Txalaparta (1965) Remigio Mendiburu


lunes, 3 de marzo de 2014

Obcecado.


Alma se tiene a veces.
Nadie la posee sin pausa
y para siempre.
Día a día, 
Año tras año
Pueden transcurrir sin ella.
A veces sólo en el arrobo
y los miedos de la infancia
anida por más tiempo.
A veces nada más en el asombro
de haber envejecido.


Wislawa Szymborska




Escribo obcecado, rodeado de luciérnagas, arrebatado por su llamada de un domingo por la noche, por cómo me lo dijo, venturosa voz, salvación y condena, no puedo vivir sin ella, lo digo, lo grito, lo canto.

Estamos dentro de una película de dibujos animados, nuestros perfiles se funden, se confunden, contornos borrosos, metamorfosis, la pasión está representada por miles de puntos alborotados, envolviéndonos, agitándose y chocando contra las paredes de la banda dibujada, la música es tenue, los colores fuertes, la pasión abrasa el celuloide y una estrella quemada se proyecta, se abre en mitad de la pantalla.

Ella me obliga a sentarme. Desde la espalda susurra en mi oído “déjame hacer”. Me cubre los ojos con un pañuelo de seda que suavemente anuda en mi nuca. “No hables”. La habitación se ha llenado de un silencio exaltado. Un leve roce, trato de adivinar qué lo ha producido, una cremallera, un botón. Escuchar cómo se desnuda, sus dedos deslizándose por la blusa, oír caer sobre la alfombra la levedad de sus bragas de seda, un sujetador mínimo ¿negro? excitante, excitante ella, mujer que amo, que deseo, que me transporta a un mundo tan bello que vivo deslumbrado, levitando, puedo escuchar su piel, ahora sus gemidos, “no puedes ver que estoy haciéndome”, sonidos turbadores, mis manos tanteando desde mi ceguera hasta la tentación de tocar su cuerpo, sentir sus pasos huyendo, seguirlos tropezando con las paredes, reencontrarte en una sala inmensa, reclinada en un trono, desnuda ya, mirándome, con los brazos cruzados sobre sus pechos de crisantemo, las piernas cruzadas ocultando su sexo de mariposa...(etcétera)






En el lenguaje corriente, el término inconsciente se utiliza como sustantivo para designar el conjunto de los procesos mentales que no necesitan depender de una prioridad, pues o bien no son relevantes para la tarea que se está desarrollando o porque ya tienen un camino establecido que atiende a esos eventos de forma automática, por lo que no son pensados conscientemente. También se lo puede emplear como adjetivo, con una connotación peyorativa, para hablar de un individuo irresponsable o loco, incapaz de dar razón de sus hechos y gestos.

Empleado por primera vez como término técnico en lengua inglesa en 1751 (con la significación de no consciente) por el jurista escocés Henry Home Kames (1696-1782), el término inconsciente se popularizó más tarde en Alemania, en la época romántica, designando un depósito de imágenes mentales, una fuente de pasiones cuyo contenido escapaba a la conciencia.

En el psicoanálisis, el inconsciente, es un lugar desconocido para la conciencia, "la otra escena"


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