sábado, 27 de septiembre de 2014

Libreria


 
En su momento fue para Irma a la que no sé si conocí o era otra.

En México D. F. había una librería magnífica, la librería de Cristal, estaba en la Alameda. Sus paredes, incluido el techo, eran de vidrio. Vidrio y vigas de hierro. Allí compraba, o robaba, mis libros de entonces: la saga de Angélica, Emilio Salgari, Julio Verne, tantos. Luego salía a leerlos a la recargada avenida del Niño Perdido (1), una avenida que los mapas de hoy esconden, como si sólo hubiese existido en un recuerdo imaginario, construido.

Allí empecé a urdir los argumentos de las novelas que luego no escribía.

Como aquel de un hombre que se convierte en mujer por un mal de ojo, tiene que dejar su pueblo lleno de barro, de sangre, vacío de comida, escapar a la explotación masculina que le hará trabajar la tierra.

Aquel del último naufragio en la playa Kasune.

Los de amores gloriosos, los del refugio victorioso, los plácidos amores bajo la parra.

Tantos otros que dejo aquí.

Hasta que hoy doy fuego a la madera que acumulé en la mitad del puente.
Lanzo a las llamas muebles viejos, papeles arrugados con poemas gastados, libros prohibidos, un corazón que tenía de repuesto, palabras usadas, interjecciones, sueños rotos.

Todo arde y gira, saltan las chispas. En un momento cambia el viento y el fuego prende en la estructura del puente. Corro a apagarlo y quedo preso en el incendio.

Allí se consume lo viejo, el puente, lo que arrojamos, y yo. Final.
En México D. F. había una librería magnífica, la librería de Cristal, estaba en la Alameda.



1 Una de las avenidas más importantes de la ciudad era la que durante siglos llevó en distintos trechos, los nombres de Santa María la Redonda, San Juan de Letrán y Niño Perdido y hoy conocemos como Eje Central Lázaro Cárdenas.

2 comments :

Encarna C dijo...

Se salva lo que siente el lector al leerte. Eso no se quema! Con esta lectura. Te lo garantizo. Arde el pecho, en el peso del dolor, en ese incendio. Y ahora toca dormirme. Y mi mente vuela y pienso ahora tengo ganas de tirar...todo mis zapatos, bolsos, ropas, y libros que tengo por leer...los compraba por no tener tiempo y me decía algún día tranquila lo leeré todo. Y llegó ese día y no quiero hacer nada de lo planificado. Lleguė mirando sin mirarme. Flipo...es tú lectura! Leyéndote me conozco yo. Gracias

Pedro M. Martínez dijo...

Encarna C, lee solo lo que te acaricie, lo que te agite, lo que te conmueva, lo que te haga pensar, gritar, maldecir, preguntarte para qué demonios has guardado tantos libros si ahora que tienes tiempo no tienes ganas más que de saberte, de conocerte, de descubrirte en esta que eres y qué bien, no necesitas ni espejos. Día a día nos sorprendemos. Muchas gracias.

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