viernes, 14 de marzo de 2014

Selfie.



Digamos que este blog es un puñetero selfie, un burdo striptease de sentimientos (insistente, repetitivo, circular) que a quién le pueden importar.

Que hay fórmulas que están muy bien para un tiempo pero llega un momento que ya no y el interesado es el último que se entera. Me he enterado. Qué hay de lo mío.  Que de intentar no repetirme me repito y así no hay quién haga una carrera, demasiados obstáculos. Vale, sé que sé, hasta ahí vamos bien, sé que tres, cuatro personas dependiendo de la estación del año se pueden interesar. Lo siento, mis intereses han cambiado. The Times They Are a-Changin.

Puedo decirlo bonito, adornarlo, darle poesía pero, la verdad, estoy aburrido, de hecho estoy aburrido, no sé si. Sé que sí. Sé que esto es como mínimo un paréntesis.

Un corte, zasss.

Me voy a México, después ya veremos.

Hasta pronto.  



jueves, 13 de marzo de 2014

Ferroviario.




No me escribas más, me dices, no me escribas, que no quiero esperarte, que no quiero esa ansiedad de estar en la ventana, esa curiosidad de abrir la puerta del balcón para ver si subes desde el camino de la plaza.

Y no te escribo, no porque no sepa qué decirte, no porque se me hayan agotado las palabras, no te escribo porque me basta con mirarte para que el aire se encienda y sea nuevo, porque cuando nuestros cuerpos se juntan explota una estrella y nos fragmenta en minúsculos nosotros que bailan juntos dentro de un círculo de velas que iluminan una noche que espera al día.

Tú dices que no, pero esto que nos ocurre es raro, complejo, rico, fascinante, lleno de enramadas bajo las que nos cobijamos mientras llueve, y nos mojamos dos veces y nos abrazamos, atónitos, y nos damos las gracias como educados amantes que se despiden poco antes de que den las diez y los vecinos aplauden nuestros juegos de manos y Barcelona está lejos pero menos que México DF.

Yo me pierdo en tus ojos, me busco en tu escucha atenta, me crezco entre la hiedra de querernos así, como adolescentes asustados, ilusionados, maravillados porque aún sean posibles los milagros cuando ya nos habíamos borrado de la nómina de creyentes, de la relación de regantes de olivos en Jaén, de malabaristas ebrios que saltan de tu ventana a la mía, se retuercen, gritan y viviría en tus caderas, o cerca de ellas, encaramado al andamio de besarte el ombligo, los músculos de tus brazos, la barbilla, entraría de cabeza en tu sexo y te nadaría por dentro hasta conocerte entera, espeleólogo de tu intimidad, con mi uniforme de submarinista, con mi curiosidad de novicio, con mi hambre insaciable de ti porque te descubro facetas nuevas cada día, resquicios por los que me cuelo y fisgo en tu interior y me siento ahí, escuchando tu respiración, tus vertientes, tus subidas y bajadas a territorios que ni imaginaba, pobre hombre limitado a disfrutar del prodigio de haberte conocido justo ahora cuando ya las aguas se retiran, cuando la tormenta amaina, cuando el sol se esconde entre la niebla, reina de mis 32, antes de mis 31, emperatriz de mi actividad amorosa, diplomada en hacerme feliz, enmarco tus suspiros y los cuelgo en la pared de mi yo, donde me reúno conmigo mismo, con mis circunstancias, con mi soledad.

Ay, mi bella amante en tu plenitud, tan inteligente, sensible, dulce, especial, diferente, sonriente a veces, llorosa otras, deliciosa siempre, apasionada, milagro al que quiero besar la mano en esta mañana luminosa, regalarte mi mirada limpia, mi promesa de que intento con todas mis fuerzas poder corresponder al caudal de emociones intensas que dejas en mi puerta, así, como si nada, de forma natural.

Quiero acariciar tu frente para que estés tranquila, feliz, relajada antes de tu viaje, aunque te vayas tan lejos y no nos veamos ya nunca más. Después recoger los pañuelos mojados de lagrimas, tenderlos en una cuerda sobre la vía de ese tren que te lleva a no sé donde, acurrucarme entre las piedras y quedarme ahí, inmóvil, indiferente a la locomotora de la tristeza que viene a toda velocidad y que de forma irremediable me arrollará.




miércoles, 12 de marzo de 2014

Ir y venir.


El pulso de los muertos
retumba insoportable
en los armarios,


ya no sabemos dónde guardar
nuestra comida hecha de relámpagos.

Abrasados en llanto,
el menor de los pájaros
es más fuerte que nosotros.


Julia Otxoa.





...Tanto ir y venir y resulta que estaba todo aquí mismo, en esa esquina, ritual de cafés en el boulevard, memoria de tiempos pretéritos, ella caminando con sus hijas tomadas de la mano, sonrisas en casas luminosas, así estaba entonces, recuerdos de colores, “mira qué guapa era yo.

Me pregunto si tengo derecho a conservar sus fotografías, sobre todo esas que incluyen a su familia, amigas, estancias, perros y gatos,  caminando en una boda irlandesa, su esposo, sus pies, su hijo pequeño mirando el mar, la hija mayor sonriendo como una mujer que la hace mayor, hasta qué punto puedo tenerla así, detenida, corriendo por la playa, otras sonriendo al fotógrafo, “mira qué guapa soy ahora”.

No sé si debo meter los libros que me regaló, las cartas, sus regalos, los recuerdos en una caja de cartón y dejársela en la puerta, borrar los ficheros, el dolor que se me pone en la nuca cuando pienso en ella, la ansiedad de esperar aquellos SMS al móvil “puedes subir cuando quieras”

 ¿Y si solo hubiera sido una atracción pasajera? y si no... No. A veces lo pienso, me recreo en momentos, no olvido, ay, pero no, no pudo ser sólo eso, justo ahora sé, por centésima vez, que me estoy volviendo a equivocar, que no aprendo, que soy un obstinado iluso atrapado en un laberinto, buscando huellas en la nieve, olor de las frutas del milagro en una mesa a la que no estoy invitado. “Se canta lo que se pierde”.





martes, 11 de marzo de 2014

Del cuaderno

Es una sola hora larga como una vena,
y entre el ácido y la paciencia del tiempo arrugado
transcurrimos,
apartando las sílabas del miedo y la ternura,
interminablemente exterminados.

Pablo Neruda 
(frag. de “Las furias y las penas”)




Cuaderno de bitácora para dibujar lo que no, ¿a quién le importa lo que sí?, para inventar lo que sí, ¿a quién demonios le importa lo que no?

Diciendo aquí, con intensidad, lo indecible.

Descubriendo lo impronunciable entre el fulgor de voces.

Esta noche tampoco lloverán estrellas, no chocarán falenas contra la ventana, no se escucharán suspiros detrás de la puerta, la cigüeña crotorá en el campanario y él, ella, estarán lejos (si están cerca no tiene sentido escribir).

Hoy ha lucido un sol de marzo, ya no llueve, viene la primavera, las cigüeñas vuelan, ella está dormida pero el afán tenaz, inmoble, sigue sentado a este lado del puente. El río baja lánguido.

Arrugando papeles descubro que es igual lo que esté sobre la mesa, corazón o escuerzo. En el aire igualitario de medianoche no hay más voluntad que el azar, la coincidencia en experiencias y un pellizco sentimental esparcido como canela sobre el pan nuestro de cada día.

Amén.



lunes, 10 de marzo de 2014

No es.


...y a mí me entró la angustia, se me acabó el tiempo, se me desplomó el mundo, me alcanzó la irrealidad. La vida se convirtió en una farsa inútil. Inconsistente. Hueca, ya no había absoluto, o el único absoluto era la nada. (S. Pániker)





Después de un prolongado tiempo de silencio el viernes me llamó por teléfono. Dijo que quiere equilibrar su vida, que quiere dedicarse a lo suyo, a los suyos. Dijo que lo nuestro fue una pasión inútil. Como siempre tiene razón, siempre ha tenido razón.

Y estoy de acuerdo, cierto, fue un absurdo intento de vivir lo que no se puede vivir. Una estúpida y total entrega donde me sentí renacer, ser otra, nueva, diferente, una mujer completa, un espíritu, un sentimiento tan puro, tan en carne viva que me estremecía cada día pensando en él, escuchándole, mirándole, pensándole, mi existencia entera era él, yo no era. Entre sus brazos me convertí en un ángel voluptuoso, en la reina de un país magnífico, una mujer entregada que volaba, puro y luminoso temblor al descubrir la emoción que se extendía como un paisaje interminable, dominio de lo eterno, todo era nuevo, fresco, nada tenía que ver con lo sentido hasta entonces, verle era un manjar, el fruto prohibido, un lecho de orquídeas, un viento cálido que me subía la falda, que me desnudaba ante el río de placer que nos llevaba, juntos, atados en promesas amorosas, en gemidos.

Pero reconozco que soy una estúpida romántica, una ignorante mujer que no sabe nada de nada, me he estancado en la ficción, no quiero admitir mis obligaciones, salir del espejismo, volver a mi realidad, mi trabajo,  mi marido, mis hijos. Hace mucho que el tiempo se ha detenido y ya no nos acaricia con sus labios de naranjas, con su voz de guitarras. Asomada al abismo de lo cotidiano el viento negro del aburrimiento se desliza entre mis pechos. Como siempre él tiene razón, fue una absurda e inútil pasión que hay que enterrar para siempre. Debo estar callada pero ¿sabe? creo que para él, en el fondo, sólo fue sexo.



...Todavía no sé si hacemos el amor porque nos amamos o nos amamos porque hacemos el amor... (S. Pániker)

domingo, 9 de marzo de 2014

Cerezas.



Todos los días antes del almuerzo, el hombre barbudo camina hasta el viejo olmo del parque y se queda allí escuchando como respira su corteza añosa. En un banco cercano, la reina de los gatos habla a los felinos de pasados misteriosos, de su ayer brioso. Los gatos no entienden nada, los gatos son unos animales egoístas y ensimismados que no prestan atención a la delicada mano que los alimenta, mano de falanges y venas azuladas, de uñas y un sorprendente anillo dorado.

Uno de esos días el barbado lo advierte: al llegar al tercer tramo hindú la superficie del océano se eterniza, hay un punto anterior a la revelación, un instante misterioso y fértil cuando el inexplicable don aparece. Y lo entiende, sabe, puede tocarlo con la punta de los dedos que agitan la untuosa sopa de la casualidad, del azar.

Quizás entonces es el momento de abandonarlo todo, de huir hasta quedarse sentado al viento de levante, ignorando los gritos de los que llegan en pateras, viendo crecer la duna de Bolonia hasta sacarse uno a uno los puñales del escepticismo. Insensible al recuerdo de sus bragas escondidas bajo la ropa amontonada en una silla, los calcetines dentro de un zapato, ella ahí enfrente con su mirada miope, con los brazos cruzados sobre los pechos breves, el pliegue del cuello expuesto al choque de labios y dientes, él ansioso como Jeff Buckley, sereno como un sinuoso animal oscuro que no tiene prisa en comenzar el almuerzo junto al olmo, sólo, pan, aceite y el farfullar de la vagabunda.

Un día, otro día.



sábado, 8 de marzo de 2014

Centro.


No sé que hice con la vida
¿Qué podré hacer con la muerte?

(Morice)



Me centro, que me disperso. Dije un día qu`estaba sentado frente a una gruta, pero no recuerdo si lo era o era pozo, agujero sin fin o ventilación antípoda, oquedad magnífica o simplemente se trataba de una metáfora, la ausencia como gruta, el no como oscuridad, el silencio como una interminable cueva de Zugarramurdi (o así)

Es igual, el caso es que he visto su luz, he escuchado su voz y era viernes. Como si se tratara de un pase de magia han empezado a brotar flores entre las baldosas, las calles están llenas de arcos iris, los señores con corbata, buzo o arpillera al hombro sonríen, las damas agitan los bolsos de la compra –unas- y los bolsos de cocodrilo –otras-, algunas agitan los dos a la vez. En una esquina ríen dos niños y el coro infantil de Viena les acompaña. Un joven me cede el paso y golpeo mis tacones en el aire Kelly, una dama acalorada tiende su chaqueta sobre un charco y debajo está el olvido, chapoteo con claqué ¿qué? y empujo a los pobress gansoss hasta el límite insoportable de ser feliz. Es curioso, que fácil es todo, sumo dos y dos y me da dos. Increíble.



viernes, 7 de marzo de 2014

Ida y vuelta.

 

Cruzo un desierto y su secreta desolación sin nombre.

(Valente)



Viaje de ida, con cifras a la espalda, sangre, sudor y lágrimas por carreteras que corren por pueblos diminutos, montañas envueltas en membrillo de nubes, escarcha de nombres, azucenas amansándose en la garganta, los recuerdos que afloran, tímidos primero (el chalet ahora abandonado, que nos metíamos en la cama el viernes por la noche y no nos levantábamos ni para comer; las persianas de las ventanas que daban al camino, cerradas; el culo empinado de E. cuando se asomaba para ver los peces rojos tiritando en el cauce transparente del arroyo bajo la cocina; nuestros cuerpos dándose calor; juegos desnudos; mi niña E. que dio vuelta a mi vida, que la llenó de amarillos pétalos de diferencia, etcétera), el pantano detenido, con juncos helados, pellizco de árboles blancos, frío en las orejas aguzadas por el silencio, tanto olvido, aroma de nada, calma en mis manos cóncavas que reciben cuchilladas de la nostalgia, creciendo (que tenía MC tanta necesidad de amor que se entregaba sin medida a nuestra impaciencia; que se perdía su caudal de Caperucita equívoca por bosques absurdos; que enfrentaba mi razón y mi instinto; que nunca fue; que murió de forma trágica después de una vida trágica; justo paso ahora por la casa donde nos vimos por última vez, etcétera) soledad de campos con aves de paso acurrucadas en el vacío, caseríos salpicados por las laderas, unas ovejas mudas, un caballo, un gato que huye por los charcos, una bicicleta en un balcón, el coche del panadero, el camión del butano, mi coche atravesando el ahora y el ayer, mi memoria arrodillada (A, su padre desaparecido; su madre vestida de rencor; ella y yo entrelazados en la torre, jadeantes mientras B nos miraba, excitada, desde la puerta; la única vez que he amado sin deseo; que era un engaño aquella pasión; que los dos queríamos otra cosa; que me sentía sucio, confundiéndola, traicionándome; etcétera) la ermita destacando entre los pinos, suena una campana que acaricia mis oídos como una hebra de luz, me duelen las costillas de recordar, lástima de vida que corre tan rápido, que me deja atrás en esta mañana brumosa que se mece por carreteras que había olvidado, por nombres que me muerden como perros negros, que se me abren las heridas y también fui ese, viaje de vuelta.




Todos los puertos son el mismo,
uno y el mismo,
donde cantan las brumas
y una ciudad se apaga y un estrecho,
sin que nunca sepamos
si vamos, si venimos
o si estaremos siempre.

Andrés Trapiello.


jueves, 6 de marzo de 2014

Antes de la poesía.


Vienen
otras y las mismas
con cada una es diferente y lo mismo
con cada una la ausencia de amor es diferente
con cada una la ausencia de amor es la misma

(Samuel Beckett)



Me interno en el bosque a consolarme llorando y pasa la tarde meciéndose como las flores de los cerezos hasta que un céfiro inoportuno las desprende de las ramas, aventándolas a ese cielo brumoso donde duermen los dioses del azar que nos protegen con sus manos abiertas.

 Hace un tiempo uno de ellos me rozó con su dedo convirtiéndome en este que soy. Vivo desde entonces con una aureola de noctilucas, pero ahora ¿desde dónde te busco? en la vocación de amarte o en su reflejo de lo posible, en el magnífico impulso que me lleva a estas dispersas palabras que apenas dicen, que se escapan por los resquicios del miedo a tu terrible ausencia, de mi atónita mirada que se pierde en la umbría de no verte, desparramándose por tu mundo interior, tan diferente, tan lleno de razones y certezas, de fórmulas bien aprendidas, esto es así, esto es por aquello, acuchillado por tu mirada, por tus brazos rodeando aquella pena mía incontenible, mujer, tan mujer que en ti quiero perderme y encontrarnos fuera de la selva de fieras y colmillos, de puertas cerradas y susurros, quiero gritar que te amo a la mañana, despertar a los perezosos habitantes de la siesta, incomodar a los que no duermen en las largas noches de persianas cerradas.

Cuándo será la próxima vez que nos veamos rodeados de sol y manos frías, de transparentes labios de rocío, de pleamares, de jardines cautivos, de hojas amarillas.
(Por ejemplo, empezar así el jueves, como que no quiere la cosa)



miércoles, 5 de marzo de 2014

Nada cambia




Mastico sardonia para imitar la risa.

Me infamo al degollar al colibrí.

Remedo la iridiscente música del frío.

Después, sin vértigo, salto desde la grúa del puerto a esparcir bajo el agua secretos de aquel mayo, los de junio, estos de ahora.

Confío en los peces, suscito su mirada sin párpados y regreso, cansado, hasta la playa.

En la arena aún se escucha el infinito sonido de su noche.

Nada cambia, nada cambia.




sardonia.
(Del lat. sardonĭa, cosa de Cerdeña).
1. f. Especie de ranúnculo de hojas lampiñas, pecioladas las inferiores, con lóbulos obtusos las superiores, y flores cuyos pétalos apenas son más largos que el cáliz. Su jugo aplicado en los músculos de la cara produce una contracción que imita la risa.

lunes, 3 de marzo de 2014

Obcecado.


Alma se tiene a veces.
Nadie la posee sin pausa
y para siempre.
Día a día, 
Año tras año
Pueden transcurrir sin ella.
A veces sólo en el arrobo
y los miedos de la infancia
anida por más tiempo.
A veces nada más en el asombro
de haber envejecido.


Wislawa Szymborska




Escribo obcecado, rodeado de luciérnagas, arrebatado por su llamada de un domingo por la noche, por cómo me lo dijo, venturosa voz, salvación y condena, no puedo vivir sin ella, lo digo, lo grito, lo canto.

Estamos dentro de una película de dibujos animados, nuestros perfiles se funden, se confunden, contornos borrosos, metamorfosis, la pasión está representada por miles de puntos alborotados, envolviéndonos, agitándose y chocando contra las paredes de la banda dibujada, la música es tenue, los colores fuertes, la pasión abrasa el celuloide y una estrella quemada se proyecta, se abre en mitad de la pantalla.

Ella me obliga a sentarme. Desde la espalda susurra en mi oído “déjame hacer”. Me cubre los ojos con un pañuelo de seda que suavemente anuda en mi nuca. “No hables”. La habitación se ha llenado de un silencio exaltado. Un leve roce, trato de adivinar qué lo ha producido, una cremallera, un botón. Escuchar cómo se desnuda, sus dedos deslizándose por la blusa, oír caer sobre la alfombra la levedad de sus bragas de seda, un sujetador mínimo ¿negro? excitante, excitante ella, mujer que amo, que deseo, que me transporta a un mundo tan bello que vivo deslumbrado, levitando, puedo escuchar su piel, ahora sus gemidos, “no puedes ver que estoy haciéndome”, sonidos turbadores, mis manos tanteando desde mi ceguera hasta la tentación de tocar su cuerpo, sentir sus pasos huyendo, seguirlos tropezando con las paredes, reencontrarte en una sala inmensa, reclinada en un trono, desnuda ya, mirándome, con los brazos cruzados sobre sus pechos de crisantemo, las piernas cruzadas ocultando su sexo de mariposa...(etcétera)






En el lenguaje corriente, el término inconsciente se utiliza como sustantivo para designar el conjunto de los procesos mentales que no necesitan depender de una prioridad, pues o bien no son relevantes para la tarea que se está desarrollando o porque ya tienen un camino establecido que atiende a esos eventos de forma automática, por lo que no son pensados conscientemente. También se lo puede emplear como adjetivo, con una connotación peyorativa, para hablar de un individuo irresponsable o loco, incapaz de dar razón de sus hechos y gestos.

Empleado por primera vez como término técnico en lengua inglesa en 1751 (con la significación de no consciente) por el jurista escocés Henry Home Kames (1696-1782), el término inconsciente se popularizó más tarde en Alemania, en la época romántica, designando un depósito de imágenes mentales, una fuente de pasiones cuyo contenido escapaba a la conciencia.

En el psicoanálisis, el inconsciente, es un lugar desconocido para la conciencia, "la otra escena"


domingo, 2 de marzo de 2014

Pinggg.



Escribir en puñales o en ritmos respiratorios
(Elías Canetti)



 

 956,719

119,590 

201418,78510,8369,0631,7732013140,14981,47868,96612,5122012271,651157,403137,733

19,6702011161,187109,13292,45116,6812010110,06667,05450,61716,4372009116,04663,

27538,99824,277200892,47750,15633,64116,515200746,35828,50918,01610,493


No lo entiendo pero he encontrado una constante:
(+) entusiasmo = (-) cifra.
Y viceversa.


 
Aunque aprendí nuevas palabras sobre enfermedades antiguas: el tedio romano, la melancolía del XV, el spleen del XIX, la depresión del XX. Se me atraganta la voz, me cuesta pronunciar. Son palabras anudadas, palabras que devastan. Por eso busco aquí desde hace tanto palabras que formen la palabra

Ella es una obsesión esférica.

Él se enamora de una ilusión sin cuerpo -spem sine corpore amat-, ya.
Sus héroes ni siquiera salen del puerto.

Ella es su derrota naval.
Sin batalla, sin barcos.

Ellos son dos ahogados en un lecho submarino de sombras y silencio.



Y así, nadando en la selva que amamanta lobos, descubro en un espejo vacío a un hombre chamuscado en el fuego de su propia hoguera, salamandra que se burla a gritos de los tigres que nunca lloran, que no escucha su daimon, que antepone la imaginación sobre la razón (no, no es William Blake).

Y queda aquí la vacía crudeza de un lenguaje limitado de domingo, la metáfora de una búsqueda basada en la esperanza, la realidad aprehendida de la soledad final.

El blog como tránsito, como aeropuerto intermedio, como parada entre y hacia.
Pero no se me olvida jamás el camino de regreso.

Lo aderezamos con un poco de estragón y añadimos la salsa. Cocemos durante tres minutos más, espolvoreamos con perejil y servimos.

Pinggg.



sábado, 1 de marzo de 2014

Abrazos.



Tomados de la mano caminábamos en silencio por un camino oscuro.
Paramos al abrigo de unos árboles y temblando nos besamos en los labios, fue el primer abrazo, nuestra primera vez.
Fue delicioso.

Eso ocurrió hace mucho tiempo.

Hoy ella está en una cama blanca, la abrazo con ternura, beso su frente.

Me siento ridículo con un ramo de flores en la mano.


Al salir de la clínica  he tropezado con su marido y su hijo mayor. No me han conocido.

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