lunes, 7 de marzo de 2016

De cuando me comí un zapato.

Una vez estuve enamorado de un zapato. Tanto. Me lo comí, al que hacía su par y a la persona que estaba dentro de ellos. No me duele decirlo, no me arrepiento, no me avergüenzo, es más, lo proclamo, lo esparzo, lo grito frente a un acantilado de ojos incrédulos, haciendo equilibrios sobre el palo de mesana de este barco que va, bah. 

El amor arrolla, es misterioso y fértil, sin cálculo previo, desmedido, incontrolable, avasallador, es una motocicleta que te atropella cuando estás descuidado. Si no es así no es amor, es otra cosa, costumbre, rutina, pobre cariño, necesidad, interés, egoísmo, algo mercantil, un asco, puaff.

Me comí ese zapato, sí, claro. Debo decir que es el primer zapato que me comía. Luego me comí el otro. Un tiempo después me comí a la dueña. Sé que es extraño pero así fue. Quiero aclarar que ella había intentado comerme primero, con lo que fue un caso de defensa propia. Fue gula, lo sé, debí conformarme con morderla de a poco, como antes, como entonces, pero no, se abrió tan magnífica ante mí, onírico pavo real femenino, que me la comí, entera, ñam.

(Mañana más)

Mi foto
Bilbao, Euskadi
pedromg@gmail.com

Creative Commons License Page copy protected against web site content infringement by Copyscape ecoestadistica.com site statistics

Vistas de página en total

Lo que hay.(Desde 08.02.07)

Se quedaron

Así vamos

Aquí desde 08.02.2007

(Antes en Blogia desde 07.2004)

(Y mucho antes en "La tertulia en Mizar")

6.800 entradas