miércoles, 30 de noviembre de 2016

Berlin -. The morning after the British bombing

Señoras y señores, prepárense, ultimo día de noviembre, está a punto de abrirse la puerta de diciembre, el último mes del año, otro mal año digan lo que digan los que dicen, sigue la crisis y el estado de bienestar no está en estado, el malestar se apodera de los que ya no somos lo que éramos, nos conformamos con ser y punto. Pasen y vean y lean.


Berlin -. The morning after the British bombing 



Los berlineses, demacrados por la escasez de víveres y la tensión, tenían poco que celebrar durante la Navidad de 1944. Buena parte de la capital del Reich se había visto reducida a escombros a resultas de los bombardeos. El humor negro propio de sus habitantes se había tornado en humor lúgubre. El chiste que circulaba por la ciudad en aquel período tan poco festivo era: “Sé práctico: regala un ataúd”. (Antony Beevor - Berlin, La Caida 1945)

martes, 29 de noviembre de 2016

Ensimismada.




Ella es bella como una araña ensimismada que se pellizca en la nostalgia, ha diseñado su propio laberinto de pasillos nerviosos y paredes ondulantes, sabe que nunca encontrará la salida, a lo sumo una puerta falsa a un cobarde mar con resacas y surfistas ciegos, se sienta en una silla de enea y sube y baja la lámpara mientras vigila la raya de la tristeza, aunque desde que se bañó en el río de la  autoestima se quiere más, se ha enamorado de sí misma, se mira al espejo y se dice piropos suaves, se quiere tanto que vive en una casa desierta entre cuatro mares, no soporta a los otros, a esos/alguien le dijo una vez, en otro siglo, antes, cuando solo había una cadena de televisión, un telediario, un periódico, una idea, que en la estepa de los sueños no existía el sexo, que esa actividad era apenas una excusa para perpetuar un apellido, un instinto, la idea, alguien que te marque el teléfono cuando ya no tengas dedos, ella que es bella como un paisaje de Islandia se lo grabo en los muslos, se lo lee en la ducha y lo ha bordado en un estandarte que pasea en los bautizos y los funerales, que se cose en el pecho –qué dolor- en las noches de autocompasión y lágrimas por los fracasos del mediodía, por los pájaros con cabeza de hombre que vuelan por su jardín, por la bruja debutante que le da a mordisquear una manzana envenenada y roja ajena a pulsos ajenos// la muerte es apenas un mastín negro y fiero, un perro feroz que acompaña sus paseos solitarios entre las flores de sal,  vinagre y frutos secos, digamos que ella es bella de una belleza entre Ava Gardner y Amanda Seyfried, de una belleza de herencia, con fotos perdidas en una carpeta verde, con recuerdos amarillos y vaya usted a saber, que la edad está en un papel húmedo y en el fondo de los ojos, que la malicia corre obcecada por una carretera seca, bacheada, no apta para caminantes de mochila, para náufragos, para poetas que confundan el edén con Satán, para aquellos que sean capaces de embrujar las certezas y el desconcierto, de cambiar el curso de los ríos, de llevar en la punta de los dedos un terremoto o una llave, una caricia, un remedio o el plano que de fin al laberinto ///todo funciona mientras sirve la palabra que turba, la palabra sirve mientras funciona, en el corazón de lo que se dice está cómo se dice, ríos dulces de un paladar a otro cuando luchan las lenguas, baño de jugos emanados, la palabra es una puta con bragas negras y zapatos de tacón que sonríe con malicia y nos engaña, que nos cobra con creces sus favores, sus mentiras, que nos vende amor iluso, bah, la palabra //// ella, decía, es bella como una ceremonia de pasión, como dos cuerpos desnudos dándose mutuo abrigo, como un caballo dormido bajo la lluvia de Galicia, como la risa de después, cuando todos se han ido y la fiesta ha pasado, los platos sin recoger, los cubiertos alineados, comida aún para el lunes, el salón con olor a tabaco y humo, un señor que nadie sabe quién es dormido en el sofá, hay una barricada en el pasillo, las vecinas con miradas feroces en el ascensor, ironía en las pupilas, un canario en la cabeza, alimañas corriendo por el portal y ella, bella hasta la rutina, distante, poseedora de un artilugio en los ojos, que me ve sin verme, sentada en un tejado desgastado, llena de frío y miedo, con los brazos tendidos a la luna, a esta parte de Gibraltar, ensimismada, sola, bella, ella.

lunes, 28 de noviembre de 2016

La verdad sale de la boca de los niños.


Portugal , 1964   © Bruno Barbey/Magnum Photos 

La vida va. Esto es cierto. Es una obviedad pero es cierto. Solo que estoy hasta aquí (señala la coronilla). Por decirlo de una forma coloquial. ¿Qué pinto aquí? Por preguntarlo de forma natural, llana. Duermo bien, sí, pero me levanto, me afeito, me limpio los dientes, me ducho, desayuno y me voy a trabajar (sí, vale, tengo trabajo, tengo suerte, usted lleva buscándolo ocho meses, ande, céntrese, este es mi discurso, lea) pero lo llevo haciendo tantos, tantos años, que más que suerte me he dado cuenta que es una condena. Estoy cansado de tanto trabajar. Por decirlo de forma suave. Intento cambiar las calles por las que llego al taller pero no hay demasiadas variantes, en quince minutos voy por una o por otra (cierto, usted se levanta antes, debe tomar un bus, un metro, siete paradas y otro bus pero no estoy hablando de usted, leches, deje de ser tan egoísta, estoy hablando de mí. Lea y deje de contrastar, coño). Decía que trabajo, bueno, voy a omitir este pasaje. Los lunes reviso la bonoloto (siempre boleto no premiado), cuatro euros, si hubiera guardado esos cuatro euros semanales sería millonario pero no tendría el sueño de mearle la mesa a mi jefe si un día me toca lo suficiente. Mearle la mesa y a él. No, no soy violento, es incontinencia urinaria, demasiado tiempo aguantándome las ganas. A otra cosa. A la mediodía como en casa (joder, ya sé que usted se lleva el tupper con los garbanzos y los calienta en un microondas que huele al pescado que ha llevado Fernández, a mí que me cuenta) y con el postre en la boca vuelvo al curro, las dos calles que alterno, la rutina, etcétera. Basta del tema laboral, las siete, salgo, estoy libre, ahora puedo hacer lo que me de la gana. Antes corría pero desde lo del esguince me da pereza, frío, me pasan todos, hasta los cojos, no corro. Además se me han quedado las piernas delgadas y parezco una cigüeña zamba. Antes escribía pero desde hace años solo se me ocurren tonterías. Desde lo de Loli, desde que me desenamoré solo imagino venganzas, tristezas, soledades, maldades, me hace daño escribir, me tengo muy leído. Leer, antes leía, tengo en casa bastantes libros, más de doce, un día estaba leyendo y me quedé dormido, ya no leo, no encuentro ningún libro que me interese, todos dicen lo mismo, bah. Paco me dice que me compre un ordenador, pero no entiendo esos cacharros, ya no son para mi edad, él sí es un listo, un ordenador, qué majo, claro, como trabaja en una caja de ahorros. Música, tengo un transistor, no tiene pilas, siempre me olvido de cambiarlas, desde Manolo Escobar no ha salido un cantante igual, no escucho música. La tele, lo que hago es ver la tele, a ratos me duermo pero el Sálvame de luxe no me lo pierdo. Llaman a la puerta, un momento, son dos testigos de Jehová, les atiendo y luego sigo pensando. La verdad sale de la boca de los niños.

domingo, 27 de noviembre de 2016

Admito vuestra compasión



Economizo las palabras, no sirven mis adjetivos, quién pierde la palabra pierde su verdad. Busco en los espejos del invierno perenne. Enhebro hilos de esperanza. Aun no estando invitado soplo las velas del pastel de cumpleaños . Los lobos acaban de comerse al cordero y me miran. Rezar no sirve excepto en las grandes quemaduras. No puedo pasar la página, soy inocente. Admito vuestra compasión.

sábado, 26 de noviembre de 2016

Murano.



Recuerdo el año que visité Murano, el vaporetto, la isla de Lido. Las tortugas. Recuerdo cuando cantaba delante del Coliseo, ahí comenzó el regreso. La vida. Mi amor como un húmedo pañuelo de seda ciñéndose a sus muslos generosos, un pasacalles de besos, una verbena de caricias antes de la oración. El no como una hoz. El descontento como un látigo. Alguien debe ser el culpable.

viernes, 25 de noviembre de 2016

De un noviembre.



Noviembre embebido en un tibio envoltorio de tulipanes. Suenan cascabeles. Salgo a buscar (te/me/os). Abro la puerta y nadie hay. Recuerdo sus nalgas como frutas, el frío intenso, el amor entre las sábanas con un pálido sol entrando por la persiana entreabierta. Había huellas en la alfombra, el aroma de los arcángeles aun flotaba en la habitación. Neruda cantaba a la niebla del encinar. Luego vino el silencio. 

jueves, 24 de noviembre de 2016

Fatiga.




Por cierto, con los mensajes que (le/te/os) he mandado desde aquí se puede conseguir un best seller, un divorcio, un puesto de bedel en Murcia o que alguien me llene las mejillas de besos o de bofetadas.

Pues anda, qué fatiga.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Bill Murray



Después de varios años  supe que el fantasma no dormía, los fantasmas no duermen (al menos eso dice Susanna Clarke en su “Jonathan Strange y el Señor Norrell”) y en la puerta hay un vendedor de abismos con un acantilado bajo el brazo, gaviotas que ríen alrededor y mil ojos mirando las olas del ayer, las de mañana, las olas (¿no tendrán nada mejor que hacer?) que llevan y traen a la playa, náufragos, ahogados y botellas con y sin mensaje. Me resulta aburrido, nunca me han gustado las películas de Bill Murray (excepto, quizás, “Flores rotas” y “Lost in traslation”), prefiero esa “Elegy” que me recomendó un árbol de flores olorosas. 

Me dormí cuando a aquella película le faltaban veinte minutos para terminar (no sé si al final se casan).


martes, 22 de noviembre de 2016

Trenes nocturnos



Llegan trenes nocturnos, solo este parará en la estación, temo tirarme en marcha, ya no salto como saltaba, el suelo está lleno de leopardos heridos por el rayo verde, de guitarras descordadas, de un hombre vestido de negro que manosea la soledad, de infantes que confunden la epopeya con una onomatopeya, hay un triángulo y una mujer que se acaricia los senos con claveles, hay un momento para callarse, este. 

lunes, 21 de noviembre de 2016

El fantasma dormía en su alacena.




Estábamos descalzos y no nos creíamos la dicha, ella entreabría sus muslos generosos y el reloj se detenía en una hora eterna, nadie llamaba a la puerta, en su piel estaba escrita la historia de la humanidad –lástima, solo llegué a Egipto-, sus rincones de muérdago y nidos de jilgueros, el instante -oh, el instante- en que degollaba sus leones, domesticaba las serpientes y todo el dolor de noches de ceniza fingiendo ser la que no era.

El fantasma dormía en su alacena. 

domingo, 20 de noviembre de 2016

Pietá.

 Manifiesto de los Kinoks. 

“Soy un ojo. Un ojo mecánico. Yo, es decir, la máquina, yo soy la máquina que os muestra el mundo como sólo ella puede verlo. [...] Yo atravieso las m muchedumbres a gran velocidad, yo precedo a los soldados en el asalto. [...] Liberado de las fronteras del tiempo y el espacio, yo organizo como quiero cada punto del universo. [...] El cine dramático es el opio del pueblo. Abajo los reyes y las reinas inmortales del velo. ¡Viva la grabación de las vanguardias en el interior de su vida de cada día y de su trabajo! Abajo los guiones-historias de la burguesía .¡Viva la vida en sí misma! [...] El objetivo de los Kinoks es filmaros sin molestaros. ¡Viva el cine-ojo de la Revolución!” (Vertov)-


Recuerdo que años atrás firmé un manifiesto solicitando milagros para todos. Era más joven y aún creía que la fe movía montañas, no, no se mueven, se necesita un arquitecto febril o un genio para hacer de una piedra una catedral que no se hunda, una Pietá, una respuesta, un camino que llegue más allá de los recuerdos como oraciones en papelillos incrustados en los intersticios del Muro de las Lamentaciones.

Sigo firmando inútiles manifiestos.

sábado, 19 de noviembre de 2016

La belleza no tiene normas



La belleza no tiene normas, no hay un manual de instrucciones para encontrarla, está más cerca de la mirada que del cerebro. El milagro si las tiene, normas, surge cuando se juntan sentimiento, sinceridad, ternura, un horizonte flexible, dos acróbatas, la música del alma y el atrevimiento de una caricia allí donde los símbolos pierden todo su valor. 

Ya lo ven, tan sencillo como fugaz. 

viernes, 18 de noviembre de 2016

Tipi- tapa Hacia vidas sostenibles.



Intento 1,7.



Quizás entonces no nos pusimos de acuerdo pero lo intentamos.

Hablábamos, mucho, nos decíamos, incluso pudiera ser que nos escucháramos más allá de nuestro propio eco. Pero un día nos encontramos los pulsos -ay amiga- y la oscuridad de su cuerpo dormido se convirtió en fulgor. 

Me quemé, torpe de mí. 

jueves, 17 de noviembre de 2016

Arrebujado



Arrebujado en el amanecer desnudo, con gavilanes heridos y cuadrículas de luz en el encinar, devastado como un jilguero que entrega su canto mientras atraviesa el fuego y las letanías, las alondras reverberan en el límite del bosque, resuenan cantos de taberna y aún con los labios heridos recito:

“Corta y triste es nuestra vida, y no hay remedio cuando llega el fin del hombre, ni se sabe que nadie haya escapado del hades. Por acaso hemos venido a la existencia, y después de esta vida seremos como si no hubiésemos sido: porque humo es nuestro aliento, y el pensamiento una centella del latido de nuestro corazón.

Extinguido este, el cuerpo se vuelve ceniza, y el espíritu se disipa como tenue aire. Nuestro nombre caerá en el olvido con el tiempo, y nadie tendrá memoria de nuestras obras, y pasará nuestra vida como rastro de nube, y se disipará como niebla herida por los rayos del sol que a su calor se desvanece. Pues el paso de una sombra es nuestra vida, y sin retorno es nuestro fin, porque se pone el sello y ya no hay quien salga.

Venid, pues, y gocemos de los bienes presentes, démonos prisa a disfrutar de todos en nuestra juventud. Hartémonos de ricos y generosos vinos, y no se nos escape ninguna flor primaveral. Coronémonos de rosas antes de que se marchiten, no haya prado que no huelle nuestra voluptuosidad. Ninguno de nosotros falte a nuestras orgías, quede por doquier rastro de nuestras liviandades, porque esta es nuestra porción y nuestra suerte.”


(Libro de la Sabiduría).

miércoles, 16 de noviembre de 2016

La noche era un limón



La noche era un limón y un viento ciego, agorero, me dejaba en los zarzales del aire, como un palafrenero sin carruaje ni caballos, un perro acosado por remolinos de melancolía, descontento, con una sensación de enardecidos gamos saltándome, sin respeto, con zarpazos en el declive de ser la mitad, o menos, de lo que fui, de haber sido, hace tanto.

martes, 15 de noviembre de 2016

Los curas, ¿llevan bigote?


Esta vida me puede, estoy lleno de interrogantes, agobiado, inmerso en ampliar mis escasos conocimientos. En mi ignorancia, en mi cabeza hueca, aunque no es el tema que más me preocupa, en estos momentos no recuerdo ningún cura que lleve bigote. Así, a botepronto, recuerdo algún misionero con barba, incluso alguna monja, pero con bigote solo, no. La verdad, no trato demasiado con el clero en general, pero usted ¿recuerda haber visto algún sacerdote que lleve bigote?

Ahora que lo pienso en los últimos años apenas hablo con curas. Esto me lleva a darme cuenta de la cantidad de colectivos con los que no tengo ningún trato. 

Con asiáticos, por ejemplo, me saludo con el encargado de un restaurante japonés que hay debajo de mi casa, pero aparte de decirle qué voy a comer, buenos días y arigatoo ありがとう, tampoco le digo mucho más. Una señorita con rasgos orientales, con apariencia de ser china, desayuna a mi lado en el bar de la esquina, sonríe mucho y sorbe el café, pero no nos hablamos. Ahí termina mi relación con asiáticos.

 
Lo mismo con los que tienen un color de piel diferente al mío, un acento distinto, otra edad, son rubios, saben más que yo, lo que es fácil, o menos, toman sidra, leen según qué periódicos, votan a, les gusta el rap, los adolescentes, los de otras comunidades, los de otros pueblos, los de mi pueblo, los que no son de mi barrio, la mayoría de los de mi barrio, los de mi escalera, las señoras de una edad, los árbitros, los que no recogen las deposiciones de sus perros, los que las recogen con guantes de plástico, los toreros, los fareros, los noctámbulos, los que cantan en un coro, las coristas, los solterones, los gatos pardos, los dentistas antiguos, así hasta mil colectivos con los que apenas tengo la más mínima relación. 

Incluso hay un señor mayor que sí lleva bigote y que me mira desde el espejo por las mañanas. A veces le hablo pero no me contesta. Se parece mucho a mi abuelo. Es curioso que a veces en ese espejo también está una dama cepillándose los dientes. Tampoco me contesta cuando le hablo.

Debo replantearme mis relaciones, ampliar mi círculo de amistades y mis conocimientos, mi cultura general, solucionar esta soledad, este ensimismamiento pero, sobre todo, en este momento me gustaría saber si los curas llevan bigote.  


lunes, 14 de noviembre de 2016

Inundaciones.



Después de la inundación, del desastre, de aquello que tú y yo sabemos, apareció una mujer.

No parecía real, por eso quise meter mi lengua en su boca, por eso quise meterme en su cuerpo tierno como una fruta roja y brillante, besar sus caderas y sus cicatrices, sus párpados, ser un caballo y un lirio, lluvia y sol, llevarla ente los maizales, darle a comer semillas olorosas, deslizar mis dedos entre sus labios alborotados. Añoro aquellos momentos,  cuando elevaba su voz como una oración, un rezo de esa atea que creía que estar sobre ella con los brazos en cruz era un sacrilegio y ponía ortigas en las ventanas, fieros mastines en el portón que el viento mecía en la casa donde empieza el mar. No sabía, sí sabía, que era un náufrago en su balsa, que había nadado ya en tantos mares que todo eso era apenas un tránsito, un trayecto, que jamás podríamos ser el uno del otro porque ni siquiera éramos de nosotros mismos, ni siquiera temblaba con las cartas que no le escribí, atareado en imaginarla vestida de rojo, desnuda en verde, humo y pan de ausencia. La niña que llevaba una camisa de hombre se convirtió en una mujer  con botones, a deshoras, bella, luminosa, terca y la arena del tiempo caía tan rápido que la parte inferior de ese artilugio que mide y dictamina lo que quedaba se fue llenando de calandrias y espuma, de un silencio que convirtió los vergeles en desiertos, arena, nada más que arena, tiempo.

En eso andábamos cuando llegó la siguiente inundación. 


domingo, 13 de noviembre de 2016

Enunciado.

  •  No sé leer, no sé escribir.
  • Un hombre de negro escribe lo que dicto.
  • Una mujer lee mi corazón.
  • Un niño me habita.
  • Tengo el 100 % de probabilidades de morir.
  • Hasta entonces, para no aburrirme, juego a vivir.
  • Amo sin cesar.
  • Soy un egoísta.

sábado, 12 de noviembre de 2016

Eso es todo



¿Quién escuchará la voz en la fría noche del desierto? ¿Quién nos protegerá del desastre? En las venas nos crecerán raíces oscuras, el alma se agrietará, nadie sabrá que fuimos, qué fuimos, quién fuimos, llevaremos un revoltijo de nada al oído de nuestra psiquiatra que nos mirará sin sonreír, esperando: neurótico obsesivo, son 60 €.

Y eso es todo.  

viernes, 11 de noviembre de 2016

Abismos.


Recuerdos, estoy lleno de recuerdos, esta página es un tenderete de recuerdos, no los vendo, los canto, los cuento, me los cuento, los invento, los toco en sus bordes, algunos afilados, estoy obsesionado con los bordes, sobre todo con los del abismo, dibujo bordes de abismo, algún día saltaré, miedo me da ese día. Ese abismo, tan negro ahí abajo. O dentro. Quizás sea ahí arriba. Te vendo un abismo.

jueves, 10 de noviembre de 2016

Aquí


Aquí (es decir, compartir). ¿Compartir lo que sobra? No. Compartir lo que es, lo íntimo, lo que hace gozar, sentir, crecer, preguntarse, lo que duele, lo de dentro, a veces de tan dentro que ni siquiera lo había visto nunca. Descubrir (os/me). Y ¿quién está ahí? Ni idea. Conozco a…bueno, a los/as que conozco, ellos/as lo saben. Pero ¿nos conocemos? Ay, qué será este juego detrás de un teclado, una pantalla con música de fondo, una rutina, un intercambio. ¿Compartir lo ajeno? Copiar y pegar. A veces me pego en el alma tanto sentimiento que ando llorando por las esquinas de mí mismo, por dentro, no por fuera, se me arrugaría el disfraz, la máscara, lo que se ve, ¿se ve? A veces me copio el bazo, lo coloreo y lo dejo aquí, despanzurrado, ya ves, no ves, no lo ves, ¿quién tiene tiempo para ver otra cosa que su ombligo? Mi ombligo, por cierto, es precioso, gigante, una obra de arte de partera, a veces encuentro en mi ombligo sorpresas, objetos sonoros, gritos, señores con paso apresurado, una puta con una afilada guadaña al hombro, una novia que tuve en otro siglo y que ahora tiene un cuerpo distinto, incluso una cara distinta, estoy por jurar que no es ella y vivo/muero con otra. Para colmo también está lo de los Otros. Aquí.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Trayecto



Es curioso este trayecto. Voy de aquí (el dedo índice se toca el pecho a la altura del corazón) hasta aquí (es decir, esto que escribo). Entre estos dos puntos hay puertas, cerradas. Abro algunas de ellas. ¿Qué hay dentro? También voy de aquí (el otro dedo índice toca un punto inconcreto en mitad de la frente) hasta aquí (es decir, estas cosas que escribí y que ahí están). ¿Alguien me puede asegurar si seguiré aquíVale. ¿Alguien me puede asegurar que seguirá viniendo aquí? Qué? ¿Alguien nos puede asegurar que este invento seguirá funcionando? Pues eso, no hay nada seguro pero en USA han elegido a Trump como presidente. 

martes, 8 de noviembre de 2016

Puntos de medias.



Se cogen puntos a las medias. Estaba escrito en un pequeño trozo de cartón sujeto al ventanuco de un hueco bajo la escalera del 12, al lado de la carbonería.

Dentro, una señora con gafas de gruesos cristales sentada en una  banqueta alta se afanaba sobre una labor en una media de nylon embutida en una especie de vaso invertido. A su espalda un calendario con un san Pancracio sonriente era junto a la banqueta y un mínimo tablero de madera donde estaba apoyada, el único mobiliario del exiguo habitáculo.

Cuando pasaba por delante del 12 me llamaba la atención su minucioso trabajo, sus manos moviéndose a gran velocidad en contraste con el cuerpo rígido.

Todo iba bien hasta que la descubrió Patxi.

Patxi era el hijo de un camionero del barrio de arriba. Un chaval delgado, nervioso, imprevisible, con una inusual capacidad para romper cristales, martirizar a gatos, pellizcar a las niñas y estar en todas las barrabasadas imaginables.

Alguna vez venía por nuestra calle, se arrimaba a la incipiente cuadrilla y nos llenaba la vida de riesgo, de carreras ante los municipales, de peligros dentro de una inocencia que perdíamos día a día.

Se cogen puntos a las medias, el petardo explotó justo debajo del cartel, el primero. El segundo lanzó al san Pancracio contra el techo. Patxi abrió la puerta y lanzó un cubo de agua sobre la cabeza de la señora al borde de un colapso por el susto. Todos corrimos.

Nadie había visto nada. Durante una semana estuvo cerrado el negocio de las medias, las señoras estuvieron con los puntos alborotados. Nosotros temblábamos cuando sonaba el timbre de casa temiendo que los guardias vinieran a buscarnos. Nuestras madres se sorprendían de vernos tanto tiempo en casa. Luego la vida siguió.

Patxi encauzó sus energías de diferentes maneras. Entró como bajista en un grupo que imitaba a los Beatles. Siguió rompiendo cristales. Se casó con su primera novia que tenía 16 años. Él tenía 18. Fue padre tres veces. Heredó el camión de su padre. Trabajó duro. Se compró un camión nuevo. Ahora ha engordado, tiene una flota de doce camiones y su nieto también rompe cristales.

La señora de las medias murió hace ya muchos años.

Yo soy un pan sin sal que cuenta cosas que pasaron en un tiempo en el que aún no había nacido. 



lunes, 7 de noviembre de 2016

Gesamtkunstwerk





Año 2016, lo que queda, año Gesamtkunstwerk de Beuys, es decir la obra de arte total, combinar la plena excitación de los sentidos, usted y yo, todos, artistas, sin distinciones, el arte y lo cotidiano unidos, el arte de lo cotidiano, vivir en/con arte, pensar, señoras y señores, para sentir, para ver más allá, para ver, leer para ver, la voz, la respuesta, los dedos elevándose lentamente como el vuelo de un ave, entornar los párpados, apoyar la cabeza y las manos en el suelo y levantar las piernas al cielo, sentir la sangre circulando, regando el cuero cabelludo, vigorizar las capas cerebrales, anudar el corazón a un noray y dejar que navegue el resto del cuerpo, alma volátil, brazos ondulando, cuerpo girando, derviches sin monotonía, cambio del pensamiento por medio del tú me das yo te doy, técnicas sencillas, abrazos, disolver la soledad en ácido prúsico, colorear papeles y contornos, trazar líneas desde y hasta, dar forma al no, dibujar el mundo y todos sus moradores, humanos, animales, vegetales, espíritu de quién sabe qué dios encogido entre la superstición y el miedo, la muerte danzando es un espectáculo ajeno, nosotros bailando no, ni dando volatines, saltos de campana, haleoop y caer de pie, saltimbanquis virtuosos, equilibristas desmedidos, pisar vino y dejar huellas, cortarnos las venas y regar el planeta, arte, compañeros, en nombre del arte, tienes tu parte en el arte, arte total, para todos, artistas de la pista, entender de qué va esto de vivir, sin artificiosas tecnologías, sin móviles ni IPad, fusionarnos en arte, serlo, esculturas cultas, bustos que hablen, que digan, caracoleo por los escenarios de cada día de este año que acaba en nada, de cada casa, amarnos como serpientes descarriadas entre sábanas de seda, ortigas despiadadas o esponjosos conjuntos de estar juntos, hala, vamos a ver qué pasa, pasen y vean, recuerden lo que les pedí hace un tiempo, ver, ser, pónganse al día, María, y usted, yo, todos, dos, tres, yea, artistas del metal, del plástico, del acordeón, pom, tocando el tambor, hip hop, rap, va, vamos, no es la lucha final, aún, será, no hablemos del cambio climático, de caos en los aeropuertos de Bangkok , todo es inseguro, seguro, cantar ya no es suficiente, pensemos como artistas, esto no va en broma, no, Gesamtkunstwerk y que usted y yo lo veamos en los próximos meses o años o eso mismo, por lo menos eso. Beuys.


domingo, 6 de noviembre de 2016

Miedo.



Nos fuimos al campo a vivir, estábamos aburridos del trajín de la ciudad.

Nuestra casa está aislada, un placer, la soledad. En un extremo del jardín comienza un bosque de pinos, a veces se escuchan ahí ruidos de animales, pájaros, zorros, comadrejas, una vez vimos un jabalí.

Al atardecer tomamos el té en el porche y esa paz debe ser la felicidad.

Los domingos por la noche vemos en televisión Wallander, una serie sueca. Al principio me gustaba pero en esta tercera temporada la violencia es tal que me incomoda, no sé, me desagrada.

El capítulo de anoche fue especialmente duro, unos asesinatos crueles. No quise terminarlo. Salí a fumar al porche, bien abrigado, las noches ya son frescas. Contemplar la luna llena es relajante.

Miré hacia el bosque y me pareció ver una figura, alguien vestido con una gabardina larga, me sorprendí, nunca había visto ahí a persona alguna. Se abanicaba, era su único movimiento, al menos lo único que veía. Le llamé. Desapareció entre los árboles. Me inquieté.

Llamé a Begoña y le pedí que cerrase todas las ventanas. “Hace frío, cariño”

La figura apareció en otro lugar, justo al borde de mi propiedad, llevaba un sombrero, una capucha, una máscara, no sé, se abanicaba, creo que escuché una risa.

No tengo ningún arma en casa, nunca he sentidos sensación de peligro. Cogeré un cuchillo de la cocina. ¿Qué hago yo con un cuchillo?

El hombre ese, quién sea, está en otra esquina, sé que me está mirando ¿qué espera?

“Vete a la cama, Begoña, enseguida voy”

Son las seis de la madrugada,  ha desaparecido de mi vista pero sé que está merodeando ¿quién será?, ¿qué quiere?, no sé si llamar a la policía, ¿qué les digo?, tengo frío y miedo. 

sábado, 5 de noviembre de 2016

Iñaki Uriarte

INDIGNACIÓN DE MIGUEL Y Pedro con los blogs de Internet. «¿Qué pasa? ¿Que ahora todo el mundo se ha puesto a escribir cualquier cosa que se le ocurra?». Tienen una relación con la escritura como de propietarios privados.
Todavía ayer leía más o menos lo mismo en Llop: «No hay buenos y malos escritores, hay escritores y los que no lo son». Pedro y Miguel se consideran entre los primeros. Se enfadan cuando hablo de algún blog y parece que desearían que la gente no supiera ni escribir. Yo tengo una concepción más vulgar de la práctica de la escritura. En realidad, no entiendo lo que les indigna tanto. A veces es como si les enfureciera que los blogs se puedan leer sin pasar por el filtro de los editores. «¿Y todos mis esfuerzos para ser editado?», parecen preguntarse.

Pasaje  “Diarios 2004-2007.”
Iñaki Uriarte


Al menos de momento.

Diane Arbus, Family at Easter, NYC, 1956.


Mire usted, no se confunda, puede que llevemos trajes grises, puede que corsés negros, pero seguro que podemos cantar himnos en falsete, silbar canciones de Bowie, gritar a los otros ortigas o lirios, bailar agarrado o lo que toque, inventar absurdas letras de amor de cuando antes, en la traslúcida luz del alba, se rondaba en las calles a las mozas, a las mujeres envueltas en espera de visillos.

Al menos de momento.

viernes, 4 de noviembre de 2016

No recuerdo qué dije ayer que diría hoy



No recuerdo qué dije ayer que diría hoy, esta línea de propósitos cae sin duelo, apenas veo, no nos deja saludar la madrugada con prístino desorden de miradas, desnudos en el tímpano de ciegos arquitectos, Guggenheim boca abajo, poetas que no ven, exegetas de Confucio, asombro de gallinas y de peces, de ese ángel que no vuela, recostado en el ocre umbral de edad temprana, no entiendo nada, ¿para qué sirve la escritura?, me voy con José Gorostiza, que regala estos versos a la muerte: “Anda, putilla del rubor helado, anda, ven, vámonos al diablo”

jueves, 3 de noviembre de 2016

Oiga, oiga, sí, usted.


“Le garage hermétique”  Illustration de l’artiste français Moebius 1992


Oiga, oiga, sí, usted, apúntense a este club con carnet floreado, ánimo, buscaremos las tripas – desde ellas – a las palabras con frivolidad no disimulada, con los grillos cojos del amanecer, con imposibles Manolos o fáciles manoletinas, trastabillando, danzando, con el cuerpo expuesto al frío, al deseo (aaaay), a la burla del que no sepa que esto es apenas un juego sin reglas: la utopía, la terapia, la inestabilidad, la fragilidad de estar cada día - día arriba, día abajo, sin contar los viajes - en la intemperie de ciento treinta y cuatro mil ojos - ojo arriba, ojo abajo, sin contar los tuertos -quitándonos la ropa del alma, prenda a prenda, hasta llegar a la cruda realidad del ser invisible, nada por aquí nada por allá.

Y tú, el agazapado, el que sonríe, el aburrido, el que disfruta, se sonroja, cabrea, aprueba o disiente:

¿Dirás?
¿Gritarás?
¿Escribirás?

¡No!

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Paul Dakeyo



Souburuchi Uwaifickium es camerunés, está sentado a la sombra de una casa baja de adobe, cerca de la pequeña parroquia católica en Gao, le faltan las fuerzas. Radi le ha dicho que el padre Anselmo ayuda a los que están como él, espera que se apiade y le proporcione agua y algo para comer. 

Vino aquí después de fracasar su primer intento de llegar a Europa. Todo iba bien hasta que en Argelia unos pasantes le dieron una paliza y le robaron el poco dinero que llevaba. Al verle vagabundear, los milicianos le expulsaron a Malí.

Cree que si logra llegar a Niamey, en Níger, le será más fácil buscar allí un camión para atravesar el desierto de Teneré y llegar a Libia, después Túnez y en barco cruzar a Lampedusa, en Italia.

Sabe que lo logrará, jamás regresará a su pueblo derrotado. 


Y descompongo las palabras de mi cólera
Para desprostituir la lengua
Compréndeme no tengo alternativa
Era necesario lo sé que yo fuera el signo
Y el hombre palabra
Palabra de la tierra, de mi tierra hipotecada
y desapropiada
Los niños han crecido y construyo el verano alrededor
de ellos
Como un monumento al día
Golpeo tu puerta
Rebelde y libre
Como si sintieras el despertar de la tierra en tí
vertida en tus venas
Volcán en el horizonte de nuestra espera
Como si la tierra fuera hierbas y ríos
Árboles y aldeas de infancia
Rutas y senderos
Todo se acomoda finalmente a la calma serena de nuestras
soledades
Vuelvo a encontrar el sol y al país claro
Vuelvo a encontrar mi tierra en el eco de las estaciones
Pero qué me importa el tiempo
Dame la mano
Amo el silencio para elevar el canto
Pero acaso tú eres la fuente herida
Conozco la gran fisura revelada por los siglos
El tiempo es largo
Y el destino de mi tierra no la puede detener 

Paul Dakeyo (Camerún, 1948)

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