lunes, 3 de febrero de 2014

Bang

Yo, que tantos hombres he sido en vano,
quiero ser uno y yo.
(Borges)


Ella le miró desde detrás de una mesa y el mundo amanecía.
Juntaron unas palabras, apenas dos dedos, miedo, deseo.
Él la siguió por una escalera negra y triste, larga, hacia un cielo nuevo.
Se amaron sin prisa, con hambre, sin pudor, inauguraron la vida.
A las siete de la mañana, ella dijo – Apresúrate, pronto volverá Juan-.
El comenzó a vestirse y su mirada quedó desnuda.
No me habías hablado de ningún Juan – dijo con voz queda.
Y ella – No, no te he hablado de nadie, solo nos hemos amado-.
Se abrió la puerta, entró un hombre con un traje gris con finas rayas blancas.
El amante estaba inclinado sobre la cama, con un calcetín en la mano.
Jamás había visto una pistola tan grande, tan negra, tan cerca de su cara.
Bang.
La sangre salpicó sábanas, paredes, el sillón verde.



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