tuvieron un hijo y no me gustan los cuentos y no me gustan los niños.










lunes, 29 de julio de 2013

Lejanía

Cuando te quería, me quería y el corazón, el alma, no se, algo aquí dentro brillaba como el traje de neopreno del submarinista que parece vivir bajo el agua en esta playa de Langosteira que paseo y voy y vengo y te añoro y a ratos soy feliz y la incertidumbre de tu  regreso, algo así como estar desterrado y es una prueba - nos dijimos- y van para dos meses y no me llamas y creo que las gaviotas se ríen a mis espaldas y la panadera, el pescadero, el carnicero, la del bar donde  ceno, que ¿no viene? y cuándo nadie me ve lloro y escribo tu nombre en las paredes como un niño asustado y te aviso que se han secado los geranios del balcón, que yo mismo me estoy secando como un pulpo despanzurrado en el puerto de marinos erguidos en la proa de barcos azules y no son ciertos los rumores que lleva el,viento, no es verdad el olvido, ni lo de esa Carmen que ni siquiera conozco, tu hermana es una correveidile y las vecinas y tanto tiempo solo me hace hablar con las paredes y los gatos, con Lagun al que paseo por tardes y que aúlla cuando pronuncio tu nombre, son listos los perros, más que yo que sigo atado a tu promesa aunque estoy a punto de romperme, de pena, de soledad. Ah, no he dejado,de beber pero casi. Vuelve , por favor. 




domingo, 28 de julio de 2013

Veamos...



 “De nuevo el pensamiento del prosista deja marcas sobre el árbol de la Historia, pero no nos corresponde a nosotros dar con el ardid que obligue al animal a entrar otra vez en su pequeña jaula.

Osip Mandelstam 
El fin de la novela”



Un hombre mira desde el espejo, me habla con ojos desencajados, rojos, parece airado, me increpa, le contesto con la lengua trabada, demasiada Hendricks, el hielo, mierda, el limón me sienta mal.

Ese hombre en el espejo soy yo mismo que hoy también he bebido y dice/digo y pregunta/responde y que noche tan corta, tan aburrida y hueca, de cama sola y poemas que se me ocurren, magníficos, pero que olvidaré al despertar mañana con resaca y dolor de todo mi cuerpo, sobre todo las manos, los nudillos descarnados,le di bien fuerte, en la mandíbula, no soporto,esas miradas, mierda, el otro, su amigo, al que le rompí una botella en la cabeza, la policía, correr por las calles, en ese pub no me conocen, correr, no estoy para estas cosas, con mi camiseta negra con leyendas de los sesenta, Cream, guitarristas con alcohol y otros, soy un estúpido, solitario y estúpido.

Es de día, otra noche sin el viejo juego de dos cuerpos, ninguna loca del pub me lo acepto, el hombre del espejo aún me mira y justo ahora suena el teléfono y Sandra, coño, te lo ingreso esta mañana, déjame en paz, espera que bajo la música, alguien llama a la puerta, ¿quien  será?, puta vida.

sábado, 27 de julio de 2013

Horizonte

A partir del horizonte termina el mar, se precipitan las aguas a un abismo de nada y dragones, de eternidad y planetas. Yo no lo he visto pero me lo han contado marineros del barco del infierno. Quizás salga esta noche a comprobarlo






jueves, 25 de julio de 2013

Se me juntan y no sé cómo seguir.


Si el hombre fracasa en conciliar la justicia y la libertad, fracasa en todo. Albert Camus.



De buena mañana está caminando a paso rápido hacia la zona del matadero, junto a la ría. La noche ha sido muy fría y debe pisar con cuidado en las zonas donde aún hay hielo. Está bien abrigado, un gorro de lana le cubre la cabeza hasta las orejas y el grueso chaquetón no le impide llevar una buena marcha. Apenas se cruza con nadie, la helada ha desanimado incluso a los habituales merodeadores de la ribera. Llega a la zona donde estaban las grúas, es entonces cuando ve las piernas inmóviles, desnudas, asomando bajo los matorrales…

O.


A lomos de un elefante atravesamos la selva disparando a loros y monos. Partida de caza con sangre en la uñas. Entre las ramas, criaturas invisibles chillaban como niños abandonados. Cuando escuchamos los rugidos, tan cerca, comprendimos que nosotros éramos la pieza y temimos, abandonamos las armas y corrimos para salvar nuestras vidas...




O.

El náufrago tenía los cabellos blancos bajo la boina, no hablaba, acodado en la ventana del bar su mirada se perdía en el agua quieta del puerto, en su cabeza bailaban la tormenta y una sirena…


O.

Desde hace años, Manuel vive solo, con su gata.
Cuando vuelve a casa, la gata le dedica dulces maullidos y se restriega en su pantalón.

Una tarde, Manuel invita a una amiga. Le está prepara una cena deliciosa. En un momento se da cuenta que no tiene cervezas. Baja a comprarlas.
La gata merodea por el comedor. Se acerca a la muchacha. Se lanza a su rostro y le propina arañazos y mordiscos de forma salvaje. La chica, indefensa, intenta protegerse la cara con las manos.
Cuando vuelve Manuel se encuentra con este terrible espectáculo, llama a una ambulancia y se lleva al hospital a su amiga, herida, aterrorizada.
A partir de esa noche la gata no come y se deja morir.
Manuel se queda solo, sin gata y sin amigas, ninguna quiere ir a cenar a su casa.
También decide dejar de comer. Se muere, claro.
Esta historia es casi cierta…


O.

S se cortó el pelo un verano. No se cortó la cabeza por pudor. Algo así. Como ha pasado mucho tiempo no recuerdo si lo que se cortó fue la cabeza y se dejó largo el pelo. En cualquier caso ambas acciones fueron simbólicas y lo que si cortó fue el puente, sus pilares, se bebió el río, borró el paisaje con un dedo, cubrió la historia con una lona embreada y la echó a un pozo negro.
A veces, cuando paso miro ese pozo, ya han dejado de salir bichos, no se escucha el eco de suspiros, la calma ha vuelto al valle…


Deixeu-me estar con ara estic:
sol amb l'amic
que he anat fent de mi mateix.

Joan Vinyoli


miércoles, 24 de julio de 2013

Sweet conversations

Quizá me confundí de calle y de aventura
pero ya me conocen sus farolas y el alba,
ya conocen mi sombra, mi canción, mi tristeza
y esta costumbre vieja de andar erguido y solo

Javier Egea.


Erik Thor Sandberg


Trabajo a turnos, esta semana entro a las seis, a esas horas el metro va aún medio vacío.

Leía tranquilo ese HHhH en mi tablet cuando dos mujeres se han sentado en el asiento de enfrente. Ni me miran, con sus bolsos sujetos entre los brazos hablan.

–Pero ¿cuánto tiempo llevabais?

–Pues mira, dos años y tres meses

–¿Y cómo ha sido?

– Habíamos pasado la noche juntos, muy bien, un polvazo…

–¿Los niños?

–Los dejé con mi ex cuñada que es un cielo. Bueno, pues que vuelvo a casa por la mañana y me llama. Que no puedo seguir, me dice el muy cabrón.

–Qué hijo de puta.

–Así, sin más explicaciones, que no puede seguir.

–Seguro que hay otra.

–Sí, su madre, que no me puede ver, que no soporta que su hijo del alma salga con una separada. Será capulla.

– Qué hija de puta.

–Igual que el hijo.

–¿Qué harás ahora?

En ese momento el metro ha llegado a Moyua, mi parada, me he quedado sin saber cómo seguía la historia. A ver si las encuentro mañana por la mañana.   



HHhH (acrónimo de «Himmlers Hirn heißt Heydrich», en alemán «el cerebro de Himmler se llama Heydrich») es una novela histórica del autor francés Laurent Binet publicada en 2010.
Obtuvo en premio Goncourt en la modalidad de primera novela en 2010.
El libro es una novela histórica que transcurre en la II Guerra Mundial. La trama principal es la biografía del dirigente nazi Reinhard Heydrich, segundo de las SS y jefe de la Gestapo, que en 1942 convocó y presidió la Conferencia de Wannsee, donde se planificó el exterminio de los judíos de Europa. Heydrich, apodado por sus propios hombres de las SS «la bestia rubia», fue durante la guerra nombrado de facto Protector de Bohemia y Moravia, territorio de la actual República Checa, fijando su sede en la ciudad de Praga y llevando a cabo una violenta represión contra los checos.
De la biografía de Heydrich la novela desarrolla especialmente la Operación Antropoide, una conspiración organizada por la resistencia checa exiliada en Londres con el objetivo de realizar un atentado en Praga en el que asesinar a Heydrich.
La novela incluye entre los hechos históricos numerosos pasajes situados en la actualidad en los que el autor reflexiona sobre su propia novela, resaltando las dificultades que existen para un autor de novela histórica cuando tiene que decidirse entre introducir elementos ficticios o restringirse exclusivamente a la restitución de los hechos probados.


martes, 23 de julio de 2013

No tenía dinero

              La treizième revient...c'est encor la première; 
                            et c'est toujours la seule-ou c'est le seul moment; 
                                  car es-tu reine, ô toi, la première ou dernière? 
                                             es-tu roi, toi le seul ou le dernier amant? 
                                                                     Gérard de Nerval (Arthémis)



No tenía dinero, vaya novedad ¿quién tiene dinero?, pero se me descompensaba el azúcar cuando me acercaba al portal donde tenía su consulta. Era especialista del estómago, que se dice, mi mal era del esófago, creo, pero total todo está por ahí dentro, junto a las emociones y los deseos y la angustia del fin de mes que empieza el día quince o así.

Usted ya ha venido antes, fingía, ¿le duele aquí?, no, ¿y aquí?, tampoco, y me apretaba con energía debajo de las costillas. Después cerraba la puerta con llave, se quitaba la bata y el resto y etcétera.

Éramos amigos desde la facultad o desde antes, solo que ella estudiaba, fue hacia arriba y yo fui a jugar al mus, a beber cerveza, a tontear con unas y con otras. Así me quedé, así estoy.

Llegué a su consulta por casualidad, unos dolores que se repetían por las mañanas. Vete al médico, me recomendó Txomin, mi compañero de piso que está lúcido. Fui y resulta que era ella la doctora y cuanto tiempo sin vernos y estás tan guapa como siempre y tú tampoco has cambiado y pensé que era afortunado porque ella no podía verme por dentro, ni la ironía del estado de mi cartilla de la caja de ahorros, ni lo jodido, lo realmente jodido que me encontraba a pesar de mi sonrisa, de mis ojos verdes y de esa labia que conservo.

Toma estas pastillas y vuelve el próximo jueves. Fue en esa segunda cita cuando me lo contó, su pareja le acababa de dejar por una más joven, con tetas y culo y ella, tú sabes, que no sé ni cómo ni por qué terminamos sobre la camilla, incómodos pero apasionados y ahí me curé del todo.

No solo follábamos, no, nos contábamos, de nuestras cosas, de nuestra mala suerte, ella con los hombres de su vida, dos maridos, yo con mi mala cabeza, con querer abarcar tanto y no quedarme en nada, un fracasado.



No creáis que esta historia ha terminado, no, van más de tres meses, de hecho lo interesante empieza ahora, pero hace un magnífico día de julio y me voy a la playa, que no está uno para regalar pavadas aquí y allá, que enseguida llega septiembre y las lluvias y qué me va usted a contar, pues eso, mañana más. 


lunes, 22 de julio de 2013

La noche que tomaron Old Dixie Down.




“Eran casi las tres cuando Mary Jane encontró por fin la casa de Eloise.” Así comienza un cuento de Salinger.

Esto no es un cuento pero intuyo que tampoco es real.

El caso es que un coche negro brujuleaba por calles negras en una noche negra con dos ocupantes, un hombre con pensamientos negros y una mujer con pensamientos blancos.

Él detiene el coche frente a la casa de ella y los dos hablan.

–No comprendo a las personas que se enamoran una y otra vez, sin descanso. Me recuerdan a esos fumadores que encienden un cigarrillo con la punta del que están terminando.

–Sí.

–Hay cura para eso, deberían consultarlo con un psiquiatra, con un psicólogo, yo qué sé, con un astrólogo.

–Es verdad.

–Es un comportamiento compulsivo, una carencia, no se quieren a sí mismos, solo quieren que les quieran…

–Disculpa, tú ¿cuántas veces te has enamorado?

–No sé, las normales, nunca las he contado… así, con locura, el amor de mi vida...unas ocho veces.

–¿Solo?

–Quizás nueve si cuento a mi primera esposa, pero no sé si aquello fue amor.

–Eres un tío raro.

–Lo sé.

–Bueno, hasta mañana, buenas noches.

–Buenas noches, ¿me invitas a un café?

–No. tengo sueño, es tarde, mañana madrugo.

–¿Me das un beso?

–No, hasta pronto.

–Hasta siempre.

El coche negro se pierde por una carretera al borde de un cuartel, cruza el túnel bajo la autopista y la noche es negra, fría y triste. Al llegar a una rotonda con un frondoso magnolio en su centro gira y vuelve al punto de partida. Allí el hombre saca la cabeza por la ventanilla y hace sonar el claxon repetidamente. Varias casas de alrededor se iluminan, algunas personas salen a la puerta preguntándose por ese alboroto. También la mujer, con un camisón transparente, desmaquillada, bostezando.

–¿Qué ocurre? –pregunta.

–Eran diez, me había olvidado de ti. Te quiero, ¡te quiero!

El hombre arranca el coche negro y se pierde por una carretera al borde de un cuartel, cruza el túnel bajo la autopista, la noche está a punto de terminar, ya asoma el amanecer.







domingo, 21 de julio de 2013

Puerto.






Hoy he vuelto al pueblo. Está casi desierto. Las barcas, alineadas, cabecean en la pleamar. Los gatos ni nos miran. Aquella ventana era la de Vicente y Charo. En aquel balcón se asomaba Iñaki. En esa piedra nos sentábamos cuando volvíamos de la romería de Aingerutxu.


Sopla un frío viento del norte. Desde esas escaleras nos tirábamos de cabeza al agua. Solo quedan dos barcos de aquella flota que ocupaba todos los bolardos. Ya no está el bote de Kepa, ya no está Kepa, ni Andrés, ni Carmen, ni mi madre sentada en el muelle.




Comienza a llover. Aquella casa era la de Begoña. En la de al lado vivía Mikel. Sigue el bar de Santi. Las redes están recogidas. La cofradía, cerrada. Seguro que desde las casas de arriba alguien vigila nuestro paseo nostálgico por los muelles.

Cierro los ojos y el pueblo se llena de siluetas, de olores, de sol de verano, de risas, de un tiempo feliz, pasado. Mi padre no bajará nunca más por esa sinuosa calzada. Abro los ojos. Un pescador rema para salir a txipirones. La mar está rizada.

Vamos –digo-. Y al subir la pronunciada cuesta dejo atrás tanto espacio de mi vida que hasta que pasamos Gernika no vuelvo a hablar.



viernes, 19 de julio de 2013

El jardinero desmemoriado


A pesar de la sala sucia y oscura
de gentes y de lámparas luminosas,
si quiere ver la vida color de rosa
eche veinte centavos en la ranura.
¡Y no ponga los ojos en esa hermosa
que frunce de promesas la boca impura!
Eche veinte centavos en la ranura
si quiere ver la vida color de rosa.
El dolor mata amigo, la vida es dura
y ya que usted no tiene ni hogar ni esposa,
si quiere ver la vida color de rosa
eche veinte centavos en la ranura.

Raúl González Tuñón



Bella, te cuento que llevo colgado tu peso en mi sexo.
Duele, sé lo que me digo, dije, pero estoy disfrazado y ese del espejo convexo no soy yo o ya no me reconozco.

No es fácil asumir que te mueres, estás tan bien, cantando, asomado al balcón, fumándote la mañana y esa señora de negro de la casa de enfrente es la muerte. Como en las películas te mira, te mira y no es interés, no, es que estás en la lista, tienes el número doce y van a dar las once en el carillón del ayuntamiento.

Vaya días, esa señora que dije, digo, Diego, en un aeropuerto y yo en otro, vuelos equivocados, aviones volando bajo, miedo a volar, niebla en Barajas, lluvia en Roma, no hay aeropuerto en Lanzarote, anoche lo borró ese mujer que nos mira, tan seria. Miro y remiro en las esquinas por si nos sigue.

Corre, corre.

Por cierto, hermosura, empiezo a tener miedo ¿estás segura que no nos ha visto subir al autobús?




jueves, 18 de julio de 2013

2+1



Il faut brûler pour briller



La vida es aburrida sin secretos.

Todos tenemos secretos.

Hay un tipo de secretos que no importan a nadie.

Los importantes, los verdaderamente importantes son los que se refieren a la fórmula dos más uno.
Lo peor de ellos es no poder contarlos.

Cuando se cuentan, cuando se saben, pierden ese carácter que nos interesa, especial, mágico, misterioso, inquietante.

Hay que matizar que en ese dos más uno debe haber cama, si no la hay es un secreto light, una minucia, bah, una porquería de secreto.

No es tarea fácil, se debe tener una habilidad especial para poder escribir sobre este tema diciendo sin decir, pasando por él de puntillas, sugiriendo, descorriendo un velo que enseñe lo accesorio pero que tape lo fundamental, como en las películas antiguas.

Por ejemplo, hay quién está enamorado de su esposa. La quiere tanto que le gustaría que fuese la mujer de alguno de sus amigos para conquistarla en las tediosas cenas de los viernes. Su psiquiatra le dice que deben ampliar el número mensual de sesiones. Él está de acuerdo.

Hay tíos raros, especiales, que siempre quieren lo que no tienen, incluso cuando lo tienen. No saben nada de matemáticas, solo saben contar hasta diez, lo que tampoco saben es si la suma la hace él o ella. Mejor no contarles nada, suelen ser de lengua larga y terminan disculpándose, ellos no entienden de sumas complejas, ellos son  de los de al pan, pan y al vino, vino.

Hay personas que no quieren un amante. Quieren alguien que sea su padre, su madre, su hijo, su hija, incluso su abuelo, pero después de hacer el amor. Es decir, durante son amantes, antes y después su figura es otra, mejor dicho la del otro/a. Y, claro, estas historias es mejor llevarlas en secreto. Es más, alguna que he contado aquí no se la ha creído nadie.

Que también, contar aquí lo que no pasa como si pasase comporta un esfuerzo de imaginación importante. Y tengo un problema, se me está quedando pequeña la cabeza (por dentro). Noto una preocupante reducción de mi masa cerebral, de mi imaginación, de los secretos que dejan de serlo (porque me entero de ellos), incluso de las ganas de contarlos.

Aviso: desde hoy solo escribiré cuentos de hadas, pero si algunos de mis amables lectores/as quiere contarme un secreto puede hacerlo con la seguridad que lo escribiré para publicarlo aquí. (Tu no, Puri, que el otro día mi santa se mosqueó cuando llamaste a las tres de la madrugada. No se creyó lo del cliente que quería cambiar de programa de contabilidad) 

miércoles, 17 de julio de 2013

Carretera adelante.



Pronto amanecerá. Las cunetas están llenas de flores rojas y blancas, su aroma entristece. Ella tenía los ojos grises y vencidos. Los perros ladran al pasar frente a las casas con rejas y cristales rotos en los muros encalados. La noche avariciosa se refugia en las ruinas de iglesias saqueadas, entre columnas y claustros rotos y aire. No llegan sus mensajes. Hay tractores madrugadores navegando entre las hierbas altas. Tejados de zinc y cerraduras oxidadas. Una ermita brilla en la colina, una joya amarga entre la indiferencia de los caminantes. El amor no dura y ahora lo sabe. Cipreses alrededor de los nichos. Dos policías agrisados sentados en la frontera entre provincias. Los vencejos duermen bajo la cornisa mientras comienza el vuelo nupcial de gorriones y palomas. A lo lejos, en la autovía, suenan vehículos como vínculo a lo que antes era. La pasión tornó en amarga y sin ceremonia.  Aún quedan etapas, lleva las emociones atadas con alambres. Está en las afueras de sí mismo. Carretera adelante.





martes, 16 de julio de 2013

Lost persons area.



Un niño se ha perdido en Central Park, mira desconsolado alrededor. Mi madre tiene un abrigo verde. Corría detrás de una pelota y de pronto el mundo se ha derrumbado. Se deshace en lágrimas. No acierta a comprender.

–Niño, ¿qué te ocurre?


Una dama fuma sentada en un banco que tiene una placa metálica con una inscripción: “paz de la mente, claridad de pensamiento, felicidad eterna”. Mira más allá de Bethseda Fountain. La persona a quién espera se ha retrasado más de dos horas. Ya no vendrá. Sigue sentada.

–Por favor, ¿me da fuego?


Un hombre de mediana edad, sudoroso, con pantalón corto, jadea apoyado en un árbol. Lleva muchos minutos pero aún no se ha cruzado con la mujer rubia del otro día. Sigue corriendo. Esto no ha sido una buena idea. Se ahoga.   

–Oiga, ¿se encuentra bien?



Encuentro una fotografía de  Elliot Erwitt, la subo a Facebook, el título me sugiere un poema. Doy vueltas y vueltas a mi cabeza sin encontrar inspiración, ni motivo, ni palabras. Escribo estas nimiedades. Me miro al espejo y advierto que en el pecho llevo un gran cartel con una palabra: lost. Me sorprende no haberme dado cuenta antes o que ninguno de mis cuatro hijos me haya dicho nada. Ni las señoras del cuarto del fondo. La princesa hace tiempo que no me mira. Vuelvo a mirarme al espejo y ya no estoy. En realidad este blog es un lost persona area.

 

Perdone, ¿por qué puerta se sale?



lunes, 15 de julio de 2013

Análisis.



–Me han llamado de la clínica. Tengo que pasar el martes para repetir los análisis.

–¿Si?...

Tengo miedo.

domingo, 14 de julio de 2013

Cartas amarillas (5)

Privándome del amor, del vuelo y del correr,
Y dando al pie el apoyo de una tierra herida,
¿Qué habéis logrado? Excelente cálculo:
No podéis arrancar mis labios trémulos.

(Osip Mandelstam)



No escribiré este fin de semana (pensé), el personal se va a la playa, al monte, a la oscuridad, nadie leerá (pero lo hago).
Temo, me da miedo, no quiero que abra la puerta, que espere, necesito tiempo, mi corazón es sensible y delicado, su persona me atrae por tres veces, su mirada, su rostro, su mente, su corazón, ella, no sé aún su nombre (auténtico), quién sea, sus palabras multiplican mi curiosidad, lanza anzuelos a mis ojos de pez que deforman la realidad si es que hay algo real en este mundo enloquecido y agitado, me refiero al mundo interior, al nuestro, a las aguas de la mente que suben y bajan en pleamares imponentes, en bajamares que dejan al descubierto las miserias del puerto, los residuos de naufragios, las cuerdas que sujetan las barcas y con las que me ato para no correr al metro, a consultar horarios que me dejen frente a ella, mirándola, escrutando su rostro para saber si es real o un sueño, ¿es un sueño?, ¿bajo que piedra de silencio de años ha estado escondida?, ¿en qué mundo lejano reparte su dulzura, su sed, su angustia?, ¿quién más le ama, le disfruta, le soporta, le espera? Llegan sus palabras burlonas y   vuelvo a mirarlas y me lanzo de cabeza a esos ojos que ríen felices, despreocupados, mas lejos de la cámara, mas lejos incluso de aquel que le mira, iluso por querer fijarla en el cuadrado intemporal de una fotografía que viaja ahora hasta este viajero de un entonces y un ahora, este que escribe sin vocación, que agrupa emociones que no sabe de dónde salen, mujer que me invita con sus amigos apenas conocerme, en un gesto turbador de confianza, que me previno  y así solo tengo que pensar en el desafío, en el ser humano que hay detrás de sus dedos golpeando suavemente en mi ventana siempre abierta, en mi curiosidad sin límites, rozando  esa número 13 que protege un cielo o un purgatorio o sentir las llamas crepitando alrededor, puedo sentir los olores, la brisa de casi agosto, sus manos avanzando a las mías y la música, ¿cómo podríamos vivir sin música?, escojo la que prefiero, seguro que le gustará, ay, dejo sobre la mesa los cuchillos de su atracción, dejo las armas y voy desnudo, nuevo, lleno de pudor y melocotones acariciando su garganta, de piel de seda bajando por la tráquea, de campanillas en los oídos, de manos buscándola detrás de las sábanas, o cortina, o telón que se levanta y se cierra y no sabemos si la función ha terminado, o está a punto de empezar, o esos que aplauden  son fantasmas de un tiempo viejo que no queremos recordar y tomo un espejo, la vida está detrás, o dentro, saltaremos dentro y nos perderemos en el bosque de no saber, o saber, en la espesura curiosa de ese nosotros que se dibuja con trazos de lapicero sabio, de gruesos brochazos de Pollock, de embrujo Kandinsky, y “ se interna en el bosque como una sonámbula / Penetra en el cuerpo dormido del agua. // Por un instante están los nombres habitados “  que dice Octavio, Paz, y palabras nos sobran pero las lágrimas, me duelen las lágrimas, no puedo, no sé contener las lágrimas ajenas, me pesan, me ahogan, no quiero provocarlas y este juego no tiene normas, nadie sabe por dónde debe golpearse la pelota, si el área está prohibida, si ganan los que pierden o si el marcador se volvió cuerdo y ese 20 a 0 sol refleja la vuelta del equipo de siempre en un autobús desvencijado por carreteras que jamás recorreré y también “ te mando señales de humo/ como un fiel apache/ pero no comprendes el truco / y se pierde en el aire “  que canta, musita alguien en Radio Manguí, oh, solo braceo en aguas desconocidas, no he contado que un día me fui nadando hasta el horizonte, a partir de ahí las aguas caían en el vacío, como ahora, que me lanzo a la negrura de no saber si ella me lee con ojos de fuego o de ceniza, para por si acaso, me siento y miro el camino por el que regresa a casa, el pañuelo de su cuello me dirá si va o vuelve o si solo estamos locos ella y yo, con nuestras camas llenas y nuestras almas siempre sedientas, siempre buscando una montaña más alta, sin saber si podemos respirar en las alturas, aunque hemos recorrido tantos subterráneos, que estas nubes nos acarician al pasar,   me cuelgo en la sonrisa de ahora, en esa esquina de sus labios de domingo, lento y perezoso.    




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